1. Resistir es crear.

Contrariamente a la posición defensiva en la cual se encuentran a menudo los movimientos y grupos contestatarios o alternativos, nosotros pensamos que la verdadera resistencia pasa por la creación, aquí y ahora, de los lazos y las formas alternativas iniciadoras de movimientos, grupos y personas que, a través de una militancia por la vida, superan al capitalismo y a la reacción. Nosotros creemos que, a nivel internacional, asistimos hoy al comienzo de una contraofensiva, después de un largo tiempo de dudas, marchas atrás y destrucción de las fuerzas alternativas.

 Este retroceso ha sido aprovechado ampliamente por
las fuerzas del neoliberalismo y el capitalismo para destruir una buena
parte de lo que cientocincuenta años de luchas revolucionarias habían
construido. Así, resistir es crear las nuevas formas, las nuevas
hipótesis teóricas y prácticas que estén a la altura del desafío actual.

2. Resistir a la tristeza

 Este retroceso ha sido aprovechado ampliamente por
las fuerzas del neoliberalismo y el capitalismo para destruir una buena
parte de lo que cientocincuenta años de luchas revolucionarias habían
construido. Así, resistir es crear las nuevas formas, las nuevas
hipótesis teóricas y prácticas que estén a la altura del desafío actual.

2. Resistir a la tristeza

Vivimos una época profundamente marcada por la tristeza. No sólo la
tristeza de los llantos sino, y sobre todo, la tristeza de la
impotencia. Los hombres y las mujeres de nuestro tiempo viven en la
certeza de que la complejidad de la vida es tal que lo único que podemos
hacer, so pena de aumentarla, es someternos a la disciplina del
economicismo, el interés y el egoísmo. La tristeza social e individual
nos corroe y nos convence de que no tenemos más los medios de vivir una
verdadera vida y así nos sometemos al orden y a la disciplina de la
sobrevida. El tirano necesita la tristeza porque así, cada uno de
nosotros se aísla en su pequeño mundo, virtual e inquietante, pero a la
vez los hombres tristes necesitan del tirano para justificar su
tristeza. Nosotros creemos que el primer paso contra la tristeza (la
forma en que existe en nuestras vidas el capitalismo) es la creación de
lazos solidarios y concretos. Romper el asilamiento, crear solidaridades
es el principio de un compromiso, de una militancia que no funciona más
“contra” sino “por” la vida, la alegría, a través de la liberación de
la potencia.

3.  Resistencia es multiplicidad

La lucha contra el capitalismo, que no puede reducirse a la lucha
contra el neoliberalismo, implica prácticas de multiplicidad. El
capitalismo ha inventado un mundo único y unidimensional, pero ese mundo
no existe “en sí”.  Para existir exige nuestra sumisión y nuestro
acuerdo. Ese mundo unificado, que es un mundo devenido mercancía, se
opone a la multiplicidad de la vida, se opone a las infinitas
dimensiones del deseo, de la imaginación y de la creación. Se opone,
fundamentalmente, a la justicia. Es por eso que nosotros creemos que
toda lucha que se pretenda global o totalizante contra el capitalismo
queda atrapada en la estructura misma del capitalismo, es decir, la
globalidad. La resistencia debe partir y desarrollar las multiplicidades
mediante la creación de lazos de solidaridad y ayuda, pero en ningún
caso una dirección o estructura que globalice, que centralice estas
luchas.

4. Resistir es un centro difuso

Una red de resistencia que respete la multiplicidad es un círculo que
posee,  poética y paradojalmente, su centro en todas partes.

