Heroína de la Comuna de París. Así la inmortalizaron los míseros proletarios parisinos a cuyo lado esta mujer luchó incansablemente en favor de sus derechos sociales. Y así la bautizó, entre otros, el pensador anarcosindicalista alemán Rudolf Rocker cuando Louise Michel murió en 1905, a una edad respetable (pasaba de los 70), mientras les daba un mitin a los trabajadores portuarios de Marsella. En su evocación de esta figura prominente de los albores del movimiento revolucionario francés del siglo XIX, Rocker no vacilaba a la hora de exclamar : « ¡Qué vida magnífica, abundante en detalles dramáticos, en hechos maravillosos y extraordinarios ! ». A pesar de los sinsabores, encarcelamientos y padecimientos e incomprensión que conociera Louise Michel, para Rocker « fue feliz en todo el sentido de la palabra porque su alma jamás fue invadida por el escepticismo suicida del presente ; su corazón torturado no se sintió torturado nunca por esos problemas oscuros de la duda que hacen tan difícil e insoportable la vida del hombre moderno ».

Heroína de la Comuna de París. Así la inmortalizaron los míseros proletarios parisinos a cuyo lado esta mujer luchó incansablemente en favor de sus derechos sociales. Y así la bautizó, entre otros, el pensador anarcosindicalista alemán Rudolf Rocker cuando Louise Michel murió en 1905, a una edad respetable (pasaba de los 70), mientras les daba un mitin a los trabajadores portuarios de Marsella. En su evocación de esta figura prominente de los albores del movimiento revolucionario francés del siglo XIX, Rocker no vacilaba a la hora de exclamar : « ¡Qué vida magnífica, abundante en detalles dramáticos, en hechos maravillosos y extraordinarios ! ». A pesar de los sinsabores, encarcelamientos y padecimientos e incomprensión que conociera Louise Michel, para Rocker « fue feliz en todo el sentido de la palabra porque su alma jamás fue invadida por el escepticismo suicida del presente ; su corazón torturado no se sintió torturado nunca por esos problemas oscuros de la duda que hacen tan difícil e insoportable la vida del hombre moderno ».

Conocida también como « la Virgen roja del proletariado » (es altamente curioso cómo los anarquistas y libertarios asumen, pese a su ateísmo, la semántica religiosa), los primeros pasos de Louise Michel los da como maestra atípica de provincias en la Francia de Napoleón III ; atípica y heterodoxa porque instruye a sus alumnos en la crítica realidad de su país, pasando luego a la capital, donde se entrega en cuerpo y alma a acabar con el gobierno imperial y despótico de Napoleón. Michel era hija de una criada y un noble que no la reconoció, dejando a ambas desamparadas.

La activista incansable que fue Louise Michel va a tomar parte en el proyecto libertario conocido como la Comuna de París, y va a hacerlo siempre en primera línea. Este primer gran gobierno ejercido por las clases más bajas se mantuvo en pie de marzo a mayo de 1871, y acabó como el rosario de la aurora y con las tropas gubernamentales aplastando los ideales revolucionarios por métodos expeditivos. Las intenciones programáticas de la Comuna iban muy lejos, pues a esas alturas del siglo XIX querían abolir la propiedad privada, suprimir el Ejército o separar a la Iglesia del Estado, esto es, eliminar los pilares « intocables » sobre los que se había sustentado la idea de Francia durante siglos. Y las fuerzas que se oponían a estos planteamientos no se iban a quedar de brazos cruzados, como así sucedió.

En la Comuna de París las mujeres revolucionarias desempeñaron un papel importante, crearon cooperativas y sindicatos sólo para mujeres e imprimieron periódicos (« Le Journal des Citoyennes » o « La Sociale ») cuyo destinatario era el público femenino. No era, sin embargo, la primera vez que las mujeres se agrupaban, pues ya en la Revolución de 1848 se habían constituido en Francia organizaciones femeninas como el Club para la Emancipación de las Mujeres o la Unión de las Mujeres, y a finales del siglo XVIII, Olympe de Gouges había redactado y difundido una Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1791) donde propugnaba la equiparación del hombre y la mujer en todos los órdenes (social, laboral, económico, militar, familiar, religioso, político).

