Corría el año 1986 cuando la banda hardcore punk Dead Kennedys publicaba su álbum “Bedtime for democracy” ; la hora de dormir para la democracia. Si por entonces esa democracia dormía, hoy debe de estar disfrutando el sueño de los justos. A mayor gloria de quienes disponen de una sociedad que existe para sus negocios, claro. Cuenta en su último libro, “El pensamiento secuestrado”, Susan George -culta, intelectual, amena y a ratos irónica e irreverente-, cómo los colectivos más reaccionarios, sobre todo religiosos aunque también laicos, relacionados con las altas esferas políticas y económicas de Estados Unidos se han apoderado de dicho país. Lo cierto es que la situación no es muy diferente en los países de eso que se ha dado en llamar “nuestro entorno”. Quienes están gobernando los países democráticos son las elites económicas a través de sus grupos de presión. No es nuevo, ya, el mundo, por lo general, siempre fue gobernado por elites. Las novedades son que nunca hasta la fecha se había utilizado con tanto descaro la etiqueta democrática para encubrir lo que son lisa y llanamente los negocios de las compañías y grupos empresariales más poderosos, y que la tiranía del mercado que impulsan abarca todo el planeta Tierra, excepción hecha de diversos reductos que no son tampoco un mar de libertad.
Una de las cinco partes en las que se divide este trabajo la ha llamado “Lobbies, pasillos y sedes de poder”. En ella, George describe la kafkiana situación a la que ha llegado el país norteamericano, que acumula entre sus diez lobbies o grupos de presión más influyentes a la Asociación Estadounidense de Médicos y a la Asociación Estadounidense de Hospitales. Éstos hacen campaña para que los ciudadanos USA nunca tengan atención médica a cargo del Estado, más barata o gratuita.
La organización social especializada en investigar el poder de los lobbies, LobbyWatch, afirma que entre 1998 y 2004 los diez primeros clientes de la industria del lobby en EE.UU. repartieron casi mil millones de dólares entre las empresas de relaciones públicas que les ayudaron a salirse con la suya. Los diez primeros lobbies son, por este orden : la Cámara de Comercio estadounidense, el Grupo Altria (alimentación y tabaco), General Electric (séptimo proveedor del Pentágono), la Asociación Estadounidense de Médicos, Northrop Grumman (cuarto proveedor del Pentágono), el Instituto Edison Electric (patronal de la industria nuclear), Verizon Communications, Business Roundtable, la Asociación Estadounidense de Hospitales, y las farmacéuticas, Pharmaceutical Research and Manufacturers. Tres lobbies del campo sanitario entre los diez más importantes, por cierto.
En Estados Unidos hacer lobby o cabildeo es una práctica incluso protegida por la Carta de Derechos, pues se considera una manifestación de la “libertad de expresión”. El Congreso de este país elabora cada trimestre un boletín donde explica cuánto gastan los diferentes grupos de presión en intentar, y muchas veces lograr, que se legisle a su favor -huelga decir que si se legisla a favor de un grupo de interés concreto se legisla en contra de la mayoría de la ciudadanía. El sitio web de la Comisión Electoral Federal también publica estos datos.
Pero de poco sirve a los ciudadanos estadounidenses saber cuánto dinero gastan los lobbies en corromper su democracia. Lo importante es que la práctica de la presión corporativa corrompe la democracia, pues el ciudadano poco cuenta a la hora de que sus demandas sean satisfechas. El que paga tiene dinero para presionar a los políticos para que gobiernen a todos según sus particulares criterios. Las compañías farmacéuticas, mediante el dinero que proporcionan legalmente para las campañas electorales de los candidatos a las elecciones de Estados Unidos, consiguen que una vez en el poder sus candidatos gobiernen en función de sus intereses.
El espacio web de periodismo de investigación en favor de los intereses públicos Public Integrity, ofrece documentos actualizados sobre la financiación de los candidatos a las próximas elecciones de EE.UU. Volviendo al libro de Susan George, ella afirma que el resto de la lista de los cien primeros clientes con poder de lobby “parece un catálogo de sospechosos habituales” : petroleras, compañías automovilísticas, de las comunicaciones, del software, la banca y los seguros, la electrónica, el complejo militar y las farmacéuticas.
La democracia, en EE.UU. y en todo el mundo, está muy tocada, por decirlo de un modo suave. Vivimos tiempos de Totalitarismo Global Corporativo, pues esta dictadura que se vale en sus formas de una apariencia democrática para camuflar la realidad es la primera que el ser humano consiente en todo el planeta al mismo tiempo. ¿Qué hacer ? Crear redes sociales de asociaciones que trabajen en temas concretos y potenciar las ya existentes. Conectarlas entre sí bajo un punto de vista plural, unidas por unos principios mínimos de respeto a los derechos humanos, independencia de los intereses privados económicos e impulso al único gobierno posible, el de los ciudadanos, la verdadera democracia. Uno de los aspectos más importantes es recuperar la confianza en que nosotros mismos podemos resolver nuestros problemas.
Miguel Jara es escritor, autor de “Traficantes de salud” y “Conspiraciones tóxicas”. http://migueljara.wordpress.com/
Fuente: Miguel Jara