5. Resistir es no desear el poder

Ciento cincuenta años de revoluciones nos enseñaron que,
contrariamente a la visión clásica, el lugar del poder, los centros de
poder, son a la vez centros de mínima potencia  o bien de impotencia. El
poder se ocupa -por así decirlo- de la gestión, y no tiene, en sí
mismo, la posibilidad de modificar desde arriba la estructura social si
la potencia de los lazos reales en la base no se lo permiten. La
potencia se encuentra así tendencialmente separada del poder
constituido. Es por ello que nosotros pensamos que lo que sucede
“arriba” es del orden de la gestión y la política, en el sentido noble,
es lo que sucede “abajo”, en el ámbito del poder constituyente. Es por
ello que la resistencia alternativa será potente en la medida en que
abandone la trampa de la espera, es decir, el dispositivo político
clásico que posterga, invariablemente a un “mañana”, a un después, el
momento de la liberación. Los “amos liberadores” nos piden la obediencia
hoy en nombre de una liberación que veremos mañana, pero mañana es
siempre mañana. Es por esto que nosotros proponemos a los amos
liberadores (comisarios políticos, dirigentes burocratizados y otros
militantes tristes) la liberación aquí y ahora y la obediencia, mañana.

6. Resistir a la serialidad

El poder mantiene y desarrolla la tristeza apoyado en la ideología de
la inseguridad. El capitalismo no puede existir sin serializar, sin
dividir, sin separar. Y la separación  triunfa cuando, poco a poco, la
gente, los pueblos, las naciones viven obsesionados por la inseguridad.
Nada es más fácil a disciplinar que un pueblo de ovejas convencido de
que son, todos y cada uno, un lobo para otro. La inseguridad y la
violencia son reales, pero solamente en la medida en que lo aceptemos;
es decir, que aceptemos esta ilusión ideológica que nos hace creer que
somos, cada uno de nosotros, un individuo aislado del resto. Vive el
hombre triste como si hubiera sido arrojado a un decorado; los otros son
figurantes. La naturaleza, el mundo y los animales son “utilizables”, y
cada uno de nosotros, el protagonista central y único de nuestras
vidas. El individuo no es ya una persona, el individuo es una ficción,
una etiqueta; la persona, en cambio, es cada uno de nosotros pero a
condición de abrir los ojos a la realidad de nuestra pertenencia a este
todo sustancial que es el mundo. Se trata de rechazar las etiquetas de:
profesión,  nacionalidad, estado civil, desocupados, empleados,
discapacitados, etc., detrás de las cuales el poder intenta uniformar y
aplastar la multiplicidad que cada uno de nosotros es. Pero nosotros
somos multiplicidades mezcladas con multiplicidades. Es por eso que el
lazo social no es algo que haya que construir sino, más bien, asumir.
Los individuos, las etiquetas, viven y refuerzan el mundo virtual.
Reciben noticias de sus propias vidas a través de la pantalla de la
televisión. La resistencia alternativa implica dar un lugar al real de
los hombres, las mujeres, la naturaleza. Los individuos se encuentran
como tristes sedentarios atrapados en sus etiquetas y roles. Es por ello
que la alternativa implica asumir un nomadismo libertario.

7. Resistir sin amos

La creación de una vida diferente pasa, fundamentalmente, por la
creación de alternativas, de modos de vida, de modos de desear. Si
nosotros deseamos lo que posee el amo, si nosotros deseamos de la misma
manera que el amo, estaremos condenados a repetir las famosas
revoluciones pero, esta vez,  en el sentido que en la física tiene la
palabra “revolución”, es decir, una vuelta completa a un mismo punto. Se
trata así de inventar y de crear en lo concreto nuevas prácticas e
imágenes de felicidad. Si nosotros pensamos que solamente se puede ser
feliz a la manera individualista del amo y pedimos una revolución que
nos de satisfacción estaremos condenados eternamente a cambiar de amos.
Hay que crear un comunismo no de la necesidad sino del goce que da la
solidaridad. No se debe compartir a la manera triste, es decir, porque
estemos obligados. Hay que descubrir el goce de una vida más plena, más
libre. En la sociedad de la separación, de la atomización, es decir, en
la sociedad capitalista, los hombres y las mujeres no encuentran lo que
desean, deben contentarse con desear lo que encuentran. La separación es
separación así de los unos con los otros, de cada uno de nosotros con
el mundo, del trabajador con su producto, pero a la vez de cada uno de
nosotros, separados, exiliados de nosotros mismos. Es la estructura de
la tristeza.

