La conferencia anual sobre clima de las Naciones Unidas comenzó esta semana en Durban, Sudáfrica, pero no llegó a tiempo para evitar la trágica muerte de Qodeni Ximba, una joven de 17 años que murió junto a otras nueve personas en Durban el pasado domingo, la noche anterior a que comenzara la conferencia de la ONU. Esa noche, una lluvia torrencial azotó la ciudad costera de 3,5 millones de habitantes y setecientos hogares fueron destruidos a causa de las inundaciones.
Ximba estaba durmiendo cuando la pared de cemento que estaba a su
lado se derrumbó. Una mujer intentó salvar a un bebé de un año cuyos
padres fueron aplastados por su propia casa. No lo logró y el bebé murió
junto a ellos. Todo esto sucede al tiempo que 20.000 políticos,
burócratas, periodistas, científicos y activistas llegaron a Durban para
lo que podría ser la última oportunidad para salvar el Protocolo de
Kioto.
Ximba estaba durmiendo cuando la pared de cemento que estaba a su
lado se derrumbó. Una mujer intentó salvar a un bebé de un año cuyos
padres fueron aplastados por su propia casa. No lo logró y el bebé murió
junto a ellos. Todo esto sucede al tiempo que 20.000 políticos,
burócratas, periodistas, científicos y activistas llegaron a Durban para
lo que podría ser la última oportunidad para salvar el Protocolo de
Kioto.
¿De qué manera la conferencia podría haber evitado estas muertes? O
mejor sería preguntarse: ¿Cómo el diluvio que sobrevino justo a
continuación de otras tormentas letales ocurridas este mes podría
vincularse al cambio climático provocado por el hombre, y qué está
haciendo la conferencia que tiene lugar en Durban al respecto? En Durban
llovió el doble de lo normal para el mes de noviembre y la tendencia
sugiere que los eventos climáticos extremos van a empeorar.
El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático es
un grupo de miles de científicos que trabajan en forma voluntaria para
“brindar al mundo una opinión científica clara sobre la evolución del
conocimiento sobre el cambio climático”. El grupo ganó el Premio Nobel
de la Paz en 2007. La semana pasada, el IPCC
publicó un resumen de sus conclusiones, que vinculan claramente al
cambio climático con fenómenos climatológicos extremos como sequías,
inundaciones, huracanes, olas de calor y aumento del nivel del mar. Casi
al mismo tiempo, la Organización Meteorológica Mundial publicó un
resumen de sus más recientes descubrimientos científicos, en el que
advierte que hasta la fecha, 2011 ha sido el décimo año más caluroso del
que se tiene registro, que el hielo del mar Ártico tiene un volumen más
bajo que nunca este año y que 13 de los 15 años más calurosos de la
historia sucedieron en los últimos 15 años.
Todo esto nos conduce de nuevo a Durban. La reunión que está teniendo
lugar aquí es la 17a Conferencia de las Partes de la Convención Marco
de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, o simplemente la
COP17. Uno de los logros fundamentales del proceso de la ONU
a la fecha es el Protocolo de Kioto, un tratado internacional con
disposiciones vinculantes establecidas para limitar las emisiones de
gases de efecto invernadero. En 1997, cuando el Protocolo fue adoptado,
China era considerado un país pobre, en desarrollo, y como tal tenía
muchas menos obligaciones en virtud del acuerdo. Ahora, Estados Unidos y
otros países afirman que China debe sumarse a los países ricos,
desarrollados, y cumplir con las reglas que se aplican a esos países.
Pero China se niega a hacerlo. Este es uno de los principales
obstáculos, pero de ninguna manera el único, que impide que se renueve
el Protocolo de Kioto (otro de los principales problemas es que Estados
Unidos, el mayor contaminador histórico a nivel mundial, firmó el
tratado pero no fue ratificado por el Congreso).
En Copenhague, a fines de 2009, durante la COP15, el Presidente
Barack Obama organizó una serie de reuniones a puertas cerradas, a las
que solo se accedía con invitación, en las que diseñó una alternativa de
adhesión voluntaria —es decir, no vinculante— al Protocolo de Kioto,
provocando el enojo de muchos. La COP 16 de
Cancún, México, en 2010, aumentó la distancia de la Convención con
respecto al Protocolo. La idea que prevalece en Durban es que estamos
ante un momento decisivo para la continuidad o el fracaso del proceso
sobre el cambio climático de la ONU.
Las omisiones de la mayoría republicana de la Cámara de
Representantes de Estados Unidos con respecto a este tema son aún más
graves que las de Obama. Este grupo de legisladores en su mayoría
considera que la idea de que el cambio climático es provocado por el
hombre es un engaño o directamente inexistente, al igual que unos ocho o
nueve candidatos republicanos a la presidencia. Las empresas de
petróleo y gas gastan decenas de millones de dólares al año para
promover la ciencia basura y a los negadores del cambio climático. Su
inversión ha dado sus frutos, ya que hay un porcentaje cada vez mayor de
estadounidenses que cree que el cambio climático no es un problema.
En paralelo al decepcionante proceso de la ONU
ha surgido un creciente movimiento por la justicia climática en las
calles. Las manifestaciones contra la dependencia de los combustibles
fósiles, que acelera el calentamiento global, van desde la acción
directa no violenta contra la minería de carbón a cielo abierto en
Virginia Occidental, al arresto de más de 1.200 opositores al oleoducto
de arenas de alquitrán Keystone XL frente a la Casa Blanca.
Es por todo esto que Durban, Sudáfrica, es un lugar adecuado para que
la sociedad civil cuestione el proceso de las Naciones Unidas. Se prevé
que África sufrirá el impacto del cambio climático en forma más severa
que muchas otras comunidades y la mayoría de las poblaciones del
continente no están bien equipadas para hacer frente a desastres
climáticos puesto que carecen de infraestructura adecuada y de reservas
de riqueza. Sin embargo, este es el pueblo que derrocó al opresivo
régimen del apartheid.
El novelista sudafricano Alan Paton escribió acerca del apartheid en
1948 (durante el primer año de dicho régimen), adelantándose a lo que
sería una larga lucha para derribarlo: “Llora, amada tierra, pues nada
de esto ha terminado todavía”. La misma determinación crece en las
calles de Durban y brinda el liderazgo que tanto hace falta en el centro
de conferencias donde se desarrolla la COP17.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2011 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Fuente: Amy Goodman