Perros de masías o de naves, transformados en eternos vigilantes encadenados, sin recibir más a cambio que el escaso pienso semanal, y el agua limpia de los lunes o el fondo húmedo y sucio de los viernes.

Perros de cazadores, convertidos en herramienta ocasional, sin apenas comida, enjaulados y solos día tras día, esperando a que llegue el cancerbero de la escopeta.

 

Primero olfateasteis el humo, vosotros antes que nadie, después masticasteis nerviosos las cenizas y al fin, llegó el calor, insoportable, y con él las llamas mordiendo vuestro cuerpo, mientras las cadenas o los barrotes le hacían parte del trabajo a un fuego sin prisa, porque la huida era imposible. Se cerraba el proceso con el último olor que percibisteis: el de vuestra carne quemada

Incendios como el de Girona dejarán una destrucción pavorosa que, convertida en estadística como cualquier tragedia, se contabilizará en víctimas humanas, daños materiales y hectáreas arrasadas.

Primero olfateasteis el humo, vosotros antes que nadie, después masticasteis nerviosos las cenizas y al fin, llegó el calor, insoportable, y con él las llamas mordiendo vuestro cuerpo, mientras las cadenas o los barrotes le hacían parte del trabajo a un fuego sin prisa, porque la huida era imposible. Se cerraba el proceso con el último olor que percibisteis: el de vuestra carne quemada

Incendios como el de Girona dejarán una destrucción pavorosa que, convertida en estadística como cualquier tragedia, se contabilizará en víctimas humanas, daños materiales y hectáreas arrasadas.

Pero hay más, claro que sí: miles de animales calcinados, esos que en el caso de tener propietario se sumarán a los daños económicos y en el contrario, no se añadirán a nada.

Algunos perros fueron liberados por sus dueños, por bomberos o por voluntarios, pero otros han muerto abrasados porque los mismos que los mantienen en unas condiciones deplorables y en la más absoluta soledad durante interminables jornadas, ni se molestaron en ir a rescatarlos, o cuando se decidieron a hacerlo ya era tarde.

Su filosofía es: a perro muerto, perro puesto. ¿Y a quién le asombra algo así en aquellos que sólo buscan ahorrarse una alarma o que los poseen como pertrecho para la caza?

Es una situación harto repetida que se ha denunciado en numerosas ocasiones. No por los incendios, sino por el estado lamentable en que el que permanecen estos animales, siempre solos y faltos de comida, agua y atención. Pero nada se hizo entonces y nada ocurrirá ahora. Porque entonces sólo eran perros encadenados y enjaulados durante horas, días semanas, meses, años… Y ahora sólo son restos carbonizados.

Julio Ortega Fraile

@JOrtegaFr

Delegado de LIBERA! en Pontevedra

www.findelmaltratoanimal.blogspot.com


Fuente: Julio Ortega Fraile