8. Una política de la libertad

En efecto, la política, en su sentido profundo, se conecta con las
prácticas emancipatorias, con las ideas y las imágenes de felicidad que
derivan de ellas. La política es la fidelidad con una búsqueda activa de
la libertad. En contra de esta idea de la política se alza la política
como gestión de la situación tal como aparece dada.

La gestión es un momento, es una tarea, es un aspecto. Pero este
elemento se pretende el todo. Se reclama el todo de la política. Demanda
toda la atención y jerarquiza las prioridades, limitando, frenando e
institucionalizando las energías vitales que la rebasan. La gestión es
representación, y la representación, como tal, es solo parte del
movimiento real. Este -movimiento real- no necesita de la representación
para vivir, y ésta -presentación-, en cambio, tiende a acotar la
potencia de la presentación.

La política revolucionaria es aquella que persigue en todo momento la
libertad pero no en tanto asociada esencialmente a hombres o
instituciones, sino como un devenir permanente que no acepta atarse,
fundirse, encarnarse ni institucionalizarse. La búsqueda de la libertad
se vincula con la constitución del movimiento real, de la crítica
práctica, del cuestionamiento permanente y del desarrollo ilimitado de
la vida.

En este sentido la política revolucionario no es lo contrario de la
gestión. En todo caso a lo que se opone la política es a la separación y
la reificación de la gestión. Esta, como parte del todo, es parte de la
política. La gestión como queriendo ser el todo de la política, en
cabio, es precisamente el mecanismo de la virtualización que nos sumerge
en la impotencia.

La política como tal no es sino la armonía de la multiplicidad de la
vida en conflicto permanente contra sus propios límites. La libertad es
el despliegue de sus capacidades y potencias, la gestión es solo un
momento limitado y circunscrito en que este despliegue se representa.

9. Resistencia y contracultura

Resistir es crear y desarrollar contrapoder y contracultura. La
creación artística no es un lujo del hombre, es una necesidad vital de
la cual las inmensas mayorías se encuentran privadas. En la sociedad de
la tristeza, el arte fue separado de la vida, más aún, el arte está cada
vez más separado del arte mismo, porque está poseído, gangrenado por
los valores mercantes. Es por ello que los artistas entienden, quizás
mejor que muchos, que resistir es crear. A ellos también nos dirigimos,
para que la creación supere la tristeza, es decir, la separación, para
que la creación pueda liberarse de la trampa del dinero y recupere su
lugar en el seno de la vida.

10. Resistir a la separación

Resistir es, a la vez, superar la separación capitalista entre teoría
y práctica, entre el ingeniero y el obrero, entre la cabeza y el
cuerpo. Una teoría que se separa de las prácticas se transforma en una
idea estéril. Es así como, en nuestras universidades, existen miríadas
de ideas estériles, pero a la vez las prácticas que se separan de la
teoría se condenan a desaparecer por fatiga en una suerte de
autoreabsorción. Resistir, entonces, es crear los lazos entre las
hipótesis teóricas y las hipótesis prácticas, que todo aquel que sepa
hacer algo sepa también transmitirlo a aquellos que desean liberarse.
Creamos así  las relaciones, los lazos que potencian teorías y prácticas
de emancipación, de espaldas a los cantos de sirena que nos proponen
“ocuparnos de nuestras vidas” y, de esa manera, respondemos que nuestras
vidas, porque no son más sobrevidas, se extienden más allá de los
límites de nuestra piel.

