Artículo de opinión de Rafael Cid.

Vuelve la política escaparate. Retrocedemos al punto de partida. Adiós a intentar ir más allá de lo establecido. Otra vez hay que optar entre lo malo conocido y lo peor por desconocer. Hasta ahora la excusa era la herencia recibida, de aquí en adelante será lo prometido por hacer, la herencia impedida. Los responsables son otros, ellos tenían una agenda social al servicio de la gente. Tenemos libertad de elegir pero no libertad de decidir. Ese es el dilema que ofrecen elecciones del 28 abril.

Vuelve la política escaparate. Retrocedemos al punto de partida. Adiós a intentar ir más allá de lo establecido. Otra vez hay que optar entre lo malo conocido y lo peor por desconocer. Hasta ahora la excusa era la herencia recibida, de aquí en adelante será lo prometido por hacer, la herencia impedida. Los responsables son otros, ellos tenían una agenda social al servicio de la gente. Tenemos libertad de elegir pero no libertad de decidir. Ese es el dilema que ofrecen elecciones del 28 abril. Que bascula entre votar PSOE para continuar las reformas decaídas o abrir las puertas a la derecha trifálica (Dolores Delgado). Un manual de resistencia que copia el prontuario de Susana Díaz en los pasados comicios andaluces y que tan escaso éxito logró. El “no pasarán” que quedó en “pasaron y se quedaron”.

Con esos marciales antecedentes un observador inocente podría pensar que lo que está haciendo Sánchez al disolver las Cortes es tomar impulso para un osado salto adelante. Con ello la convocatoria a urnas para el 28-A sería algo así como una suerte de Tesis de Abril, el programa de grandes reformas que plasmó Lenin al llegar a la estación de Finlandia en Petrogrado tras su viaje desde Suiza en un tren blindado facilitado por el alto mando alemán. Pero no parecen que las cosas vayan a ir por ahí. Sino todo lo contrario. La jugada del secretario general del PSOE se ajustaría más a desembarazarse de las alianzas tóxicas que le llevaron a la Moncloa para luego darle el finiquito. Lo que está en el alero es un largo adiós a los nacionalistas, tanto vascos como catalanes, porque el zascandil PNV se ha quedado con un multimillonario cestón de competencias a verlas venir.

Pero también quiere distanciarse de Podemos y sus aledaños. Esas serían las líneas rojas impuestas por la vieja guardia socialista que ya le sacó tarjeta roja cuando el rigodón del relator, y por los poderes económicos, que recelan de lo que Sánchez trame en petit comité con Iglesias. Especialmente complicada se presenta la consulta para la formación morada. Después de haber cortejado sin demasiado éxito al gobierno socialista durante los últimos ocho meses se verá obligada a hacerle oposición, y como mucho presentarse como baluarte frente a los “trillizos reaccionarios” (Irene Montero, feliz madre de mellizos). Un ejercicio rayano en el funambulismo para un partido que ha cambiado tantas veces de eje como una veleta. Para buena parte de sus afiliados y simpatizantes desempolvar otra vez el postulado izquierda-derecha, ofreciéndose ahora para gobernar con el PSOE que apoyó el 135 y el 155, puede significar un viaje a ninguna parte. Pero también es cierto que en pleno descalabró en las encuestas y con sus alianzas a la greña, a Iglesias no le queda más que ponerse a las órdenes de Sánchez. Tuvo y no retuvo, y durante la legislatura de la moción de censura dilapidó sus 71 escaños en los fastos de ese parto de los montes que supuso la firma del compromiso presupuestario en La Moncloa.

La clase política (ya casi nadie habla de casta, el signo de los tiempos institucionales se ha impuesto) pretende que el personal se va a decantar por el formato de la “alerta antifascista” o por el de la “alarma antiseparatista”, ambos declinaciones frentistas del “a por ellos”. Como si el votante medio fuera una prolongación de las figuraciones ideológicas que perfilan las direcciones de los partidos a la hora de la siesta. Un vaivén amigo-enemigo de intensidad desigual. Las elecciones andaluzas ya demostraron la resiliencia de la categoría derecha, incluso extrema, en el acervo popular. Cuatro décadas de desmemoria histórica dan para mucho esperpento. Y por idéntica razón, pero en otro sentido, si parece que la opción contraria, españolismo versus independentismo, puede contar con más hinchas. Así las tornas, ganaría lo emocional sentido a lo racional percibido. Otra cosa es que en las generales VOX no alcance a ser partido bisagra, como pasó en las andaluzas. Aumentará en votos pero su representación parlamentaria será modesta debido a las cautelas que estableció la Ley Electoral ante una posible irrupción de grupos antisistema (se pensó para la izquierda antes de su doma, pero es reversible). Otra cosa será lo que pase en la circunscripción única de las próximas europeas, con su euroescepticismo a cuestas.

Por tanto, si la política de bloques izquierda-derecha se muestra difícil de conjugar en el contexto del conflicto catalán, todo hace indicar que habrá un mar de fondo para buscar una salida transversal por el flanco moderado. La Marca España ambiciona una entente entre Ciudadanos y el PSOE que ofrezca la estabilidad que las demás variables niegan. Al fin y al cabo esa fue la primera apuesta de Sánchez para desalojar a Rajoy que Podemos frustró. Además ahora comparten la “mochila austriaca”. El problema es que Albert Rivera, poniéndose la venda antes de recibir la pedrada, ha manifestado que eso nunca se producirá con el sanchismo en Ferraz. La alternativa a marchas forzadas pasaría por investir “presidenta encargada” a una Susana Díaz que ya gobernó en Andalucía sostenida por el partido naranja. Entonces habríamos pasado de las tesis del abril al condominio democrático. Pero para que tal ocurra tienen que agotarse muchas pantallas, ver quién controla el senado y rodar algunas cabezas.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid