Artículo de opinión de Rafael Cid
Esos tres condicionantes (que, donde, cuando) han sido el macizo de la estrategia comunicativa de Pedro Sánchez desde que inaugurara sus comparecencias televisivas para explicar las acciones del gobierno contra el COVID-19. Y en la última de la noche del sábado 21 de marzo tampoco erró. Precisamente la jornada en que, al cumplirse casi dos semanas de las multitudinarias manifestaciones del 8-M, las cifras de contagiados y muertos habían dado un salto exponencial, sobre todo en la capital, epicentro de la convocatoria.
Esos tres condicionantes (que, donde, cuando) han sido el macizo de la estrategia comunicativa de Pedro Sánchez desde que inaugurara sus comparecencias televisivas para explicar las acciones del gobierno contra el COVID-19. Y en la última de la noche del sábado 21 de marzo tampoco erró. Precisamente la jornada en que, al cumplirse casi dos semanas de las multitudinarias manifestaciones del 8-M, las cifras de contagiados y muertos habían dado un salto exponencial, sobre todo en la capital, epicentro de la convocatoria.
Confieso que a la hora de escribir estas líneas, abjuro puntualmente de la promesa que me había hecho de no dopar ninguna polémica o crítica que pudiera ser utilizada para la lucha partidista. He sostenido desde los primeros momentos que el coronavirus no es de derechas ni de izquierdas, y que todo lo que persiga una culpabilización, parta de quien parta y sea del signo ideológico que fuese, no hace sino distraer fuerzas sobre el objetivo principal: derrotar a la pandemia sin que la sociedad civil se vea postrada ante el paternalismo estatal y la militarización de las conciencias. Por eso también he decidido <<pasar a la clandestinidad>> y censurarme en esas expresiones de apoyo o defección que se están prodigando más allá del diario aplauso de las 20 horas para los que resisten en primera línea del frente.
Y lo he decidido después de haber contemplado el estruendo de la cacerolada contra la reaparición en escena de Pablo Iglesias quebrando la cuarentena que se solicita desde el poder para el resto de la población. Al margen de la opinión que me pueda ofrecer la gestión del vicepresidente segundo, estimo que cebar guerras entre montescos y capuletos supone abrir la puerta de la peste en cada hogar, barrio, pueblo o ciudad. Igualmente he cerrado mi wasap a los videos que predican variados tipos de milagrosos bricolages terapéuticos contra la pandemia. De ahora en adelante solo atenderé a los que tengan esa chispa y sentido humor que consigue arrancarnos una sonrisa. Vayamos a lo esencial, tiempo habrá para exigir responsabilidades.
Sin embargo, el presidente del Gobierno es un servidor público, el primero de todos (porque el Rey es un parásito de lo público) y sería un acto de cretinismo imperdonable no someterle al juicio de la opinión pública que con tanto celo, con la ayuda de la opinión publicada, trata de sortear olímpicamente en sus comparecencias. En la arriba citada del 21-M Sánchez se ha superado. Por lo que ha dicho, por lo que ha ocultado y por lo que los medios afines le han puesto a huevo para lucirse. Nada por aquí, nada por allá. Entre el sermón y el autobombo, tal versó el guion fielmente ejecutado por un hipnotizado Sánchez ante el teleprónter.
Donde tenía que justificar por qué en muchos hospitales aún carecen de los materiales clínicos adecuados (bolsas de basura usadas como batas en las UCI), el presidente nos ha hablado del por-venir (hemos encargado tantas y tantas partidas de esto y lo otro; tenemos en trámite centenares de miles de esto y de aquello; etc., etc., etc.); del estupendo <<decrecimiento>> tan hábilmente logrado (el desplome del queroseno de los aviones); de lo beneméritos que se han vuelto nuestros cacos gracias al estado de alarma (los delitos han descendido espectacularmente; confiemos que lo mismo ocurra con las miles y miles de mujeres obligadas a convivir con sus maltratadores); o de la magnífica red de internet que disfrutamos (una de las mejores del mundo). No sabría decir si estaba en el sillón de un psicoanalista de comic o presenciando un capítulo de Marcelino pan y vino. En su afán por ponerse estupendo, el jefe del Ejecutivo llegó a ironizar sobre las erradas medidas adoptadas por Boris Johnson en Gran Bretaña <<con coste de muchas vidas humanas>>. En fin, dejémoslo ahí.
Solo un apunte más referido a la <<preguntas de la prensa>> vía plasma. Por supuesto, como viene siendo habitual, la primera en la frente la produjo un medio amigo. En esta ocasión el turno de oficio correspondió al diario El País, originando una respuesta placeba que consumió la mitad del tiempo disponible para ese capítulo. Y la segunda, por si no hubiera quedado claro el mensaje, a la gubernamental RNE (en la anterior comparecencia fue para Agencia EFE, que tras el despido del indomable Fernando Garea está dirigida por la que fuera directora general de Información con Zapatero). En la misma línea de obediencia debida. Aunque la guinda la puso Diario 16, un periódico zombi por insignificante y carecer de circulación real, utilizado para que Sánchez pudiera ajustar cuentas con los tocapelotas de la Comunidad de Madrid (ya había dicho antes que en esta guerra todos están en el mismo bando, pero hay clases). El mismo sedicente periódico que el 9 de marzo, ante las primeras críticas por el riesgo viral que pudiera haber entrañado el 8-M, titulaba: <<El coronavirus se cobra 26 vidas en España frente a la gripe que provoca ya 6.500 muertes>>. Como resumen de prensa baste decir que de los 7 medios nacionales preguntones, 4 eran de la casa o aledaños (El País, EFE, Diario 16 y eldiario.es). Los de la cáscara marga (ABC, El Mundo, La Razón, Europa Press) estaban en ignorado paradero.
El viernes 13 de marzo, para justificar la Declaración de Estado de Alarma, Pedro Sánchez sostenía que <<la próxima semana podemos alcanzar los 10.000 afectados por coronavirus>> y siete días después la cifra ya superaba las 20.000 contagiados por el COVID-19, mientras advertía a los ciudadanos durante su intervención televisiva que <<lo peor está por llegar y pondrá al límite nuestras capacidades>>.
Rafael Cid
Fuente: Rafael Cid