Fue de tal calibre la entrega femenina a la causa, y resultó tan decidida su actuación en las barricadas en defensa de unos ideales que les abrían amplios horizontes de posibilidades, que algunas de ellas fueron acusadas de « pétroleuses » (incendiarias) y perseguidas con saña, como recuerda el historiador Allan Todd, quien afirma que « las tropas gubernamentales ejecutaron de manera sumaria a cientos de mujeres, e incluso se las apaleó hasta morir ». Todd apunta que a 1.051 mujeres les hicieron consejos de guerra, fruto de los cuales « a 8 se las sentenció a muerte, a 9 a trabajos forzados y a 36 a su deportación a colonias ». Entre estas últimas se hallaba Louise Michel, que hubo de « purgar » sus pecados ideológicos y sus iniciativas (había fundado, por ejemplo, la Unión de Mujeres para la Defensa de París y de Apoyo a los Heridos) en la isla de Nueva Caledonia (Oceanía) por espacio de nueve años. Sin embargo, cuando fue puesta en libertad, no modificó un ápice la búsqueda del igualitarismo y la justicia social, e incluso desde el presidio hizo migas con los anticolonialistas que actuaban movidos por la búsqueda de la independencia para la isla, en poder de los franceses desde 1853.

El internamiento, lejos de anular sus convicciones, las redobló, y el espíritu de la Comuna de París impregnó de arrebato y enardecimiento cuantos proyectos en defensa de las mujeres y los desvalidos afrontó, pues, como han escrito Malena Vidal y Adela Reck, « la presencia de mujeres fue un factor sin el que la historia hubiera sido otra », ya que éstas « peleaban por equiparar sus derechos de ciudadanas a los de los hombres, al mismo tiempo que lo hacían por mejorar los de los desvalidos y más débiles ». La experiencia revolucionaria del fugaz gobierno de 1871 la marcaría hasta tal punto que, en la hora final, Louise Michel sería enterrada envuelta en la bandera de la Comuna de París. Por otro lado, Michel siempre confió en que Francia repetiría su apuesta de transformación radical de las estructuras burguesas, y así lo expresó en una de sus agitadas composiciones poéticas de urgencia, donde se pueden leer versos como éstos : « Cuando la multitud hoy muda/ cruja como el océano,/ dispuesta a morir,/ la Comuna resurgirá.// Volveremos, multitud sin número,/ vendremos por todos los caminos,/ espectros vengadores saliendo de la sombra,/ vendremos estrechándonos las manos ».

El Estado francés no se « conformó » con represaliar a Louise Michel, sino que intentó inhabilitarla para las campañas de propaganda y pedagogía social que la llevaban de un lado a otro del país arengando a la clase trabajadora sobre su capacidad como fuerza emergente. Intentaron encerrarla en un manicomio, pretensión de la que se libró emigrando a Gran Bretaña, lo que aprovechó para escribir novelas como « La miseria », « La hija del pueblo » o « Los microbios humanos », que no he tenido oportunidad de leer, pero de lo cual no desisto. Incluso circuló el infundado rumor de que ella era la autora del argumento que le había servido de punto de partida a Julio Verne para escribir « Veinte mil leguas de viaje submarino », por el mensaje anarquista que, según algunos críticos, despide la conocida novela en varios pasajes. Sin embargo, su aportación más apreciada parece ser que fue el libro rememorativo « La Comuna », que en español publicaron en 1962 las Ediciones CNT, 1962.

Louise Michel es una figura que se acrecienta con el tiempo, pertenece a una época de romanticismo e idealismo en la que las propuestas se acompañaban de un activismo que no conocía ni el descanso ni la claudicación. Louise Michel escogió ese camino y no lo abandonó.


Fuente: La Nueva España / JOSÉ LUIS CAMPAL FERNÁNDEZ