11. Resistir a la normalización 

Resistir significa, a la vez, deconstruir el discurso falsamente
democrático que pretende ocuparse de los sectores y la gente excluida.
En nuestras sociedades, no existen los “excluidos”; en nuestras
sociedades, estamos todos incluidos de maneras diferentes, de maneras
más o menos indignas y terribles, pero incluidos. La exclusión no es un
accidente, no es un exceso. Lo que ellos llaman exclusión e inseguridad
es lo que nosotros debemos ver como la esencia misma de esta sociedad
que ama la muerte. Es por esto que luchar contra las etiquetas implica
nuestro deseo de contactarnos con las luchas de los denominados
“anormales” o discapacitados. Nosotros decimos que no hay hombre o mujer
anormal, no hay hombre o mujer discapacitados. Existen personas y modos
de ser diferentes. Las etiquetas actúan como minicampos de
concentración donde cada uno de nosotros está definido por un nivel dado
de impotencia. Lo que nos interesa es la potencia, la libertad. Un
discapacitado existe solamente en una sociedad que acepta la división
entre fuertes y débiles. Si nosotros rechazamos esto, que es la
barbarie, no podemos guardar el encasillamiento, la selección del
capitalismo. Es por ello que la alternativa implica un mundo donde cada
uno de nosotros asume su fragilidad y donde cada uno de nosotros
desarrolla lo que puede, con los otros y por la vida. Conocemos, por
ejemplo, la increíble riqueza de la cultura sorda, creada una vez que
hombres y mujeres de coraje han sabido hacer estallar la prisión de la
taxonomía médica, de la misma manera la lucha contra la psiquiatrización
de la sociedad, y tantas otras luchas que, lejos de ser pequeñas luchas
por un poco más de espacio, son verdaderas creaciones que enriquecen la
vida. Por eso, invitamos también a resistir con nosotros a los grupos
de lucha contra la normalización disciplina médico-social.

Otro tanto sucede con las formas de disciplinamiento propia de los
sistemas educativos. La normalización opera aquí como una amenaza
permanente de fracaso o desempleo. Existen en cambio experiencias
paralelas, alternativa y diversas respecto de la escolarización en las
que los problemas ligados a la educación se despliegan en una lógica
diferente.

Discapacitados, desocupados, jubilados, culturas marginadas,
homosexuales, son todas formas de clasificación sociológica que operan
separando y aislando a partir de la impotencia, de lo que no pueden
hacer, tornando unilateral y pobre, lo múltiple, lo rico, lo que puede
ser visto como pleno de potencia.

12.  Resistir al repliegue

Resistir es, también, rechazar la tentación de un repliegue de
identidad que separe nacionales de extranjeros. La inmigración, los
flujos migratorios no son un problema, son una profunda realidad de la
humanidad, desde siempre y para siempre. No se trata de ser
filantrópicamente bueno para con los extranjeros, se trata de desear la
riqueza que el mestizaje produce. Resistir es crear lazos entre los
“sin”, sin techo, sin trabajo, sin papeles, los sin dignidad, los sin
tierra, todos los sin que no poseen el “buen color de piel”, la buena
práctica sexual, etc. Una unión de sin, una fraternidad de los sin, no
para ser “con” sino para construir sociedades donde no existan más los
sin y los con.

13. Resistir a la ignorancia

Nuestras sociedades que se pretenden culturas científicas son, en
realidad, desde un punto de vista histórico y antropológico, el modo de
sociedad que ha producido el máximo grado de ignorancia que la epopeya
humana haya conocido. Si en toda cultura los hombres poseían técnicas,
nuestra sociedad es la primera propiamente poseída por la técnica.
Noventa por ciento de nuestros contemporáneos son incapaces de saber lo
que pasa entre el momento en que ellos aprietan los botones y el momento
en que el efecto deseado se produce. El noventa por ciento de nuestros
contemporáneos ignoran la casi totalidad de los resortes y mecanismos
del mundo en el cual viven. Así, nuestra cultura produce hombres y
mujeres ignorantes que, al sentirse exiliados de su medio, pueden
destruirlo sin más. La violencia de este exilio es tal que, por primera
vez, la humanidad se encuentra frente a la real y concreta -quizás
inevitable- posibilidad de su destrucción. Nos dicen que dada la
complejidad de la técnica los hombres deben aceptarla sin comprenderla,
pero el desastre ecológico muestra que aquellos que creen comprender la
técnica están lejos de manejarla. Es urgente crear colectivos, núcleos,
foros de socialización del saber para que los hombres puedan nuevamente
hacer pie en el mundo real. Hoy en día, la técnica de la genética nos
pone al borde de una selección entre los seres humanos de acuerdo a
criterios de productividad y beneficio. El eugenismo, en nombre del
bien, inhumaniza la humanidad. Nos dicen, desde las pantallas que
ordenan nuestras vidas, que ya podemos proceder a la clonación de un ser
humano, y nuestra triste humanidad desorientada ignora qué es un ser
humano. Estas son cuestiones profundamente políticas que no deben quedar
en manos de los técnicos. La res pública no debe devenir en res
técnica.

