Artículo publicado en Rojo y Negro nº 389 mayo.

Denominamos “liberado” al sindicalista que no ejerce su labor habitual en la empresa o administración pública, así puede dedicar la jornada completa a actividades sindicales. Sin embargo, los liberados sindicales tienen mala prensa, unas veces es justificada, pero en otras muchas ocasiones realizan una labor fundamental para el mantenimiento de la organización. Incluso, frente a la idea de que no trabajan, a veces, trabajan mucho más que si estuvieran en su puesto de trabajo profesional. Junto a las labores sindicales se unen las preocupaciones que genera la organización y que precisan una dedicación extra. Por lo tanto, es preciso ser cuidadosos cuando abordemos este asunto.

Habitualmente, para liberar a un sindicalista a tiempo completo, otros sindicalistas deben ceder parte de su crédito horario disminuyendo su capacidad para realizar actividades sindicales. Otro tipo de liberaciones son las llamadas institucionales, mientras se ostenta representación en un organismo determinado o durante el tiempo de una negociación.
Las funciones sindicales de los liberados son muy amplias desde la representación en la empresa, administración o en el sector en general, la negociación de acuerdos, la participación en reuniones de todo tipo e incluso labores administrativas en el sindicato si fuera necesario.
La cifra de sindicalistas liberados totalmente en España es variable. Según datos de la CEOE, hace varios años, aseguraban que eran unos 5.000 en el sector privado y unos 10.000 entre la administración central y autonómica. Más allá de la fiabilidad de las cifras —teniendo en cuenta quien aporta estos datos— lo cierto es que suponen el soporte fundamental de algunas organizaciones, sobre todo las más grandes que lo admiten en sus informes internos, pero también hay liberados sindicales en organizaciones minoritarias y merece la pena observar cómo pueden influir negativamente en la organización.
Las ventajas de tener personas liberadas sindicales, ya sea en la sección sindical de la empresa o en las estructuras del sindicato, son palpables. Presencia continua en los locales, profesionalización que permite dedicar toda la jornada laboral, la movilidad para atender diferentes problemas en lugares diversos y la posibilidad de asistir a concentraciones, manifestaciones y cursos con facilidad. Por otro lado, mientras el liberado sindical soluciona asuntos y coordina las diferentes labores desde el despacho, el resto de la representación sindical no tiene que asumir más responsabilidades y las personas afiliadas reducen su papel a la asistencia a movilizaciones y a meros “consumidores” de servicios sindicales.
El sindicalista con un número determinado de horas no tiene esa disponibilidad y debe compaginar su labor sindical con la profesional. Nos olvidamos de la afiliación que por mucho interés que tenga, las posibilidades de formarse a través de cursos y participar en la vida del sindicato son reducidas. Las organizaciones convocan mayoritariamente las movilizaciones en horario laboral para garantizar su éxito, garantizando que las personas delegadas sindicales cubran las expectativas, pero olvidando el papel no solo de la afiliación sino de la plantilla, fundamental en los conflictos.
Para las empresas y para la administración pública, las liberaciones sindicales también son ventajosas. Esta situación que no merece mayor explicación (es más sencillo sustituir a un trabajador a jornada completa durante un periodo de tiempo determinado que a varios trabajadores durante unas horas concretas o algún día esporádico) hace que traten de incluir las liberaciones en las negociaciones sobre medios sindicales.
Una de las posibles consecuencias para la persona liberada sindical durante un largo periodo puede ser el alejamiento de la realidad laboral diaria y de las inquietudes y preocupaciones de la plantilla. Se puede paliar esta situación intentando visitar los centros de trabajo periódicamente, pero la inercia de las obligaciones sindicales tiende a cierto desapego, aunque no se pueda generalizar esta situación.
