Manolo, un vasco encajado en Madrid, se enganchó en CNT en el comienzo de la reorganización (“reconstrucción”, decíamos) de la Organización, colaborando en la fundación del Sindicato de Telefónica, en Madrid.
Desde ese momento, ya con 4 hijos, siempre encontró el tiempo para no dejar de participar en los avatares de aquella organización que se debatía entre la organización integral y la ortodoxia anarcosindicalista, en los momentos buenos y en los malos: Manolo siempre estaba allí. Promotor de iniciativas sindicales, compañero de todas las batallas, Manolo, arrimó el hombro donde se lo pidieron, en los comités, comisiones de todo, y muchos de los mil proyectos que nacían y morían, continuamente.
Desde ese momento, ya con 4 hijos, siempre encontró el tiempo para no dejar de participar en los avatares de aquella organización que se debatía entre la organización integral y la ortodoxia anarcosindicalista, en los momentos buenos y en los malos: Manolo siempre estaba allí. Promotor de iniciativas sindicales, compañero de todas las batallas, Manolo, arrimó el hombro donde se lo pidieron, en los comités, comisiones de todo, y muchos de los mil proyectos que nacían y morían, continuamente.
En esos tiempos lo conocí, también a sus hijos y a Montse (y a un nuevo retoño que llegó), conviví con él, con ellos, y nos hicimos amigos además de compañeros. Por eso puedo hablar de él: generoso, luchador, y solidario, siempre compartiendo.
Su vinculación a la Fundación Salvador Seguí no fue sino una más de las mil maneras que tuvo de ayudar a lo que olía a libertario. Se prejubiló y siguió echando una mano a la vez que ajustaba sus historias familiares. Entonces enfrentó una de las ilusiones de su vida: “como no pude estudiar de joven, lo hago ahora”, y se metió con el arte, se apasionó con el Románico y la arqueología como se había apasionado con la lucha por la libertad desde lo libertario.
Lo que no pudo doblegar la patronal, lo hizo el tabaco: a principios de este año, a Manolo de diagnosticaron un cáncer de pulmón y le ofrecieron la quimioterapia como una forma de alargar, penosamente, la vida. Renunció a ese edulcorante y enfrentó la muerte con la misma generosidad con la que vivió, y tranquilamente, nos dejó el viernes 15 de junio.
Querido Manolo, compañero, amigo, estarás con nosotros mientras esto dure…
Carlos Ramos
Fundación Salvador Seguí
Fuente: Fundación Salvador Seguí