El día 25 de Julio de 2004, mientras dedicaba la tarde del domingo a la fotografía, me encontré por azar con un hecho digno de ser plasmado para cualquier aficionado a este arte.

El día 25 de Julio de 2004, mientras dedicaba la tarde del domingo a la fotografía, me encontré por azar con un hecho digno de ser plasmado para cualquier aficionado a este arte.

El día 25 de Julio de 2004, mientras dedicaba la tarde del domingo a la fotografía, me encontré por azar con un hecho digno de ser plasmado para cualquier aficionado a este arte.

En uno de los accesos del parque de la Ciudadela, la guardia urbana prohibía la entrada a un grupo de jóvenes ciudadanos que intentaban visitar el parque. El motivo parecía ser que uno de ellos portaba unos bongos.

Ante la injusta situación que ocurría a escasos metros, no dudé en realizar la fotografía. Esto provocó la ira de uno de los agentes municipales, el cual se abalanzó sobre mí e intentó apoderarse de la cámara en primer lugar y más tarde del carrete. Al ver que yo no cedía, siendo filmados por unos turistas japoneses, anotaron con malos modos mi filiación, aun conociendo la ley de protección de datos de este país, y acabaron amenazándome con futuras represalias si esa foto era publicada en cualquier medio de información, añadiendo en su discurso de escasa retórica que estaba prohibido tomar fotografías de los cuerpos de seguridad del estado, aun hallándose en vía pública. Tras estas amenazas de reminiscencia franquista, marché y acto seguido, me asesoré legalmente sobre el tema. Por supuesto, el agente del orden estaba equivocado, puesto que no existe disposición ninguna que impida fotografiar lo que ocurre en la calle.

Creo necesario recordar a estos individuos, los cuales se creen con derecho a inventarse las leyes a su conveniencia, que si no desean aparecer en los medios o se avergüenzan de su trabajo, tal vez debieran buscar otro empleo.

David Peña Pérez (Escritor)


Par : David Peña Pérez