El liberado sindical supone una descarga de responsabilidad para el resto de representantes sindicales que pueden ejercer una labor de meros transmisores de problemas e iniciativas, mermando su implicación y participación. Esta especialización sindical provoca que finalizado el periodo de gestión en un secretariado determinado, estas personas pasen a ostentar otras responsabilidades en las estructuras sindicales manteniendo la liberación durante años y años. Estamos ante los “secretariados giratorios”, del secretariado de la sección sindical estatal, a la federación correspondiente, después el secretariado local o territorial, etc. Además, esta situación supone una desprofesionalización del representante sindical, cuando vuelve al puesto de trabajo en su empresa o administración desconoce la labor a realizar ante la rapidez de los cambios tecnológicos y organizativos del mundo del trabajo. Ante esta situación muchos compañeros y compañeras no quieren participar en los secretariados, parece una labor complicada y que precisa formación y así algunas personas se eternizan ocupando diferentes responsabilidades, pero al final, más tarde o más temprano, tenemos la necesidad de cubrir las estructuras, a veces, de una manera precaria e incluso desaparece la sección sindical o sindicato al desaparecer el “líder”. Es la eterna queja, aumentamos en afiliación, en representación sindical pero escasea la militancia dispuesta a gestionar la estructura sindical.
Del defecto, cubrir las necesidades estructurales con sindicalistas liberados, no podemos hacer virtud. ¿Qué fue antes, la falta de militancia o las liberaciones sindicales? Pero, ¿qué es preferible, qué interesa al sindicato? ¿Un corto número de liberados o un alto número de activistas sindicales con 15, 30 o 40 horas al mes o incluso sin horas? ¿Generan las liberaciones un modelo sindical determinado?
Hay que buscar soluciones que permitan a la organización renovar a las personas con responsabilidades, pero para eso es necesario aumentar la participación e implicación de la afiliación. No se pueden hacer afiliaciones con la única pretensión de aumentar el porcentaje electoral para entrar en las negociaciones. Es preciso que la persona que se afilia sepa que el sindicato no es una organización corporativa, sino que agrupa a trabajadores de diferentes empresas y ramas, que el valor principal es la solidaridad y la lucha. El sindicato es una estructura mucho más amplia, que no sólo se ocupa de temas laborales, sino también sociales, y hay que mantenerlo, tanto económicamente como participativamente. Es lamentable escuchar a representantes sindicales decir que para qué se necesita el dinero si ellos se costean las visitas a los diferentes centros ignorando que hay algo más allá de su sección sindical. No es una iguala para tener abogado y un sindicalista de cabecera para consultar inquietudes o problemas. Desde el puesto de trabajo también se puede hacer sindicalismo sufriendo los problemas e inquietudes de la plantilla y desde todas las circunstancias de la vida.
Y si no hay participación, debemos preguntarnos el porqué. Evidentemente, si la asamblea es para debatir sobre el voluminoso libro de ponencias con cientos de páginas para un congreso o para elegir un secretariado, es normal que la afiliación no tenga mucho interés, pero si es para tratar problemas del mundo del trabajo, del sector o de la empresa tal vez le pueda importar. Tampoco se puede sustituir la participación en asambleas por plenarias donde solo asisten los secretarios generales, consultas por WhatsApp o votaciones telemáticas. Tenemos más medios de comunicación, pero lo importante es la participación en el debate, tratar de llegar a acuerdos y solo en última instancia votar. Tampoco puede ser la asamblea un referéndum donde se lleva a la afiliación a votar desconociendo el contenido de los asuntos a tratar.
En los tiempos que corren hay muchas personas implicadas en muchas actividades festivas, religiosas, deportivas, etc. que les suponen emplear mucho tiempo e incluso dinero. ¿Por qué en el sindicalismo la participación es tan escasa? Tenemos que intentar crear espacios participativos, no solo de debate sindical, también de formación, de apoyo social a problemas vecinales, ecológicos y de todo tipo e incluso culturales y de ocio, salir del círculo estrecho corporativo.
Arrastramos inercias desde hace décadas y es preciso definir cómo nos enfrentamos a los problemas actuales, muy complejos y diversos. El tejido laboral y la tecnología han evolucionado vertiginosamente ¿y nosotros?
Una organización que se apoya en liberaciones sindicales puede tener mucho éxito e incluso contribuir a la consolidación y al crecimiento, pero si se prolonga en el tiempo, puede tender a ser una estructura piramidal. Si apostamos por la horizontalidad y la participación debemos ir limitando las liberaciones hasta hacerlas innecesarias. Es una labor lenta, difícil, complicada, que puede generar problemas de funcionamiento, pero necesaria. De lo contrario nos convertiremos en una organización al uso con sus “castas sindicales”, líderes, mandarines, jarrones chinos y vacas sagradas, eso sí, cubiertos con la bandera del anarcosindicalismo. Las denominaciones ideológicas sirven de poco si no van acompañadas con una actividad sindical acorde con sus principios, pero esto es materia de otro artículo. Nadie es imprescindible pero todos somos necesarios.

Paco Romero
Sindicato de Banca Madrid

 


Fuente: Rojo y Negro