ACABA de celebrarse en Vitoria el VIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, que esta vez centró su atención en el estudio de los movimientos sociales de la España de los dos últimos siglos, reuniendo al efecto a más de un centenar de investigadores llegados desde distintas universidades del país. Entretanto, a ciento y pocos kilómetros de allí, en el 54 Festival Internacional de Cine de San Sebastián, un joven y nervioso Lluís Danés estrenaba en el velódromo de Anoeta un encomiable documental titulado ’Llach : la revolta permanent’. Su trabajo recuerda una parcela de la historia de los movimientos sociales del país demasiado contemporánea y demasiado infame y demasiado impune como para ser olvidada, y los hechos a los que atañe esa parcela se desarrollaron, precisamente, en Vitoria.
En el trabajo de Danés, el repaso a la trayectoria del cantautor Lluís Llach sirve de excusa para recordar uno de los episodios más sórdidos de la Transición y del que se cumplieron hace unos meses 30 años. El 3 de marzo de 1976, los trabajadores de Forjas Alavesas celebraban su asamblea número 241 en la iglesia de San Francisco de Vitoria ; el templo fue gaseado por la Policía Armada y la multitud fue recibida en el exterior con disparos. El atroz y terrorífico tiroteo causó más de un centenar de heridos de bala y cinco obreros resultaron muertos : tres fallecieron en aquel mismo instante (Francisco Aznar, Romualdo Barroso y Pedro María M. Ocio) y otros dos no tardaron en hacerlo (José Castillo y Bienvenido Pereda) ; sus reivindicaciones eran puramente laborales (incremento salarial, reducción de jornada y otras legítimas mejoras). Aquella misma noche, Lluís Llach compuso un tema que se convirtió en un símbolo y que pronto dejó de ser su canción para convertirse en la canción-réquiem de mucha gente : ’Campanades a morts’.
En 2005, previa solicitud por parte de la Asociación de Víctimas del 3 de marzo, el Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, de la Universidad del País Vasco, hizo público un riguroso informe elaborado a partir de fuentes archivísticas, periodísticas y orales en el que se probaba la existencia de responsabilidades penales claras, aunque no pudieran concretarse los responsables. El pasado mes de marzo, los portavoces de la Asociación solicitaron una investigación de los hechos a la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo.
El documental conmociona a la vez que cabrea. Emociona porque está ejecutado con manos de alfarero y sin más actores que los protagonistas. Cabrea porque las conversaciones que mantuvo por radio la Policía aquella nefanda jornada fueron grabadas y se reproducen sin trampa ni cartón, tan elocuentes como fueron ; porque los responsables políticos que siguen vivos (Manuel Fraga y Rodolfo Martín Villa) continúan justificando la respuesta policial, considerándola no sólo no desproporcionada sino insuficiente, como si aquellos asalariados fueran criminales, terroristas o delincuentes comunes ; porque los familiares y amigos de las víctimas, cuyos estremecedores testimonios recoge este trabajo, aún no han recibido una disculpa oficial, un reconocimiento digno, una explicación si es que hay explicaciones para la desvergüenza, la ruindad y la vileza más macabras : de aquél Gobierno no cabía esperar tal detalle, y de los sucesivos inquieta a la vez que enfurece no haberlo tenido. Que el daño ya no pueden repararlo ni el perdón ni el homenaje lo dicen los ojos mustios del padre del más pequeño de los asesinados, Francisco Aznar, que sumaba sólo 17 años ; pero sería lo mínimo, aun llegando con tan injuriosa dilación. Al final de la proyección, que en este pase fue precedida de un breve concierto del propio Llach, la aparición de los créditos puso al público en pie en medio de una prolongada salva de aplausos que obligó a ir saliendo al escenario, gradualmente, a los principales responsables del documental y a algunos de los afectados por aquella tarde de brutal terror, todos ellos visiblemente emocionados.
Fundamentalmente, el trabajo de Danés sirve para que el conocimiento de la masacre de aquel día no sea privilegio de las buenas memorias o de los historiadores reunidos en Vitoria ; para que el espectador reflexione y enjuicie críticamente la almibarada imagen que se tiene de una transición a la democracia que parece surgida ex nihilo en los despachos de las altas esferas, como si aquellos ciudadanos en ciernes hubieran sido títeres movidos por la inercia y las democracias se alcanzaran por a saber qué ciencia infusa.
Etimológicamente, la palabra democracia significa el gobierno del pueblo, y cuando se transita desde una dictadura hasta una democracia castigando ejemplarmente a algunos elementos de ese pueblo puede suceder que el régimen que se pretende alcanzar resulte viciado en origen. El que una democracia venga de una dictadura o que se dirija contra ella plantea una disyuntiva que encierra trascendentes implicaciones y matices en absoluto despreciables. Ir o venir : he ahí la cuestión.
Fuente: elcomerciodigital.com