14. Resistencia permanente

Resistir es afirmar que, contrariamente a lo que pudimos creer, la
libertad no será nunca un puerto de llegada. Paradojalmente, la
esperanza nos hunde en la tristeza. La libertad y la justicia existen
solamente aquí y ahora, en y por las vías que la construyen. No hay amo
bueno ni utopía realizada. La utopía es el nombre político de la esencia
misma de la vida, es decir, el devenir permanente. Es por esto que el
objetivo de la resistencia no será jamás el poder. El poder y los
poderes están ellos condenados a no alejarse demasiado de lo que un
pueblo desea. Es por ello que es siempre una actitud de esclavo creer
que el poder decide el real de nuestras vidas. Es por ello que el hombre
triste -decíamos- necesita al tirano. No es suficiente pedir a los
hombres que ocupan el poder que dicten tal o cual ley, separadas de las
prácticas de la base social. No podemos, por ejemplo, pedir a un
gobierno que dicte leyes de solidaridad con los extranjeros si en la
base social no construimos esta solidaridad. La ley y el poder, si son
democráticos, deben reflejar el estado de la vida real de la sociedad.
Es por esto que nuestro problema no es que el poder sea corrupto y
arbitrario. Nuestro problema y nuestro desafío es la sociedad que este
poder refleja, es decir, nuestra tarea, como hombres y mujeres libres,
es que existan los lazos de solidaridad, de libertad y amistad que
impidan realmente que el poder sea reaccionario. No hay más libertad que
las prácticas de liberación.

15. La alternativa es lucha

 No se puede realmente ser anticapitalista y aceptar, al mismo
tiempo, las imágenes de felicidad y realización que el mismo sistema
genera. Si se desea ser como el amo,  tener lo que el amo tiene, se está
en la posición del esclavo. El camino de la libertad es incompatible
con el deseo del amo. Precisamente de la resistencia surgen otras
imágenes de la felicidad y de la libertad, imágenes alternativas,
ligadas a la creación y al comunismo.

Desear el poder del amo es lo opuesto a desear la libertad. Y la libertad es devenir libre, es lucha.

La composición de lazos aumenta la potencia, la separación
capitalista la disminuye. La lucha por la libertad es ya lucha comunista
por recuperar y aumentar la potencia. En cambio el capitalismo opera
por abstracción, por serialización y reificación, descomponiendo lazos y
sumergiéndonos en la impotencia. Por eso la lucha por la libertad y la
democracia son devenir permanente que no encuentran encarnación
definitiva. Por eso la lucha es siempre por encontrarse con la potencia,
por componer lazos, por alimentar el deseo de la libertad en cada
situación concreta.

16. Resistencia obrera

La resistencia y la creación de sociedades nuevas exige que pensemos a
la vez la cuestión del llamado sujeto revolucionario, es decir, la
clase obrera, personaje mesiánico dentro del historicismo moderno.
Contrariamente a lo que pretenden los sociólogos posmodernos de la
complejidad, la clase obrera no tiende a desaparecer. Simplemente, la
función obrera se desplaza y se ordena geográficamente. Así, si en los
países centrales numéricamente hay menos obreros, la producción se ha
desplazado hacia los llamados países periféricos, donde la explotación
brutal de hombres, mujeres y niños garantiza enormes beneficios a las
empresas capitalistas. Así, en los países centrales, mediante la
evocación de  la inseguridad y el miedo, se proponen a las clases
populares alianzas nacionales para mejor explotar al tercer mundo.
Nosotros decimos que la producción capitalista es una producción difusa,
desigual y combinada. Es por ello que la lucha, la resistencia debe ser
múltiple, pero a la vez solidaria. No existe liberación individual o
sectorial. La libertad se conjuga solamente en términos universales, o
dicho de otra manera, mi libertad no termina donde comienza la libertad
de otro, sino que mi libertad no existe sino bajo la condición de la
libertad del otro. Nosotros pensamos que si bien no existe un sujeto
revolucionario, existen, de todas maneras, sujetos múltiples
revolucionarios. Hoy en día, vemos florecer coordinadoras, colectivos y
grupos de trabajadores que desbordan en sus reivindicaciones ampliamente
las luchas sectoriales. Estas luchas deben en cada singularidad, en
cada situación concreta, superar los encasillamientos del amo, es decir,
rechazar la separación entre empleados y desocupados, entre nacionales y
extranjeros. No porque el empleado, el nacional, hombre, blanco sea
caritativo con el desempleado, el extranjero, la mujer, el
discapacitado, el menor, sino porque toda lucha que acepte y reproduzca
estas diferencias -hay que decirlo, claramente y de una buena vez por
todas- es una lucha que, por más violenta que sea, respeta y refuerza el
capitalismo.

