Artículo de opinión de Rafael Cid
El poder siempre busca excusas para tener más poder. A costa de los derechos y libertades de los ciudadanos, aunque argumente que es por nuestro propio bien. Paternalismo que resulta mucho más preocupante cuando se trata de un gobierno de izquierda, nuestra hada madrina. Tuvimos un precedente de ello en 1992 con la llamada <<Ley Corcuera>>. Una medida del titular de Interior en la etapa felipista que autorizaba a la policía a entrar en casa ajena cuando lo considerara necesario.
El poder siempre busca excusas para tener más poder. A costa de los derechos y libertades de los ciudadanos, aunque argumente que es por nuestro propio bien. Paternalismo que resulta mucho más preocupante cuando se trata de un gobierno de izquierda, nuestra hada madrina. Tuvimos un precedente de ello en 1992 con la llamada <<Ley Corcuera>>. Una medida del titular de Interior en la etapa felipista que autorizaba a la policía a entrar en casa ajena cuando lo considerara necesario. El mismo ministro que fichó al comisario Villarejo se sacaba de la manga una Ley de Seguridad Ciudadana que dejaba en papel mojado la inviolabilidad de domicilio. Lógicamente, aquel apartado de <<la patada en la puerta>>, urdido con la sana intención de detener a los malos (los traficantes de drogas), fue anulado como aberración por el Tribunal Constitucional.
Pero casi tres décadas después la historia se repite. Y de nuevo con un ejecutivo progresista, que para más inri tiene a un magistrado como titular de la cartera. Ocurrió hace unas semanas en Madrid, pero no se ha conocido hasta ahora. La policía tiró la puerta abajo de un piso turístico porque un grupo de jóvenes estaban de jarana en la vivienda. Los intrépidos agentes emularon las actuaciones de los bomberos en situaciones de emergencia para frustrar un <<botellón>> que contravenía las limitaciones de aforo de la pandemia. La altruista acción de los reventadores de uniforme era otra vez por una buena causa, con ausencia de malicia. Como si un conductor creyera estar en su derecho al atropellar a un peatón que se ha saltado el semáforo.
Pero con ser grave lo sucedido, lo peor ha sido la indiferencia general con que se ha recibido la noticia, que ha tenido una cobertura política y mediática propia de un Estado policial. Hemos visto tertulias televisivas donde la noticia se acompañaba con las únicas y exclusivas opiniones expertas de portavoces policiales. Incluso representantes de sus sindicatos llegaron a argumentar falazmente que el juez había aprobado el operativo, reconociendo impúdicamente que los allanadores carecían de mandato judicial cuando decidieron actuar por las bravas. Los pajaritos disparando a las escopetas, léase, los servidores de la ley infligiéndola porque ellos son la ley, como en las pelis del oeste. Aunque el artículo 18, 2 de la C.E. diga taxativamente:<<El domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podrá hacerse en él sin consentimiento del titular o resolución judicial, salvo en caso de flagrante delito>>.
A más más, una cosa es el preocupante celo con que los Cuerpos de Seguridad actúan cuando consideran que el Estado son ellos, y otra aún peor es que los políticos que hacen precampaña cara a las elecciones autonómicas del 4-M en la capital no hayan considerado importante salir al paso de la inmensa barrabasada. Han seguido en el <<y tu más>>, dando por buena la presunción de culpabilidad de unos <<juerguistas>> que creyeron estar en un Estado de derecho y que les amparaba la vigente constitución. Sin ir más lejos, Más Madrid ha terciado en el conflicto tratando de rentabilizar el <<me gusta>> con que al parecer la gente ha recibido esta nueva versión de la coz en la puerta. A su candidata, Mónica García, le faltó tiempo para comunicar la presentación de denuncias contra una docena de pisos turísticos con <<turistas hincando el codo>>.
Todo esto sería una anécdota si no fuera porque supone una prueba más del abuso de poder con que está actuando el Gobierno de coalición de izquierdas aprovechando el estado de alarma en que estamos inmersos desde el 14 de marzo de 2019. Se empezó militarizando los partes sobre la pandemia con aquel elenco chaplinesco de la Operación Balmis; continuamos con un confinamiento domiciliario que era un estado de excepción encubierto; y ahora nos topamos con la policía democrática imitando los porrazos de Corcuera como si fuera la cosa más normal del mundo. Existe el peligro de que una sociedad dominada por el <<síndrome de Estocolmo>> debido al miedo al coronavirus piense que su estatus se defiende a cañonazos caiga quien caiga. Volvemos a aquello que solía decirse cuando la policía franquista detenía a una persona: <<algo habrá hecho>>. Aquí y ahora, uno de los nuestros resucita la doctrina Fraga. También para Marlaska la calle es suya.
Rafael Cid
Fuente: Rafael Cid