Formamos parte del grupo de trabajadores de la sanidad pública a la vez que participamos, desde nuestra sección sindical de la CGT en Osasunbidea, de los problemas que afectan a la plantilla. De esta forma hemos llegado a conocer el siguiente caso :
Un compañero nuestro, que acostumbra a usar los medicamentos de forma restringida y recurre a ellos cuando lo considera estrictamente necesario, recientemente se ha visto obligado a utilizar una pomada antifúngica (contra los hongos), por una afección cutánea en la mano, derivada del uso continuado de guantes y de los fuertes jabones que debemos utilizar en nuestro trabajo. Dicha pomada es producida por una importante multinacional farmacéutica, lleva el nombre comercial de Canestén y tiene un coste superior a los 6€ por unidad de 30 gr.
Como los hongos producen infecciones resistentes y persistentes, ha tenido que comprar varias veces el citado producto, cada vez más dolido por el desembolso a realizar. Pero un día, se le ocurrió preguntar en la farmacia si no se disponía de un genérico similar a lo que se respondió que sí. Este genérico costaba algo más de 2 € por lo que salió muy contento del establecimiento pero algo mosqueado por no haber conocido esta posibilidad de mano de las propias trabajadoras de la farmacia, de la cual es cliente habitual. El mosqueo, sorpresa e indignación fueron en aumento cuando comprobó que el medicamento genérico que acababa de comprar, aun costando la tercera parte que el comercial, además de tener idéntica composición y cantidad de producto, era producido por la misma multinacional que produce el citado Canestén.
Tal vez algún sesudo economista, defensor del libre mercado y de la propiedad intelectual nos llegue a convencer de que es preferible pagar más por la misma mercancía, que nos vamos a curar mejor por utilizar fármacos con nombre comercial y que la marca crea distinción por lo que es un valor añadido al producto. Pero algunos somos testarudos y compramos calzado de imitación en el rastro, nos alimentamos de alimentos y no de logotipos y no nos sentimos ni más guapos ni más modernos por consumir determinada marca. Así que mientras podamos, utilizaremos medicamentos genéricos, preguntaremos siempre en la farmacia si los tienen y animaremos a nuestros amigos y familiares a que lo hagan.
Cada vez más médicos, indiferentes a las presiones y regalos de los laboratorios, los recetan. En países como Alemania y Dinamarca se utilizan los genéricos hasta una cuota del 20-30% del mercado frente al 3,75% en estas tierras. Más cerca, en Andalucía, existen medidas que protegen y favorecen la prescripción de genéricos por parte del médico, consiguiendo extender ampliamente su uso. Esto resulta especialmente interesante cuando el bolsillo beneficiado ya no es el de una persona individual sino el de todo el sistema sanitario público en el cual el gasto farmacéutico es el de mayor calado. No es lógico que un sistema sanitario de todos y para todos se vea condicionado por los intereses privados como los de la industria farmacéutica.
La misma industria farmacéutica que se escuda en sus patentes para impedir el acceso a medicaciones básicas en países del sur azotados por pandemias como el VIH, la tuberculosis o la malaria. La misma que utiliza a la población más desfavorecida del planeta como cobayas. La misma que primero crea el producto y después inventa la enfermedad a la que aplicarlo, que gasta más en promoción que en investigación, que mantiene poderosos lobbys para condicionar las decisiones de los políticos, obteniendo importantes ayudas y subvenciones públicas. La misma que manipula estudios “científicos” para que los resultados les beneficien, …
Así que en nuestra sección sindical lo tenemos claro : primero, minimizar los riesgos en el trabajo, después, llevar una vida y alimentación sanas para prevenir la enfermedad y, por último, utilizar los menos medicamentos posibles y cuando sean necesarios, genéricos.
Fuente: Luis Peña | Sección Sindical de la CGT en Osasunbidea