Pero la función obrera también se desplaza en otro sentido. De la
fábrica clásica como espacio físico privilegiado de constitución de
valor a la fábrica social, en que el capital asume la tarea de coordinar
y subsumir todas y cada una de las actividades sociales. El valor se
difumina por toda la sociedad. Circula a través de las múltiples formas
del trabajo. La acumulación capitalista se amplía al todo de la sociedad
y, por tanto, puede ser saboteada en cualquier punto del circuito,
mediante actos de insubordinación. El trabajo valoriza al mundo de
formas múltiples mediante la combinación de un complejo de tareas
puramente técnicas, profesionales, administrativas y creativas sean
manuales o intelectuales. En la base de todo el proceso está la potencia
de la cooperación como la fuerza productiva del valor.

17. Trabajo y no trabajo

Parte de la construcción de las jerarquías y clasificaciones que se
nos imponen parten de la confusión de la división técnicas del trabajo y
la división social del trabajo. Es que bajo la noción de trabajo
entendemos dos cosas diferentes. Por un lado una actividad constitutiva,
antropológica u ontológica del hombre, el conjunto de las relaciones
sociales que nos conforman, la perspectiva materialista de la sociedad y
la historia. Pero por otro lado el trabajo es ese deber, alienante, esa
esclavitud moderna bajo la que el capital nos separa en clases. Es
aquello que nos hace sufrir cuando lo tenemos y cuando no lo  tenemos.
Abolir el trabajo en este último sentido es realizar las posibilidades
de la idea comunista del trabajo, la del primer sentido.

Las jerarquías que se fundan en la unimidimensionalización de la vida
en la cuestión del trabajo alienado, en el empleo, son las que deben
quedar disueltas en la apertura a la multiplicidad de saberes y
prácticas de la vida.

El trabajo, desde el punto de vista ontológico, el conjunto de las
actividades que efectivamente valorizan al mundo (técnicas, científicas,
artísticas, políticas)son, a la vez, una fuente de democratización
radical y un cuestionamiento definitivo y total del capitalismo.

18. Resistir es construir prácticas

Resistir no es, entonces, tener opiniones. En nuestro mundo,
contrariamente a lo que se cree, no hay “pensamiento único”; hay
cantidades de ideas diferentes. Lo que ocurre es que opiniones
diferentes no implican prácticas realmente alternativas y por lo tanto
esas opiniones son solo opiniones bajo el imperio del pensamiento único o
sea, de la práctica única. Hay que parar con este mecanismo de la
tristeza que hace que tengamos opiniones diferentes y prácticas únicas.
Romper con el mundo del espectáculo significa no ser más espectadores de
nuestra vida, espectadores del mundo. Atacar al mundo virtual, este
mundo que necesita para disciplinarnos, para serializarnos, que estemos
todos y cada uno a la misma hora frente al televisor para informarnos,
no es, entonces, decir cómo debe ser el mundo, la economía, la educación
de manera abstracta. Resistir es construir millones de prácticas, de
núcleos de resistencia que no se dejen atrapar por lo que el mundo
virtual llama “seriedad”. Ser realmente serio no es pensar la globalidad
y constatar nuestra impotencia. Ser serios implica construir, aquí y
ahora, las redes y lazos de resistencia que liberen la vida de este
mundo de muerte. La tristeza es profundamente reaccionaria. Ella es
comprensible pero no deja de ser reaccionaria. La tristeza nos hace
impotentes. La liberación, finalmente, es también liberación de los
comisarios políticos, en síntesis, de todos estos agrios y tristes amos
liberadores. Es por esto que resistir es también esta invitación a crear
las redes que nos saquen del aislamiento. El poder nos quiere aislados y
tristes, sepamos ser alegres y solidarios.

