Al inicio de “la crisis”, cuando parecían derrumbarse los bancos y entidades financieras, todos los gobiernos con peso en el concierto internacional corrieron a salvar el mundo de las finanzas con dinero público, con nuestro dinero. Posteriormente la crisis financiera se trasladó a la producción, y ésta la desplazó a los y las trabajadoras. Hoy, mientras la banca especula y hace negocio con la deuda pública emitida para salvarla, hacen recaer sobre el conjunto de la sociedad los efectos perniciosos de esa crisis que generaron y perpetúan.
Las recetas vuelven a generar consenso y a ser comúnmente admitidas. Aquí y en Grecia obedecen un mismo dictado : para salir de la crisis hay que favorecer la inversión y contener el gasto público (no precisamente el dirigido a armamento o a proyectos desarrollistas como el TAV), recortar los gastos sociales, disminuir los impuestos empresariales, abaratar los salarios, precarizar el empleo, facilitar el despido, aumentar la edad de jubilación, perseguir la inmigración … Lo lógico. Lo lógico dentro de la ilógica que nos vienen imponiendo, que fomenta el beneficio, la productividad y la competitividad, postergando siempre el reparto del trabajo y de los recursos, que nunca llega. Lo que llega, y se queda, son las medidas que se aplican que no hacen sino precarizar todas las esferas de nuestras vidas.
La actual crisis tiene un fuerte componente ecológico. El desarrollo económico ilimitado, tan necesario para el capitalismo, es imposible en un planeta de recursos limitados, además de nada deseable socialmente. Agotamiento de recursos, residuos contaminantes, cambio climático… fenómenos que nos dicen a las claras que el capitalismo sólo será capaz de generar mayores recursos para cada vez menor número de personas, mientras condenará, incluso en nuestras sociedades enriquecidas, a cuotas más severas de pobreza a sectores de la población cada vez más amplios.
Cuatro millones y medio de parados y trescientos mil hogares sin ningún ingreso salarial no van a recibir otra oferta, por parte del mundo político y empresarial, que más precariedad y más paro. Tampoco se vislumbra alternativa alguna en ese sindicalismo que acepta demasiado acríticamente la lógica desarrollista y que dirige su conservadora actuación sindical al sector de trabajadores más establecido laboralmente, que es precisamente el que tiene peso y otorga representatividad sindical.
No son previsibles modificaciones significativas en el modelo de sociedad y de desarrollo sin previos cambios profundos en el sindicalismo y el conjunto de organizaciones sociales activas. Por ello, en CGT queremos hacer e impulsar esos cambios. Mayores grados de igualdad y justicia social sólo vendrán si ponemos el reparto como centro y prioridad de nuestra actuación, lo que exige la predisposición a repartir del sector de trabajadores más establecido, con acceso a un alto nivel de consumo.
Debemos empezar, sin esperar a escenarios de ocaso del sistema capitalista que nunca llegan, a repartir el trabajo existente, trabajando por una reducción significativa de jornada, por encima de la reivindicación económica e incluso en detrimento suyo. El trabajar menos para trabajar todos y todas (quienes quieran) no puede quedar en slogan envejecido. Trabajar menos es una opción felicitante, radical y distinta. Se necesita un cambio de mentalidad para asumirla. Significa reducir el nivel de consumo, algo que puede ser inicialmente difícil de asumir, pero liberador a la postre. Una sociedad más austera en lo económico se enriquece en participación, apoyos sociales y soluciones colectivas y públicas a necesidades como educación, sanidad, dependencia, vivienda…
Por eso en CGT venimos propugnando la necesidad de una convocatoria de Huelga General, que además de ser un potente acto de protesta, signifique nuestra decisión de cambio de modelo sindical, que revitalice y dé credibilidad a nuestra exigencia de otro modelo económico y social.
Preparando este camino de movilización e inflexión, el próximo domingo, 16 de mayo, marcharemos desde toda la península a Madrid para participar en la “Cumbre de los Pueblos”, y así oponernos en manifestación, junto a decenas de organizaciones y colectivos sociales, a la nefasta presidencia europea española, las políticas económicas y sociales de la Unión Europea, y los objetivos de la cumbre de Presidentes y Jefes de Estado de la Unión Europea, América Latina y Caribe que se realizará en esas fechas en la ciudad. Será esta marcha nuestro grito de dignidad y rebeldía ante un neoliberalismo depredador y antisocial.
Manolo Velasco, Secretario General de CGT-Nafarroa