Artículo publicado en RyN nº 379 de junio.

Vientres de alquiler, o su eufemismo: “Gestación subrogada”

La maternidad subrogada, una forma de violencia contra las mujeres y una práctica contemporánea de explotación reproductiva de mujeres y tráfico (venta) de seres humanos recién nacidos. Los vientres de alquiler son considerados por numerosos organismos y movimientos feministas como una nueva forma de esclavitud hacia la mujer.
La gestación subrogada es un proceso por el cual una mujer gestante lleva un proceso completo de embarazo y da a luz una criatura para otra persona o pareja, renunciando y cediendo así sus derechos legales sobre el bebé que tiene en el momento del nacimiento a cambio, normalmente, de una compensación económica. Una práctica que se sostiene en la necesidad económica de las mujeres que se prestan sin tener en cuenta el impacto que tiene en la salud mental de la madre y el bebé.
En estos últimos días, esta práctica ha provocado un debate social, mediante conversaciones, debates, artículos, columnas y horas de radio y televisión a raíz de la repercusión mediática que ha tenido lugar por el hecho que una persona famosa ha utilizado la gestación subrogada y que ha vuelto a poner el tema de la explotación reproductiva tanto en el foco mediático como en el político. Un debate viciado por los intereses económicos de quienes se lucran con una práctica que es violencia contra las mujeres.
Y no solo esto, sino que este asunto ha vuelto a moverse y ha provocado otro debate que los partidos políticos han aprovechado para pedir y señalar la posibilidad de regular los vientres de alquiler desde el altruismo. El debate social, en caso de existir, será un debate viciado por los intereses económicos de quienes se lucran con una práctica que es violencia contra las mujeres.
Todo este gradual viraje de posturas y del tratamiento mediático del mismo no es más que un conato de situar la gestación subrogada altruista como la opción del consenso. Un consenso donde las personas privilegiadas que pueden permitirse acceder a la explotación reproductiva tienen todo para ganar. Se trata de la explotación de las mujeres, todas ellas, pero especialmente de las racializadas, desposeídas y las más vulnerables socioeconómicamente para las cuales mercantilizar su capacidad reproductiva se convierte en la mejor opción que el patriarcado neoliberal les sirve en bandeja, sobre todo cuando habitan el sur global, pero también en nuestro país.
Tal como dice Teresa Domínguez, activista feminista integrante de Stop Vientres de Alquiler, la raíz del problema radica en la feminización de la pobreza, un problema real que utilizan las empresas para captar a estas mujeres. De hecho, explica, “se dan casos en los cuales trasladan a una mujer mexicana a California, la embarazan, la tienen allí retenida y, cuando la mujer da a luz, la devuelven a su país”. Una práctica habitual en los países latinoamericanos en los cuales “se aprovechan de la vulneración absoluta de las mujeres”, pero también en países del este de Europa como Ucrania, donde las mujeres son trasladadas a otros lugares como República Checa o Georgia. A estas madres se las paga “una miseria”, pero claro “para ellas les puede solucionar parte de su vida. Es terrible”.
No olvidemos que la explotación reproductiva altruista abre la puerta a un mercado lowcost que abarata un proceso especialmente nocivo en términos de salud para las mujeres. El uso de la palabra “altruismo” refleja hasta qué punto se pretende que las mujeres hagan todo por amor, aunque tenga graves repercusiones negativas para ellas. En el caso de la explotación reproductiva, estamos asistiendo a la proliferación de los matices hasta la extenuación: si te lo pide una amiga, si te lo pide una hermana con cáncer, si te lo pide tu madre, si te lo pide tu amigo gay, estas falsedades están al orden del día cuando se trata de vendernos como emancipadora una práctica en absoluto innovadora; si es altruista solo pagando gastos, si es altruista porque a la mujer gestante le apetece, etc. Esta campaña a la cual estamos asistiendo no es más que uno de los tentáculos de la reacción patriarcal.
Si bien es cierto que actualmente en España está clarísimamente prohibido desde 2006 —a pesar de que es un hecho utilizado por algunas personas, casualmente muchas y muchos famosos de nuestro país (el Gobierno informaba en 2017 que se habían producido 979 inscripciones por esta práctica entre 2010 y 2016)— países como los Estados Unidos, Ucrania, Rusia, Georgia, Australia o India, entre otros, sí que lo permiten. Y aquí es por donde se cuela la gestación subrogada en España porque quien hace la ley hace la trampa y, en este caso, lo verdaderamente problemático del asunto (ya de por sí problemático) es que quien ha hecho la trampa es el mismo que ha hecho la ley, puesto que la inscripción en el registro de los bebés nacidos por esta práctica fuera de nuestro país sí que está permitida desde 2010. Este punto es realmente el más complicado de entender por el entramado normativo y jurisprudencial que entra en juego (no tenemos espacio para poder analizarlo en estas líneas).
Ibone Olza, psiquiatra y directora del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal, lleva más de una década denunciando esta práctica, no solo desde una postura ética y feminista por considerarla rotundamente “una forma de explotación del cuerpo de la mujer”, sino también desde el impacto de los vientres de alquiler en la salud mental de madres y bebés. En el caso del bebé, tiene que enfrentarse, según la psiquiatra, a un cúmulo de pérdidas: falta de vínculo con la madre en el embarazo, mayor riesgo de prematuridad, ausencia de lactancia materna o vivir el duelo por la madre nada más nacer. “Para un bebé gestado en un vientre de alquiler es cómo si su madre muriera en el parto”, señala.
Existen algunas asociaciones y proyectos, que trabajan para crear conciencia e información sobre lo que representa la maternidad subrogada, elaborando y creando herramientas informativas, educativas y de comunicación, dando charlas en centros comunitarios, realizando campañas en redes sociales y asesorando asociaciones, medios de comunicación y sociedad civil.
Stop Vientres de Alquiler es uno de estos proyectos de divulgación feminista que tiene como objetivo impulsar el conocimiento y crear conciencia social sobre la maternidad subrogada como una forma de violencia contra las mujeres y una práctica contemporánea de explotación reproductiva de mujeres y venta de bebés, recopilando, analizando y compartiendo la información disponible sobre esta práctica aberrante y sus consecuencias para los Derechos Humanos de las mujeres y sus criaturas. “La madre pierde toda su libertad cuando firma el contrato para la gestación subrogada”. Este es uno de los argumentos clave para la plataforma Stop Vientres de Alquiler.
Como feministas, no podemos cerrar los ojos ante esta industria patriarcal, racista y clasista en la cual se desprecia la maternidad biológica, mientras que la paternidad intencional (adquirida mediante el pago de dinero) es cada día más intocable. Un tema “candente” que hay que poner sobre la mesa y debatir y analizar en profundidad más allá de los conflictos éticos y de los debates políticos. Debemos mantenernos alerta ante los debates políticos que aprovechan este eco mediático para intentar hacer un giro hacia la maternidad subrogada de manera altruista.

Nosotras lo tenemos claro.

DECIMOS BASTA:
LAS MUJERES NO SOMOS MERCANCÍA

¡NO A LOS VIENTRES DE ALQUILER!

Rosalia Molina
Sindicat d’Ensenyament Barcelona

 


Fuente: Rojo y Negro