Memoria histórica y hostelería
Los asesinatos de 1933 en Casas Viejas siguen estando presentes en la vida pública española. La presentación de un proyecto hotelero-cultural, matizado en su denominación recientemente, que tiene en ellos uno de sus principales ejes levantó la inmediata protesta de la Federación Local de la CNT de Jerez. Queja que tuvo una inmediata repercusión, primero en los foros de Internet y, después, en las páginas del periódico El Mundo y en las columnas de articulistas y colaboradores de otros. En general, se ha resaltado su frivolidad y mal gusto, por citar al escritor Antonio Soler.
Memoria histórica y hostelería

Los asesinatos de 1933 en Casas Viejas siguen estando presentes en la vida pública española. La presentación de un proyecto hotelero-cultural, matizado en su denominación recientemente, que tiene en ellos uno de sus principales ejes levantó la inmediata protesta de la Federación Local de la CNT de Jerez. Queja que tuvo una inmediata repercusión, primero en los foros de Internet y, después, en las páginas del periódico El Mundo y en las columnas de articulistas y colaboradores de otros. En general, se ha resaltado su frivolidad y mal gusto, por citar al escritor Antonio Soler.

Incluso el PP ha querido pescar a río revuelto y su senador por Cádiz José Blas Fernández se descolgó con unas declaraciones en las que « barría para casa ». Muestra todo ello de que, a más de setenta años, los acontecimientos han dejado de ser unos meros sucesos locales para convertirse en un referente simbólico de nuestra historia más reciente presente en la actualidad. Pero más allá de su utilización comercial y política lo que está sucediendo estos días se presta a otras reflexiones.

En primer lugar, que han tenido que pasar treinta años de democracia y plantearse una polémica iniciativa privada para que el ayuntamiento de la localidad anunciara , a su vez, su intención de encabezar una actuación parecida en el futuro centro cultural municipal anejo al teatro actualmente en construcción. Lo ocurrido en enero de 1933 es una losa que todavía pesa de forma vergonzosa sobre los habitantes de Casas Viejas. Un hecho que se refleja en el silencio presente todavía hoy y que ha resonado clamorosamente estos días. Como resaltan los indicadores de carreteras de la población que continúan, en su mayoría, obviando el nombre oficial de la población, « Benalup-Casas Viejas » y manteniendo, sólo, el primer topónimo.

En segundo lugar, que de la amnesia de la Transición vienen estos lodos. El pacto de silencio sólo ha beneficiado a los sectores más reaccionarios de la sociedad española. Aquellos que, tras la impunidad obtenida, se sienten autorizados a considerar « guerracivilismo » cualquier actuación que, siquiera, intente restituir en sus justos términos lingüísticos lo ocurrido entre 1931 y1975. Todavía se pone en cuestión que los golpistas de julio de 1936, eran eso, golpistas, sublevados contra el régimen constitucional del momento. Que los rebeldes eran ellos y no quienes sometían a consejos de guerra por « rebelión militar ». Además, en la mayoría de los casos, las iniciativas encuadradas en el « movimiento de recuperación de la memoria » apenas se quedan en la forma y de manera muy limitada. Por ejemplo, erección de monolitos conmemorativos, casi descontextualizados, faltos de cualquier investigación e inaugurados de forma discreta. Así, sobre los sucesos de Casas Viejas no sólo se obvia cualquier intento de romper el tabú local sobre ellos, sino que finalmente acaban convertidos en el reclamo de un negocio.

En tercer lugar, que si además de ser un hecho de los conflictivos años treinta, tienen relación con el mundo anarquista, pues peor que peor. El renacimiento de las organizaciones libertarias a finales de los años setenta despertó la preocupación de las fuerzas políticas, tanto de la oposición cono de las herederas del franquismo. El temor estaba en que su desarrollo pusiera en peligro el modelo social y económico escogido para pasar de la dictadura a la democracia. El cerco al mundo libertario se hizo tanto desde el mundo de la cultura como del sindical y político. Para la mayoría de historiadores y creadores de opinión anarquismo era signo de « extremismo irracional », de « primitivismo utópico » y de otros cuantos piropos parecidos más. Para políticos y sindicalistas « mayoritarios » la CNT era sinónimo de « terrorismo » o refugio de « drogadictos ». Todo valía para eliminar un peligroso rival. De esta forma se fue tejiendo una capa de desinformación sobre el mundo ácrata que en nada desmerece la que estamos viendo estos días en los Estados Unidos con motivo de la destrucción de Nueva Orleans. Se define como de « anárquica » la situación originada por la aplicación de los principios capitalistas para hacer frente a la situación.

Eliminando al mundo anarquista de nuestra historia más reciente mal podemos entenderla. Identificando violencia con transformaciones sociales terminamos dando la razón a los sectores más ultramontanos que justifican golpes de Estado, asesinatos y limpieza ideológica social. De esta manera sólo nos queda el conformismo, el aceptar que no hay otra realidad que la presente. Lo que ocurrió en 1936 fue culpa de todos por igual. Que todos cometieron crueldades y crímenes es cierto. Pero, como escribía un participante en un foro en internet ¿es lo mismo luchar para aplastar la ilusión de una nación en un proyecto democrático de justicia social que luchar por aplastarla ? No es una cuestión de simetría, sino de pensar en que es posible otro mundo. Ese mundo que, como dijo Buenaventura Durruti en el verano de 1936, todos llevamos en nuestros corazones y que, pienso, no pasa por homenajes mercantiles.


Par : Cecilio Gordillo



Fuente: JOSÉ LUIS GUTIÉRREZ MOLINA /HISTORIADOR / La Voz de Cádiz