La indignación es una vitamina que se nos mete por las venas y nos hace sentirnos vivas. Se nos ha instalado una sensación agridulce, como la salsa de los rollitos de primavera.

La indignación es una vitamina que se nos mete por las venas y nos hace sentirnos vivas. Se nos ha instalado una sensación agridulce, como la salsa de los rollitos de primavera.

Por un lado las cosas van a peor : mayores y más numerosas colonias, robo de tierras, de agua, detenciones arbitrarias, más de 10.000 palestinos y palestinas siguen prisioneros en cárceles sin derechos básicos, el ilegal muro que sigue extendiendo sus garras, chekpoint, carreteras exclusivas para israelíes, privación de la libertad de movimientos a la población, etc. Por otro lado la organización de la gente desde la resistencia civil nos anima y da esperanza en que el final de la ilegitima, ilegal e inhumana ocupación puede tener fin. Poco a poco hay cada vez más gente que viene y ve la realidad : que Israel no puede mostrarse al exterior como un estado normalizado, sino como lo que es una entelequia que llaman estado, ocupante y colonialista, lo cual cada vez da más fuerzas al movimiento de resistencia civil y a las campañas como el BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones).

Acompañando a las familias en la cosecha de la aceituna, vamos conociendo parte de esta historia y de los problemas que genera la ocupación. No sólo la parte más visible, el robo ilegal de tierras, sino la que no se ve, el robo de los acuíferos subterráneos que priva de agua a los sedientos olivos mermando las cosechas y a los legítimos pobladores de esta tierra, con restricciones de agua cada 10 días. No hay dudas a la hora de distinguir la casa de un colono ladrón de tierras, de una vivienda palestina, la de la población palestina tiene en el tejado una depósito de agua, para poder sobrellevar los cortes del suministro, la de los colonos, no sólo no tiene depósito en el tejado sino que probablemente tendrá césped, jardín y hasta piscina.

Hoy recogimos aceitunas acompañando a la familia Jabar, en Jab`a. La mitad de sus tierras, fueron declaradas terrenos propiedad de estado sionista de Israel, por decreto, Las autoridades israelíes les han denegado todos los permiso para nuevas plantaciones de olivos en el resto de la tierra, además hay un chekpoint a la entrada que les impide, de forma aleatoria, acceder a su tierra. Sin posibilidad de cultivar sus tierras, a muchas personas de esta zona solo les quedan la posibilidad de trabajar en las fábricas de materiales de construcción destinadas a la ampliación de nuevas colonias. A otros vecinos, que iba a cuidar de sus manzanos, los colonos les dispararon : asesinaron a uno y al otro le hirieron, cuando éste era trasladado al hospital, el ejército procedió a su detención y murió bajo arresto.

Aparte de la limpieza étnica que supuso las destrucción de 130 poblaciones palestinas y la expulsión forzosa de 830.000 habitantes en el año 1948, han modificado el paisaje, arrancando lo milenarios olivos y destruyendo los tradicionales cultivos en bancales, para plantar pinos de repoblación, abetos y otras coníferas, viñedos en espaldera, para que los israelíes no tengan la imagen de que están donde están, es decir en Oriente Medio. De la misma manera, las exclusivas carreteras que unen los asentamientos tiene en sus laterales muros laterales (supuestamente barreras acústicas) cuya función es que los conductores israelíes no vean el paisaje y las poblaciones palestinas y sean los menos conscientes posible de la ocupación.

La presencia de internacionales, aunque simbólica en trabajo, supone un apoyo importante para las familias palestinas que todavía viven de la agricultura, porque sus tierras son “peligrosas” porque están cerca del muro, o de las colonias, o de la “green line”, o de los check point, o de lo que sea, la cuestión es alimentar poco a poco el fuego de la cazuela donde se cuece el lento genocidio del pueblo palestino.

Marcos y Alicia, Sodepaz-Balamil

Bethlehenm (Palestina) octubre de 2010