« Quien no está bien es ella », afirma señalando con la vista a su esposa, Marisa. En el modesto comedor de su piso de Barcelona su hija pequeña advierte algo extraño y, siempre en el regazo de su madre, no parece dispuesta a sonreír. El abeto apenas consigue alegrar la navidad en una estancia cada vez más oscura y a José Manuel Olivares casi hay que arrancarle las palabras.El martes un compañero le anunció que estaba entre los 660 despedidos de Seat. « Me lo olía, pero la espera ha sido una verdadera agonía », explica, consciente de que su adhesión a la CGT podía pesar en su contra algún día.
El matrimonio ya ha explicado la desgracia a sus más próximos.« Me preguntaban si nos había tocado la lotería… Sí, pero al contrario », ironiza, cuando dio la noticia. Pero dudan de que las fiestas de los próximos días vayan a cambiar por la nueva situación. « Nuestra vida cambiará después de las vacaciones », ayuda Marisa, quien asume que su rol familiar va a verse trastocado.Hace ocho años tuvo a su primer hijo y desde entonces se dedica por completo al hogar. « Voy a tener que buscar trabajo y… ¿cómo les dices ahora a los niños que deben quedarse a comer en el colegio, que tú tienes que trabajar ? ».
Por su parte, José Manuel optará por aguantar con el paro y « trapicheos » durante los próximos meses para sacar adelante la casa. Quiere volver a Seat. Asumir el mínimo de indemnización, 20 días de salario por año trabajado, y poder contar con la esperanza de volver a la planta de Martorell tras dos años en el desierto, como pactaron los dos sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT.
Asume que las condiciones laborales de la compañía no acaban de ser malas y sobre todo alude al pasado. Pese a varias bajas, la última de medio año por depresión, José Manuel es consciente de que toda su carrera profesional se ha desarrollado entre la planta de la Zona Franca y la de Martorell. Se inició en la escuela de aprendices de Seat, apenas cumplidos los 16, para conseguir la titulación de técnico en automatismos.
¿Hay futuro en Seat ?
José Manuel cuenta ya 14 años subiendo al autocar para desplazarse a la fábrica, con la categoría de oficial de segunda, incluidas campañas difíciles, como la gran reestructuración de 1993, que se saldó con más de 7.000 despidos. Incluso sufrió en sus propias carnes otra regulación de empleo de dos años, que se abrevió de forma inesperada : a los dos meses le reclamaban que se reincorporara para tareas de limpieza. Y volvió.
Así, ¿hay futuro en Seat ? « Me gustaría ser optimista y pensar que sí. » Pese a la esperanza, no niega su « impotencia y rabia » por lo sucedido, pese a que no tiene en sus manos la carta de despido.
Más combativa se muestra Merche Sánchez, aunque reconoce sentirse derrotada por la última jornada. La « compañera », como la presentan en el sindicato, es la secretaria general de la CGT desde no hace todavía una semana. Una de cal y una de arena. El domingo se convierte en la primera secretaria general de la central y el jueves se entera de su despido. Un despido especial. Se mueve gracias a unas muletas que le aligeran del desgaste de rodillas que sufre. No es su único dolor.
También se recupera de una enfermedad profesional que le ha provocado una suerte de tendinitis en la mano derecha, provocada por la pistola neumática que utilizaba en la planta de Seat para comprobar la fortaleza de las soldaduras de las carrocerías de los vehículos Seat. « Ahora, lo que más me preocupa es recuperarme físicamente ».
Aunque también es consciente de que si el despido prospera pese a las denuncias que prepara el sindicato, va a pasarlo mal en el futuro, ya que no vive de su cargo en el sindicato. « Vivo sola y pago una hipoteca equivalente al 50% de mi salario ». « Ahora me tenía que reincorporar para ver cómo respondía mi mano », continúa.Ayer, los agentes de la compañía de seguridad de Seat le retiraron la tarjeta que le permite entrar en la planta y el jefe de éstos se comunicó con ella a través de un teléfono interno : « Tiene que abandonar inmediatamente las instalaciones de Seat », le dijo, según su versión, forzado por las declaraciones que estaba ofreciendo ante las cámaras de televisión en las mismas instalaciones.
Fuente: DANI CORDERO. EL MUNDO (24-12-05), sección Economía.