Artículo de opinión de Juan Ramón Ferrandis, Sector Federal Ferroviario de CGT y maquinista de Renfe, publicado hoy en Levante-EMV.

Tiembla la memoria al recordar los momentos posteriores al accidente, 79 personas que no olvidaremos jamás, 200 que intentan olvidarlo para poder continuar sus vidas, millones que queremos que «nunca mais» se repita la tragedia. Vidas truncadas, balizas inexistentes, diseños low cost para las partidas en las que no se debería ahorrar, trabas políticas a la investigación, cero responsables, y un único culpable, al menos oficial.

Tiembla la memoria al recordar los momentos posteriores al accidente, 79 personas que no olvidaremos jamás, 200 que intentan olvidarlo para poder continuar sus vidas, millones que queremos que «nunca mais» se repita la tragedia. Vidas truncadas, balizas inexistentes, diseños low cost para las partidas en las que no se debería ahorrar, trabas políticas a la investigación, cero responsables, y un único culpable, al menos oficial.

Demasiadas similitudes con el accidente del metro de Valencia, aunque, también diferencias sustanciales. Renfe y Adif tomaron medidas concretas en apenas un mes, sobre todo para que aquello no se volviera a repetir, aunque laxas en algún caso, y puede que insuficientes en otros, al menos se reaccionó rápidamente. La otra gran diferencia estriba en la forma de comenzar la instrucción del caso y la manera de iniciar la investigación judicial, la forma de terminarla, será otro cantar.

Hoy podemos decir que los trenes de Renfe, o las vías de Adif son más seguras que hace un año, que al menos las limitaciones y las balizas en las transiciones significativas de velocidad impedirían que se produjese un accidente de las mismas características, al menos evidentemente, donde se ha efectuado su colocación. Pero el mazazo licitador, liberalizador y privatizador que se avecina en tan solo unos días, (BOE de 4 de julio de 2014) nos hace pensar que dentro de un año no estemos en condiciones de decir lo mismo. Valencia será nuevamente el conejillo de indias del experimento.

La ruptura y segregación de las empresas publicas Renfe, en cuatro, y Adif, en dos, multiplican la descoordinación y aumentan la posibilidad de vacíos normativos en materia de seguridad, permitiendo una rebaja entusiasta, a ojos del capital privado, de los estándares de seguridad para que las empresas privadas puedan permitirse suculentos beneficios sin estar encorsetados por lo que fue la máxima, y sin duda, la enseña de la Renfe anterior a la Ley del Sector Ferroviario en 2005, como empresa integrada en el servicio ferroviario y de titularidad pública.

Aquel viejo y vigente lema del sindicalismo alternativo y ecológico, de «público, social, seguro, sostenible y de calidad» se desmorona a pasos agigantados. Hace tiempo que el tren dejó de ser social para pasar a rendir cuentas en contextos solamente económicos y economicistas, donde, ya no importan las personas. La sostenibilidad se quedó también en el camino, o mejor dicho, en las vías de alta velocidad, al igual que la calidad, que ha quedado relegada a unas pocas privilegiadas que pueden pagarla. Al adjetivo «seguro» le queda lo que le queda al «público».

Un año después de aquel terrible accidente, las víctimas se merecen que la sociedad tome la palabra, que exija que el transporte ferroviario sea más seguro, y que se haga justicia en todos sus ámbitos. Se lo debemos, queremos y podemos.

JUAN RAMÓN FERRANDIS

http://www.levante-emv.com/opinion/2014/07/24/seguridad-ferroviaria-ano-despues/1141466.html

http://www.cgtpv.org/Juan-Ramon-Ferrandis-La-seguridad.html


Fuente: Juan Ramón Ferrandis