Virus Editorial y Fundación Salvador Seguí han editado en castellano la historia de la A en un libro que aparte de reconstruir la historia de este símbolo tan reciente como pocos sabíamos, ilustra cómo la A inscrita en un círculo se ha convertido, lamentablemente, en otro símbolo de consumo. Así, hoy se encuentra impresa en miles de lugares aparte de las paredes de nuestros pueblos, barrios y ciudades.
[Reseña de La Tramuntana publicada en Rojo y Negro 242, de enero 2011. Original en Catalunya - Papers 123, diciembre 2010]
Los autores son muchos y diversos, pero juntos construyen un viaje por
la historia de este símbolo reciente que se inventó en París y se
popularizó en Milán, y no hace cien años si no escasamente cuarenta.
Hace tan poco que sus creadores están vivos y algunos, como Tomás
Ibáñez, además, son destacados militantes de la CGT.
La verdadera historia de la A
Los autores son muchos y diversos, pero juntos construyen un viaje por
la historia de este símbolo reciente que se inventó en París y se
popularizó en Milán, y no hace cien años si no escasamente cuarenta.
Hace tan poco que sus creadores están vivos y algunos, como Tomás
Ibáñez, además, son destacados militantes de la CGT.
La verdadera historia de la A
La A es un signo tan difundido, conocido y reconocido que ha terminado por ser tomado por un símbolo tradicional del anarquismo, como si existiera «desde siempre». Hay quien ha encontrado referencias de él incluso en la Revolución Española: el ojo entusiasta, pero poco atento, de algún joven anarquista lo ha distinguido sobre el casco de un miliciano cercano a Buenaventura Durruti, cuando se trata claramente el icono de un «objetivo». Algún otro ha creído que la A se remonta incluso a Pierre-Joseph Proudhon y su idea de Anarquía en la Orden. En realidad se trata de un fenómeno relativamente reciente de la iconografía libertaria: la A fue inventada en París en 1964 y repropuesta en Milán en 1966. ¿Dos fechas y dos lugares diferentes de nacimiento? Veamos.
Es en abril del año 1964 cuando en el “Bulletin des Jeunes Libertaires” aparece un proyecto de signo gráfico que el grupo JL de París propone «al conjunto del movimiento anarquista», más allá de sus diversas tendencias, grupos y organizaciones. El texto de presentación explica: «Nos hemos inspirado en dos motivos fundamentales: sobre todo facilitar y hacer más eficaz la realización de pintadas y carteles, además de garantizar una presencia más amplia a los ojos de la gente, gracias a un trazo común a todas las expresiones públicas del movimiento anarquista. Concretamente, se trata, por una parte, de encontrar un método práctico para reducir al mínimo los tiempos de escritura, evitando la necesidad de poner una firma demasiado larga para nuestros lemas, y, por otra, de elegir un símbolo bastante genérico como para poder ser adoptado por todos los anarquistas. El símbolo elegido nos ha parecido que puede responder a estos criterios. Asociándolo constantemente el término anarquista, acabará, por un automatismo mental bien conocido, evocando por sí mismo la idea de anarquismo.
El signo propuesto es una A mayúscula inserta en un círculo. Tomás Ibáñez fue el inspirador y René Darras lo plasmó gráficamente. ¿De dónde vino la idea? Del símbolo antinuclear, ya ampliamente difundido, por la CND (Campaign for Nuclear Disarmament-Campaña para el desarme Nuclear)? ¿Otras inspiraciones?
La propuesta de los jóvenes libertarios parisinos no prosperó, salvo algunas pintadas en el metro de París, aunque en diciembre de ese mismo año la A aparece en el título de un artículo firmado por Tomás Ibáñez en el periódico “Action Libertaire”. La red de los jóvenes libertarios (JL), que a inicios de los años setenta cuenta con varios grupos por toda Francia, se va debilitando: no salen más boletines regionales y el boletín parisino inverna desde 1965 hasta 1967. Y sin embargo, muchos JL estarán en primera línea durante los sucesos de Mayo del 68.
Habrá que esperar hasta 1966 para que el símbolo de la A sea retomado, primero a título experimental y luego regularmente, por la Gioventù Libertaria de Milán, que mantiene estrechas relaciones de colaboración con los jóvenes parisinos. Es entonces cuando comienza la vida pública efectiva del símbolo, a partir del ejemplo milanés, donde es usado como firma en las octavillas y carteles de los jóvenes anarquistas, inicialmente asociado al símbolo antinuclear y a la «manzana» de los Provos holandeses. La A comienza a difundirse cada vez más, primero en Italia -donde a principios de 1971 se ha hecho tan popular que se extiende su uso en la cabecera de la nueva publicación mensual anárquica A- y posteriormente en el resto del mundo (no hay casi ninguna evidencia de haberse utilizado durante el Mayo parisino del 68 y sus primeras apariciones notables fuera de Italia se pueden datar en torno a 1972-73). Es justamente en ese período que explota la moda de la A, de la que se apropian los jóvenes un poco en todas partes.
¿A qué se debe este éxito tan rápido y sorprendente?
Probablemente los mismos motivos que habían impulsado los jóvenes libertarios parisinos y milaneses a proponer y volver a presentar el símbolo: por un lado, es fácil de dibujar, simple como la cruz o la estrella de cinco puntas o la esvástica o la hoz y el martillo, por otra parte, un movimiento joven y en pleno desarrollo ha aprendido a escribir sobre los muros para comunicarse y busca un símbolo para reconocerse. Es así como la A se impuso en la práctica, sin que ninguna organización o grupo haya soñado nunca en decretar su uso (en ausencia de otros símbolos gráficos internacionales o ante la presencia de una simbología obsoleta, como por ejemplo en Italia el símbolo libertario de la antorcha). Esta es por tanto la verdadera historia de la A, hecha de voluntad consciente y de espontaneidad: una mezcla típicamente libertaria. Cualquier otra cosa es leyenda.
Publicado en catalán en Catalunya / Papers 123, pág. 25
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Historia y resultados imprevistos de un símbolo. VV.AA
Virus Editorial y Fundación Salvador Seguí
128 páginas // Barcelona 2010 // 15 euros