Cuando mi situación de desempleo mantenido me hacía ver como un “caramelo” un puesto de trabajo como dependienta en el OGIPAN de Sarriguren, con sueldo mileurista, con un día de libranza semanal siempre entre semana, sometida a un circuito de videovigilancia (somos sospechosas) y con un horario más que flexible, resultó que mi perfil no fue el adecuado y fui despedida en el período de prueba.
Tal vez quienes hoy gestionan esta franquicia piensan que pueden, a cambio de tan maravillosas condiciones de empleo, exigir cumplir un determinado perfil. Yo como trabajadora, me niego a reconocer que no hiciese bien mis tareas, que no atendiese bien a los/as clientes o que no cumpliese los horarios. Es más, ni siquiera mis jefes mantienen estos supuestos. Si me han echado es porque no alcanzo los niveles de sumisión que pretenden, porque ante una descalificación no guardaba el silencio que esperaban o porque siempre he sido una persona que defiende su dignidad y todo esto les molesta.
En estos momentos querría poder acceder a las grabaciones de sus cámaras para atestiguar todo lo que digo, pero sé que estos dispositivos sólo cumplen la función de presionar a la plantilla en interés de la empresa, nunca de la trabajadora.
Estamos en vísperas del 1 de mayo y me encuentro legalmente despedida, las leyes legitiman la precariedad y la arbitrariedad. Políticos y empresarios no cumplen “el perfil” y quien compra el pan debe saberlo. Este 1 de mayo tengo poco que celebrar y sí mucho que reivindicar, creo que tú, que lees esta carta, también. Gracias por tu atención.
Fuente: Laura Garaikoetxea Ezkerro