IU pide que el secretario de Seguridad explique en el Congreso la detención de dos republicanos
IU ha pedido la comparecencia en el Congreso del secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, para que explique la detención de dos de sus militantes por exhibir una bandera republicana el pasado martes durante la visita de los Príncipes a Móstoles. IU anunció que adoptará medidas legales y jurídicas y solicita que ambos queden sin cargos. La policía asegura que el arresto de ambos fue por alterar el orden público y agredir a los agentes. El jefe superior de Policía, Enrique Barón, ha ordenado sólo una información de carácter interno para aclarar si algún agente actuó irregularmente.
IU pide que el secretario de Seguridad explique en el Congreso la detención de dos republicanos

IU ha pedido la comparecencia en el Congreso del secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, para que explique la detención de dos de sus militantes por exhibir una bandera republicana el pasado martes durante la visita de los Príncipes a Móstoles. IU anunció que adoptará medidas legales y jurídicas y solicita que ambos queden sin cargos. La policía asegura que el arresto de ambos fue por alterar el orden público y agredir a los agentes. El jefe superior de Policía, Enrique Barón, ha ordenado sólo una información de carácter interno para aclarar si algún agente actuó irregularmente.

Eduardo y Naiara Cabrera Arroyo, hermanos de 25 y 19 años, son republicanos y militantes de las Juventudes Comunistas de IU. El martes pasado les llegó la oportunidad de expresar sus simpatías políticas ante la realeza. Ese día, los príncipes de Asturias visitaron su municipio, Móstoles. Los hermanos, junto a otros dos compañeros, Soledad García, de 21 años, y Guillermo Arroyo, de 20, se apostaron sobre las 19.30 a las puertas del Teatro del Bosque a esperar el paso de los Príncipes. Llevaban la cara pintada con los colores republicanos (morado, rojo y gualda) y una bandera de la República.

En el momento crucial, Eduardo se subió a los hombros de Guillermo, agitando la bandera. «¡Felipe, viva la República !», gritaron los cuatro al paso de don Felipe y doña Letizia Ortiz. «Fue un momento fugaz. La gente gritaba y aplaudía. Yo creo que como mucho se nos oiría decir ’¡Viva !», recuerda uno de los muchachos.

Su relato describe un ambiente de alborozo pero dentro de la normalidad. El atestado policial asegura en cambio que los policías detectaron «cierta alteración en un lugar donde había concentrado mucho público» El atestado describe que los agentes, al acercarse al lugar, «observan a cuatro jóvenes, dos hombres y dos mujeres, tres de ellos con la cara pintada con los colores de la República y gritando proclamas a favor de la República como forma de Estado, siendo por ello increpados insistentemente por el público que se encontraba a su alrededor y provocando con su actitud la alteración de la normalidad en el desarrollo del acto».

La comitiva pasó. Y los cuatro republicanos decidieron irse. «Entonces vinieron dos policías antidisturbios y me pidieron la documentación. Y uno de ellos, alto, calvo y chulo, me soltó : ’¿Eres republicano ? ¡Pues agárramela con la mano !», cuenta Eduardo. «A mí me hizo gracia y sonreí, y entonces el policía me pegó un bofetón y me tiró al suelo». Ya con la cara contra el asfalto, según su relato, Eduardo recibió patadas en las costillas y fue esposado. Su hermana Naiara intentó separar al policía de su hermano. Y ella, según su versión, fue también tirada al suelo por los agentes. «Cuando abrí los ojos, tenía la cabeza llena de zapatos. Le metí un mordisco a la bota de una de las policías y la pava empezó a gritar que si la había pegado el sida», relataba ayer.

La versión policial es bien diferente : «Que por el desorden que estaban provocando [los jóvenes] y para evitar otros incidentes, los agentes proceden a su identificación. Que mientras proceden a ello, los jóvenes gritan reiteradamente que lo son [identificados] por el hecho de ser republicanos». El atestado policial asegura que los antidisturbios pidieron a los chicos que se tranquilizasen. Entonces, según la versión policial, Eduardo empujó a un policía y le lanzó una patada que se quedó en el aire, por lo que fue detenido. «Yo no me enfrenté a nadie. Estaba cagado. Trabajo en un partido político y sabes que en estos casos no hay que montar el espectáculo. Sé de sobra cómo me tengo que comportar con un policía», afirma el joven.

