La gobernanza mundial juega a los conjuntos : el G8, círculo interior del nuevo G14, subconjunto fuerte del G20. Mientras, el superconjunto de las 1.020 millones de personas que padecen hambre, y el futuro ecológico del planeta, no tienen ningún «Gn» que les represente.
La crisis global que padece la civilización humana ya tiene su estructura multilateral de poder mundial. Esta es la única decisión real e importante que han querido acordar los autodenominados «líderes» del mundo, en su encuentro en la localidad italiana de Aquila, bajo la hospitalidad del «estiloso» capitalista tornado a político de Berlusconi.
Es la nueva matemática de las relaciones de poder internacional, tras el estallido de la crisis financiera. La reclamación del estado español de formar parte de los nuevos foros de decisión mundial no era si no un síntoma de algo que todos los países centrales y emergentes tenían en sus agendas : crear una institución transnacional donde todos los protagonistas del poder económico global tengan su voz propia. Lo que es igual que decir que todas la multinacionales y transnacionales – viejas y nuevas – tengan las mismas posibilidades de competir y elevar sus beneficios en el nuevo escenario global. Y esto significa, en última instancia, crear las bases legitimadoras y sin fisuras de cómo atajar su crisis – la financiera sólo – : remodelar los mercados bancarios y monetarios para que las grandes corporaciones vuelvan a «reactivar» las esferas productiva y de consumo masivo. El capitalismo es así de obsesivo, su único tema es siempre el mismo : maximizar beneficios, aunque esto sea a costa de la salud del planeta y del padecimiento de los seres humanos que lo habitamos.
Los miserables y hambrientos del mundo y el calentamiento del planeta han sido, pues, los ornamentos mediáticos de la cumbre de Aquila. Estas otras crisis globales (la medioambiental, la de la desnutrición) sólo son «gestos» para que las clases medias – viejas y nuevas – tengan la conciencia tranquila para seguir apuntalando las burocracias estatales, los servicios y el consumo. Pero no son «su» crisis. La crisis de los ricos nunca será la de los pobres.
Que USA, con su portavoz Obama, se comprometa con el resto del G8 a reducir sus emisiones de CO2 en un 80% para 2050 es significativo sólo en la medida de lo que no se dice : la evidencia de la otra crisis que sí preocupa al capital, la energética por agotamiento de los combustibles de origen fósil. El calentamiento, la desertización, la degradación ambiental y la pérdida de biodiversidad son problemas colaterales, sólo importantes en la medida que las opiniones públicas se preocupan por ellos. No obstante, la salud de la Tierra no sabe de promesas siempre incumplidas, ni de compra-venta de emisiones contaminantes, ni de que India, China o Brasil quieran parecerse a Estados Unidos de Norteamérica. El capitalismo globalizado se nutre de sus propias contradicciones, y el Papa – su líder espiritual- rezaba por los líderes del mundo, esos «hombres rectos atentos al bien común». Que todos las divinidades habidas y por haber nos tengan confesados.
Antonio Carretero
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