Artículo de opinión de Rafael Cid

Comparece Ana Mato ante los periodistas y musita: “quiero transmitir un mensaje de tranquilidad a la ciudadanía”. Pero se nota  a la legua que está pensando en el Ibex 35, los tour-operators, las compañías aéreas, las cadenas hoteleras y todo el tinglado económico que vive del turismo, la única fuente de riqueza estable que existe en España, como en el franquismo. Se trata de impedir a toda costa que el sector pinche y con él se arruine esa fantasía de brotes verdes con que el Partido Popular piensa coronar las elecciones del 2015.

Comparece Ana Mato ante los periodistas y musita: “quiero transmitir un mensaje de tranquilidad a la ciudadanía”. Pero se nota  a la legua que está pensando en el Ibex 35, los tour-operators, las compañías aéreas, las cadenas hoteleras y todo el tinglado económico que vive del turismo, la única fuente de riqueza estable que existe en España, como en el franquismo. Se trata de impedir a toda costa que el sector pinche y con él se arruine esa fantasía de brotes verdes con que el Partido Popular piensa coronar las elecciones del 2015.
Que quienes nos gobiernan actúan como si el país fuera su finca particular, se evidencia en la absoluta falta de transparencia que siempre acompaña a cualquier emergencia. Ocurrió con el Prestige, cuando las autoridades nos entretuvieron con  debates sobre si se debía haber llevado al petrolero mar adentro o ponerlo a resguardo en una dársena. Pasó después con la epidemia de las vacas locas, trasteada con el criterio de blindar las consecuencias económicas por encima de las estrictamente sanitarias. Y ahora, en el primer caso de ébola registrado en España (puerta trasera de la UE), vuelve a cumplirse el protocolo de la chapuza nacional: la teoría de los “hilillos de plastilina” como subterfugio de la verdad.
Lo ocurrido en el caso de contagio por ébola de una ATS que asistió a uno de los fallecidos supone una clamorosa “cadena de errores”. Primer error: haber “importado” a infectados con un virus mortal, presentando como una acción humanitaria lo que era una colosal irresponsabilidad. Y ello no solo porque el Estado español carezca de base legal para asumir la repatriación de particulares (salvo en el caso de personas sorprendidas en un conflicto armado) sino, y sobre todo, porque con ello se puso en riesgo a toda la población. Segundo error: improvisar una atención clínica  en un centro sin los recursos ni la especialización adecuada para combatir una enfermedad letal, prácticamente desconocida y para la que no existe vacuna ni tratamiento en la actualidad. Tercer error: no haber mantenido en una prudente cuarentena a todas las personas relacionadas con la atención a los enfermos.
Y cuando se produce una “cadena de errores” no cabe atribuir lo ocurrido a una fallo humano, ni minimizar sus efectos potenciales con vacías llamadas a la serenidad. Recurrir a la tesis de los “hilillos del Prestige” es una muestra de la incompetencia política de quienes nos gobiernan. Da igual que señalemos al affaire de las tarjetas opacas de Cajamadrid-Bankia (“cadena de favores”) o al caso del contagio por ébola (“cadena de errores”), lo perpetrado conlleva al menos un triple encubrimiento: por acción, por omisión y por in vigilando. De ahí que no baste con la inevitable dimisión de tal o cual político. La exigencia de responsabilidades tiene un imperativo categórico: trasparencia total, audiencia pública, luz y taquígrafos. Algo de todo punto incompatible con el hecho de que gobierno y oposición (PP y PSOE) velen el duelo como si se tratara de una “razón de Estado”, con nocturnidad y alevosía. El Estado no son ellos y nunca lo será.
En todo este puzle de incompetencias, simulacros y mezquindades, hay no obstante un elemento de grandeza, ejemplaridad y solidaridad. Pero no viene de arriba, de la clase dirigente, sino de abajo y desde afuera, de la gente sencilla que sufre y padece a “la casta”. Fue cruelmente marginada a la hora de beneficiarse del auxilio que el gobierno español prestó a los religiosos contagiados, y ella misma lo denunció públicamente achacando esa discriminación a un tic racista de Moncloa. Pero ahora puede que gracias a los anticuerpos generados en la sangre de la hermana Paciencia exista alguna esperanza de curación para la primera europea afectada por el ébola “inmigrado” por las autoridades.
Cuando Marshall McLuhan argumentó aquello de que “el medio es el mensaje”, no podía prever que existiría una ministra de Sanidad en España, de pocas lecturas y peor empatía, que con solo abrir la boca todo el mundo entendería que “el miedo es el mensaje”.
Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid