Los sindicatos mayoritarios deberían usar, ahora más que nunca, la palabra incendiaria, deberían ser rebeldes y no sentarse en la mesa de nadie.
Deberían salir a la calle, ser claros, contundentes, valientes, insobornables.
Deberían mantenerse en pie para que los derechos de los trabajadores no caigan a pedazos sobre la tierra, para que la pobreza no sea el pan nuestro de cada día, para que no crezca esta esclavitud que nos apea de la vida.
Deberían ser ejemplares y reventar el cielo con sus gritos.
Pero guardan silencio o esperan su turno y balbucean.
Deberían mantenerse en pie para que los derechos de los trabajadores no caigan a pedazos sobre la tierra, para que la pobreza no sea el pan nuestro de cada día, para que no crezca esta esclavitud que nos apea de la vida.
Deberían ser ejemplares y reventar el cielo con sus gritos.
Pero guardan silencio o esperan su turno y balbucean.
Los sindicatos mayoritarios avergüenzan a cualquiera, están presentes en las crucifixiones y no se quejan, son el muro de contención del abuso y la prepotencia, cortejan a los caudillos de chequera, recogen prebendas y se las reparten sin decencia, ponen el palo en la rueda a esta multitud que no piensa acomodarse en este destino de mierda.
En fin, los sindicatos mayoritarios llevan nuestra tumba a hombros y o no se enteran o son tan criminales como la chusma de guante blanco que fabrica las cadenas.
Silvia Delgado Fuentes
Fuente: Silvia Delgado - J. Kalvellido