Los otros dos compañeros, Soledad y Guillermo, no fueron detenidos. Soledad quedó apartada del follón y Guillermo, según sus amigos, «pesa 110 kilos y los policías no se atrevieron con él».

Eduardo, mientras era detenido, no paró de gritar. «Y el policía que me había pegado el bofetón me dijo : ’¿Ésa es tu hermana ? Porque por cada grito tuyo ella se va a llevar una hostia», asegura. La policía afirma en cambio que cuando intentó detener a Eduardo, éste ofreció «una gran resistencia». Y gritó «ostensiblemente intentando llamar aún más la atención del público y de los medios de comunicación», hecho que «obliga a los policías a proceder a su reducción empleando la fuerza mínima imprescindible».

Sobre la detención de Naiara, la versión policial asegura que ella, al ver que su hermano era arrestado, intentó arañar a un policía, por lo que también fue detenida. Mientras era reducida, el atestado afirma que «incluso llegó a morder en la pierna a una policía».

Sobre las 2.40 del miércoles, Pedro José Cabrera Bernardo, padre de ambos detenidos, interpuso un recurso de hábeas corpus [derecho del detenido a ser inmediatamente oído por el juez]. Un policía contactó telefónicamente con el juez de guardia y le facilitó «toda la información solicitada» por éste. El magistrado no atendió a la solicitud cursada por Cabrera, presumiblemente al entender que el arresto era conforme a derecho, y ordenó que ambos detenidos fueran llevados a la mañana siguiente al juzgado.


“Los policías nos gritaron : ‘¡Rojos de mierda,
estáis aquí para que nosotros os peguemos !”


S. H., Móstoles

A Naiara Cabrera, en el forcejeo
con los policías durante su detención,
se le bajaron los pantalones
hasta los tobillos. “Les pedí que
me dejaran subírmelos, y un policía
me contestó : ‘Ése es tu lugar :
con el culo al aire, ¡que te vea todo
Móstoles !”. Ésta es una de las presuntas
vejaciones a las que fueron
sometidos los hermanos Cabrera
desde que fueron detenidos, el
martes pasado sobre las 19.50, hasta
que en la mañana del miércoles
salieron de la comisaría de Móstoles
en dirección a los juzgados.

El peor trago para los detenidos
fue el rato que pasaron en la
furgoneta que les trasladó desde
el Teatro del Bosque hasta la comisaría.
“La gente gritaba : ‘¡No
os los llevéis, no han hecho nada !”,
cuenta Naiara. La furgoneta
arrancó, con los dos jóvenes
vigilados por cuatro policías, giró
dos calles y se paró en seco.
“Entonces nos gritaron : ‘¡Rojos
de mierda, estáis aquí para que
os peguemos !’. Yo me había meado
encima del susto y un policía
le dijo a otro : ‘Es una guarra,
puedes mearla que no se va a
notar”, afirma la chica. Ésta no
se amedrantó y escupió a uno de
los policías a la cara. Su hermano
lloraba desconsolado. “Ellos
se lo estaban pasando en grande”,
recuerda Eduardo. La furgoneta,
con el indicativo Puma 79,
llegó a la comisaría y a Naiara,
según su versión, la arrojaron al
suelo. “¡Me vais a matar !”, les
gritó, al ver cómo un coche casi
se la lleva por delante.

En la comisaría de Móstoles,
ambos hermanos fueron separados.
“A mí me metieron en un
cuarto y me dejaron sola con un
policía al que se le caía la baba al
mirarme. Me soltó : ‘Los piercing
te los tienes que quitar y si tienes
uno en el coño, ya te lo estás
quitando”.

Los dos pasaron la noche en
el calabozo, vomitando y llorando.
Estaban en celdas contiguas
y se comunicaban por una rendija.
“El calabozo estaba asqueroso.
Olía a meado. Nos despertaron
a las siete de la mañana para
preguntarnos si queríamos metadona.
Les dije que no, pero que
quería un cigarro. Y el policía me
contestó que metadona sí, pero
que no se podía fumar”, cuenta
Eduardo. Este chico, que trabaja
en la construcción, ha pedido
unos días de baja en la obra.
Naiara, que no trabaja, está a la
espera de que le concedan un curso
de formación para dependientas
de centros comerciales.


Fuente: SUSANA HIDALGO/EL PAIS