La Medicina es una de las profesiones con los índices más elevados de suicidio, tasa que en el caso de los hombres es entre 1,7 y 3 veces superior a la población general, y en el de las mujeres, entre 5 y 7 veces mayor.

La Medicina es una de las profesiones con los índices más elevados de suicidio, tasa que en el caso de los hombres es entre 1,7 y 3 veces superior a la población general, y en el de las mujeres, entre 5 y 7 veces mayor.

Los médicos necesitan más formación e información en relación con el suicidio, y es que este colectivo no sólo debe trabajar con pacientes que presentan estas tendencias sino que también es de las profesiones que sufre unas tasas más altas. Además, se da la circunstancia de que, entre los profesionales, las mujeres presentan unas cifras bastante más elevadas que sus compañeros varones.

La afirmación se recoge en el estudio «El suicidio en la profesión médica» ; de Carmen Tejedor Azpeitia, del servicio de Psiquiatría del Hospital San Pablo y de la Universidad Autónoma de Barcelona, quien subraya que las tasas para los hombres médicos son entre 1,7 y 3 veces superiores a la población general, si tenemos en cuenta la mortalidad por suicidio e intentos de suicidio. La situación es aún más grave en la mujer, con una mortalidad suicida de 5 a 7 veces superior.

En el análisis, se destaca que los principales factores de riesgo suicida son la presencia de trastornos mentales (especialmente episodios depresivos) y el abuso de tóxicos, así como rasgos de personalidad predisponentes y acontecimientos en la vida del médico, ya sean afectivos, profesionales o legales. En cuanto al método de suicidio predomina la ingesta de fármacos.

Uno de los problemas más graves a los que se enfrenta el profesional en esta situación es el trabajo que le cuesta solicitar ayuda mental, entre otras cuestiones por el estigma profesional que acarrean los trastornos mentales. Esto lleva a situaciones como «la negación del trastorno, intentos voluntaristas de solucionarlo» y, como última etapa de este viaje, la automedicación.

Por ello, la autora del trabajo subraya la importancia de la formación de los médicos en las «claves suicidas» tanto en sí mismos como en sus pacientes lo que se debería completar con una actualización constante de esta información durante su carrera profesional, además de autovalorar estos conocimientos.

Asimismo, es fundamental facilitar el acceso a los servicios de salud mental colegiales o profesionales de los médicos con trastornos psiquiátricos de mayor riesgo, sentido en el que se apunta los buenos resultados que está dando el Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (Paime).

Por último, destaca la «necesidad imperiosa» de cambiar las actitudes y barreras sociales ante el suicidio, relativizando el estigma social que supone, lo que «puede permitir conocer la realidad del problema y facilitar la petición de ayuda del posible suicida» Igualmente, se recuerda que los supervivientes del suicida requieren asistencia especial, algo que reclama no sólo para los familiares sino también para los compañeros e incluso los pacientes del médico que se quita la vida.