Es en este sentido que nosotros no reconocemos la militancia como una
elección individual. Todos tenemos un determinado grado de compromiso.
No existen los no militantes o los independientes. Todos estamos
ligados. La cuestión es saber por un lado qué grado de compromiso se
tiene y, por otro, saber en que lado de la lucha está uno comprometido.

19. Conectarse es potenciarse

Resulta imprescindible reflexionar sobre nuestras prácticas.
Pensarlas, volverlas visibles, inteligibles, comprensibles. Poder
conceptualizar lo que hacemos es parte de la legitimidad de nuestras
construcciones y, además, de la socialización de saberes entre quienes
pensamos haciendo y hacemos pensando. Ser nosotros mismos lectores,
pensadores y teóricos de nuestras prácticas para evitar que nos
empobrezcan con lecturas normalizadoras. Ser capaces de apreciar el
valor de nuestro trabajo.

20. Resistir es crear lazos.

Este manifiesto es una invitación no a adherir a un programa o menos
aún a una organización. Invitamos simplemente a los hombres y las
mujeres, a los grupos y colectivos que se sientan reflejados en estas
preocupaciones a tomar contacto con nosotros, a contarnos vuestras
experiencias e inquietudes para comenzar aquí y ahora a destruir el
aislamiento.

Nosotros pedimos a quienes en los distintos países llegue por
diferentes medios este manifiesto fotocopiarlo o difundirlo por los
medios que disponga.

De nuestra parte, sin privarnos ni rechazar métodos como internet,
pensamos que sería mejor que este manifiesto pueda circular de manera
mas concreta de mano en mano.

Todos aquellos que solos o juntos quieran producir comentarios,
propuestas o relatos que nos los  hagan llegar. Nosotros nos
comprometemos a hacerlo circular por la RED DE RESISTENCIA ALTERNATIVA.

Al no proponernos construir un centro o dirección ponemos a
disposición de los compañeros y amigos el conjunto de los contactos de
la  R.R.A. para que éstos, proyectos y diálogos no se hagan de forma
concéntrica.

21. Colectivo de colectivos

Muchos de nuestros colectivos  y grupos poseen revistas o
publicaciones. En ellas se encuentran a menudo experiencias y saberes
que pueden ser provechosos para los otros grupos. La RRA se propone
acumular y poner a disposición  de los otros grupos estos saberes
libertarios que puedan ayudar y potenciar la lucha de los compañeros.

Cientos de luchas se agotan por aislamiento o por falta de apoyo.
Cientos de luchas se ven obligadas, por así decirlo, a empezar de cero. Y
cada lucha que fracasa no es sólo una “experiencia”, cada fracaso
refuerza,  vacuna al enemigo. De ahí la necesidad de ayudarnos,  de
crear “retaguardias solidarias” para que cada persona, que en cualquier
lugar del mundo luche a su manera, en su situación, por la vida y contra
la opresión pueda; contar con nosotros, como nosotros esperamos contar
con ustedes.

22. Anticapitalismo activo

El capitalismo no caerá desde arriba.  Es por esto que en la
construcción de las alternativas no hay proyecto chico o proyecto
grande.

Desde el otoño de Buenos Aires, 1999.

Firmas:

  • Colectivo Situaciones (Argentina)
  • Asociación Madres de Plaza de Mayo (Argentina)
  • Colectivo Amauta (Perú)
  • Malgré Tout (París-Francia)

En difusamente