«Si hablas una lengua indígena, eres un indio y, por tanto, eres tonto. Pero los indígenas no somos tontos, sabemos pensar muy bien y lo hemos demostrado. También hacemos los maíces más ricos, mientras ahora los científicos quieren hacer uno, no para vivir, sino para morir ; pero nosotros, desde nuestros abuelos, hemos sembrado la vida».
Dolores Villalobos Cuamatzi pertenece al Consejo Indígena Popular de Oaxaca Ricardo Flores Magón (CIPO-RFM), en México, un país con 60 millones de pobres, de los que 40 millones viven en condiciones «miserables».
Entre ellos se encuentran los indígenas, masacrados y expoliados durante siglos, sometidos a una represión que continúa en nuestros días, y que Dolores está denunciando por Europa, en los dos últimos días, también en Salamanca. Ayer habló en Béjar y el martes, en la capital salmantina, donde contó una historia de resistencia, la de su comunidad. No tienen luz, agua, escuelas, clínicas ni medicinas. Sus tierras están volviendo a llenarse de invasores, esta vez en forma de empresas multinacionales «que roban nuestros recursos para enriquecerse más y dejar a nuestros pueblos en la miseria». Esta situación ha servido de abono para la proliferación de grupos paramilitares a los que estas compañías suministran «armas, dinero y protección». Mientras, los indígenas, organizados en el CIPO, exigen «vivienda, trabajo, educación y salud, y por eso somos perseguidos, nos golpean, nos secuestran y nos amenazan de muerte, pero no se hace justicia».
Sin embargo, con una tremenda dulzura que no esconde su intensa seguridad, Dolores Villalobos Cuamazti se muestra clara : «No vamos a permitir que nos quiten lo que tenemos ni que nos roben lo que somos, nuestra lengua y nuestras costumbres ; quieren quitarnos el sentido de colectividad y comunidad y volvernos egoístas y consumistas, además de pobres y esclavos suyos, pero somos unos soñadores, y por eso es que seguimos resistiendo». Así, a pesar de las dificultades, las gentes de la Flores Magón no pierden la fe en un mundo más justo para todos, ya que «lo único que no nos permitimos es perder la esperanza, porque entonces es cuando estaríamos muertos ; aunque no comas o aunque tengas dentro el dolor de ver a tu hermano muerto, el mundo para nosotros es una sola casa, y tenemos que cuidarnos unos a otros».
Respecto a su paso por Europa, Dolores Villalobos asegura : «No he venido a invadir su país con las armas en las manos, como hicieron sus abuelos, sino a invadirlo de esperanza, para que nazca en su corazón el sentimiento de ayuda al otro, porque no se puede estar bien cuando el otro y la otra tienen hambre o mueren injustamente». Para ella, este sentimiento es el único que puede triunfar en la lucha por una humanidad mejor. Su pueblo, donde florece la filosofía del trabajo para el bien común, pide «acompañamiento internacional» para frenar las agresiones. «No venimos a pedir limosna, porque lo que produce la riqueza son las manos que trabajan, pero preferimos vivir para ser libres o morir para dejar de ser esclavos», afirma Dolores, mientras sigue confiando en el corazón del ser humano.