Han pasado quince días desde que se inició el proceso de ’normalización’ de los inmigrantes que pueblan nuestro país, incluida Castilla y León, tiempo más que suficiente, a la vista de lo que acontece, para percibir con claridad meridiana que en su realización hay quienes pretenden hacer emerger una economía y una situación soterrada y quienes intentan que la ilegalidad de los ’sin papeles’ se perpetúe para hacer de ella un nuevo modelo de esclavitud. Es la vieja historia del enriquecimiento de unos a costa de la inmisericorde explotación de otros.

Han pasado quince días desde que se inició el proceso de ’normalización’ de los inmigrantes que pueblan nuestro país, incluida Castilla y León, tiempo más que suficiente, a la vista de lo que acontece, para percibir con claridad meridiana que en su realización hay quienes pretenden hacer emerger una economía y una situación soterrada y quienes intentan que la ilegalidad de los ’sin papeles’ se perpetúe para hacer de ella un nuevo modelo de esclavitud. Es la vieja historia del enriquecimiento de unos a costa de la inmisericorde explotación de otros.

Las formas van desde la respetabilísima señora que mantiene a una búlgara o colombiana doce horas de servicio, sin asegurar y a cambio de un insuficinte puñado de euros, hasta el empresario granadino que dejó morir a un operario argentino, tras un accidente laboral, por no enfrentarse a la justicia y admitir la situación de clandestinidad.

Se habla de mafias que reclutan y de redes mafiosas que les transportan. Pero ni una palabra de los mafiosos que los reclaman a través de un bien urdido ’efecto llamada’.

Ante la negativa de legalizar tales situaciones, hacen bien sindicatos e inspectores de trabajo de empezar a tomar nota de estos modernos logreros.


Por Guillermo Diez www.elnortedecastilla.es