Un gobierno que castiga la salud y la letra es un gobierno sicario, de matones que dejan pasar de largo lo que es esencial para que crezca la vida.
Les interesa convertir cada casa en un lugar donde el dolor y la ignorancia nos domestiquen sin tapujos.
Donde los empobrecidos sepulten los quejidos, las pústulas, los huesos rotos para conservar algo de pan sobre la mesa.
Donde sufran al ver a sus hijos deambulando en medio de la indigencia, sin palabra y sin futuro.
Donde acepten, mansos, los salarios que sólo visten harapos.
Donde la rutina sea hurgar en la basura, mendigar trabajo y morir poco a poco con la sangre podrida y los pulmones cansados de respirar pagando.
Donde los empobrecidos sepulten los quejidos, las pústulas, los huesos rotos para conservar algo de pan sobre la mesa.
Donde sufran al ver a sus hijos deambulando en medio de la indigencia, sin palabra y sin futuro.
Donde acepten, mansos, los salarios que sólo visten harapos.
Donde la rutina sea hurgar en la basura, mendigar trabajo y morir poco a poco con la sangre podrida y los pulmones cansados de respirar pagando.
Este gobierno y los que le precedieron decidieron hace tiempo aislar nuestras ideas, construir muros entre ellas para que hoy día no pudiéramos, no supiéramos, no quisiéramos parar en seco toda esta barbarie.
Afianzaron la amnesia, corrompieron la justicia, emputecieron la democracia y armaron de impunidad a las jaurías.
Las utopías quedaron en las cárceles, en los exilios, en las muertes sucedidas.
Y yo creo que dejar que pase el tiempo, dejar que la mansedumbre se contagie es el peor augurio.
Si no sacamos a la calle la rabia, la más bestial, la más temida, la que no da un paso atrás, estaremos condenados a esa pobreza silenciosa y terrible del hambre detrás de cada puerta, de niños ignorantes apreciados como esclavos y de cadáveres agujereados por la crueldad de unos mercenarios que han prohibido sanarlos.
Silvia Delgado Fuentes
Fuente: Silvia Delgado Fuentes-Kalvellido