Paolo Flores d’Arcais (Udine, 1944) es uno de los referentes del pensamiento laico en Europa en la actualidad. Iniciar un congreso sobre política y religión con su participación supone toda una declaración de intenciones y eso es lo que han hecho los Premis Octubre en su edición de este año, la número 37. Aunque la ponencia tenía por asunto Las religiones contra la razón, las palabras de Flores acabaron concretando el objeto de reflexión -por simples cuestiones geográficas y demográficas- en la Iglesia católica.
¿Son compatibles las tres grandes religiones monoteístas (catolicismo, judaísmo, islamismo) con la razón moderna y con la democracia liberal ? Fue la pregunta de partida del filósofo italiano ante una sala repleta en el Octubre Centre de Cultura Contemporània (el último escenario de la tradicional cita del otoño valenciano, organizada por 3i4 y la Fundació Ausiàs March).
La respuesta la ofreció poco después, y sin esconderse tras conceptos oscuros : «Para la democracia es fundamental e inherente la resistencia a dejar entrar a Dios en la vida pública».
Flores, responsable de la revista MicroMega y opositor habitual desde las tribunas de prensa de las políticas de Silvio Berlusconi, tomó como base para sus reflexiones el discurso realizado por Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona (Alemania) poco después de su elección como Papa. La intención de Joseph Ratzinger con este mensaje, dijo, era proponer a las otras religiones monoteístas «una santa alianza contra el pensamiento laico», considerado como productor del nihilismo contemporáneo y acusado de poner en peligro la supervivencia.
Lo que pasó después -el enfado del mundo del Islam al entender que el Papa había condenado la yihad, la guerra santa- demuestra, según el filósofo, que la verdad de Dios «no puede resolver el conflicto contemporáneo». ¿Por qué ? Porque cada religión cree que tiene la Verdad y que las de las otras confesiones son incompletas, dijo.
Este caso y otros conflictos prueban que la tesis de Ratzinger es «impracticable». Flores calificó así el proyecto del Papa de un intento de «invertir tres siglos de modernidad», puesto que su presupuesto de partida es que todo el mundo debería actuar como si Dios existiera, una estrategia vital que derivó en siglos de guerras religiosas y de la que sólo se salió a través del laicismo.
«Basar la vida pública en la verdad de Dios lleva a situaciones de choque permanente y a la barbarie sin fin, porque todas las religiones piensan que hablan en nombre de Dios», sentenció.
El peligro de la «ley natural»
El panorama en el mundo, además, no es como hace siglos, puesto que en la actualidad el sector dominante de la población en Occidente es el que no practica ninguna religión. La única excepción son los EE UU, precisó, con la potencia creciente del integrismo protestante.
El prestigioso pensador alertó además del intento camuflado de la Iglesia de reintroducir a Dios a través de los conceptos de «moral natural». Puso como ejemplo la alianza de catolicismo y protestantismo norteamericano contra el darwinismo mediante la aceptación de una versión «edulcorada» de la teoría de la evolución que convierte al hombre en resultado de «un proyecto inteligente» y no de una «acumulación de errores casuales en la transmisión del ADN».
El coordinador del congreso, el profesor Gustau Muñoz, subrayó la importancia actual del debate sobre las religiones cuando se consideraba un tema superado en España desde «la decadencia del nacional-catolicismo». El islamismo militante y la vuelta de la Iglesia a viejas tendencias le han devuelto el protagonismo.
Alfons Garcia, Valencia.Levante emv.
Fuente: Alfons Garcia, Valencia.Levante emv.