Artículo publicado en Rojo y Negro nº 400, mayo 2025

Desde el inicio de la transición ningún gobierno hasta ahora se había atrevido a hacer al pueblo saharaui lo que ha hecho Pedro Sánchez al frente de una coalición de izquierdas. Una malhadada segunda «marcha verde» que completa la entrega del Sáhara Occidental a Marruecos, su depredador estratégico. Si en la embestida de 1975 Rabat movilizó a una marea humana de más de 350.000 civiles enarbolando ejemplares del Corán y banderas marroquíes, escoltados por unos 25.000 soldados en la retaguardia, hoy ha sido el líder del sedicente «gobierno más progresista desde la II República» el que ha rematado la afrenta reconociendo la soberanía alauita sobre la ex colonia. La capitulación de España como potencia administradora vulnera sendas resoluciones de la ONU (2711 de 1970 y 3458B de 1975) que instan a las partes a respetar el derecho de autodeterminación de sus pobladores. Estamos ante la cara siniestra de los fastos que orgullosamente conmemora Moncloa con la rúbrica «España en libertad. 50 años», que lejos de suponer una ruptura con el memorial franquista redunda en su continuismo geopolítico.
El giro copernicano dado por la política española en la era Sánchez al entregar «atado y bien atado» el Sáhara Occidental a la potencia rival al margen del derecho internacional, adquiere todavía mayor transcendencia si se compara con la actuado por el dirigente socialista en otros conflictos equiparables. Mientras se pliega a los intereses de Mohamed VI en el contencioso saharaui, Sánchez practica la coherencia en el caso de la agresión a Gaza por Israel y de la invasión de Ucrania por Rusia. El estruendoso silencio de la familia socialista y sus compañeros de viaje al dar vía libre para la anexión del Sáhara Occidental por Marruecos contrasta con la contundente y publicitada defensa del reconocimiento de la soberanía de Palestina y el firme rechazo a la criminal agresión de Putin en el marco de las resoluciones de la ONU.
Tan flagrante contradicción en el fondo esconde una transgresión aún más injusta y cruel. Porque el abandono del pueblo saharaui a su tradicional enemigo forma parte de un plan diseñado por Donald Trump durante su primer mandato para rediseñar el mapa estratégico del Gran Magreb y Oriente Próximo. La carta que el 18 de marzo de 2022 destapó el rey de Marruecos revelando el pacto secreto con Pedro Sánchez sobre el Sáhara Occidental, sin acuerdo previo del Consejo de Ministros ni de las Cortes Generales, constituye en realidad un eslabón más del Tratado de Abraham refrendado y promovido por Estados Unidos en septiembre de 2020. Un acuerdo con el que Trump pretende encapsular la causa palestina mediante forzando el reconocimiento del Estado de Israel por Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos. Según muchos analistas, un intento de dinamitar este arreglo estaría en la base del ataque perpetrado el 7 de octubre de 2023 por Hamás y la Yihad Islámica contra Israel, en el que los milicianos capturaron a 251 rehenes y mataron a 695 civiles. Provocación y masacre que derivó en la contraofensiva genocida de Netanyahu contra la población de la Franja de Gaza.
Tres años después de la misiva que sacó a la luz el trato secreto entre Sánchez y Mohamed VI, es de nuevo con el regreso de Trump al poder cuando se profundiza en aquella rendición. Un encuentro entre el jefe de la diplomacia marroquí con su homólogo español, celebrado el día festivo del jueves de Semana Santa, ha servido para poner de relieve hasta qué grado de postración democrática está dispuesto el sanchismo para satisfacer los deseos del monarca marroquí. Si en aquella carta de desconexión se asumía que la posición de Rabat sobre el Sáhara Occidental era “la base más seria, creíble y realista para la resolución de este diferendo”, la inopinada reunión entre Naser Burita y José Manuel Albares ha permitido oficializar urbi et orbi lo que entonces se cocinó entre bambalinas. Hasta el extremo de que, según titulaba el diario progubernamental El País, Burita se permitió acusar en Madrid «a quienes defienden la autodeterminación del Sáhara de querer perpetuar el conflicto», con Albares de testigo. Con ello, España no solo daba la espalda a las resoluciones de Naciones Unidas, sino que se aceptaba el argumentario marroquí acusando a los saharauis de ser los responsables del litigio. Víctimas y victimarios con el rol cambiado. En sintonía con la obscena criminalización realizada por Trump ante Zelenski en la Casa Blanca al calificar a Ucrania como el país agresor y a Rusia como el agredido.
La total falta de transparencia que ha rodeado a este capítulo de nuestra política exterior, por designio inescrutable de Pedro Sánchez y la calculada equidistancia de los partidos de izquierda que integran la coalición de gobierno, ha dado pábulo a todo tipo de especulaciones. En el intento de buscar una explicación que racionalice semejante volantazo en el asunto del Sáhara Occidental, se ha llegado a vincularlo con «las intrusiones ilícitas y externas» realizadas con un programa espía en los móviles del presidente Sánchez y de la ministra de Defensa Margarita Robles el año anterior a la filtración de la carta de renuncia. Otro enigma más envuelto en el misterio del serial que se inició con el fallido expediente de descolonización durante el tardofranquismo.
El 14 de noviembre de 1976, primer aniversario de los Acuerdos Tripartitos de Madrid, Felipe González visitaba los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia) para mostrar su apoyo inquebrantable al pueblo saharaui y mostrar su repulsa a la cesión. Estas fueron sus proféticas palabras: «Quiero que sepáis que la mayor parte del pueblo español es solidario con vuestra lucha. Para nosotros no se trata ya del derecho de autodeterminación, sino de acompañaros en vuestra lucha hasta la victoria final (…) Como parte del pueblo español sentimos vergüenza de que el Gobierno no solo haya hecho una mala descolonización entregándoos en manos de gobiernos reaccionarios como los de Marruecos y Mauritania (…) Sabemos que vuestra experiencia es haber recibido muchas promesas nunca cumplidas; yo quiero, por consiguiente, no prometeros algo, sino comprometerme ante la Historia: nuestro Partido estará con vosotros hasta la victoria final».
Del «puedo prometer y prometo» de González al «no es no» de Sánchez. El pasado 25 de febrero el pleno del Congreso aprobó la toma en consideración de una ley para conceder la nacionalidad española a los saharauis nacidos en la ex colonia. Solo votó en contra el PSOE, repitiendo lo ya consignado en 2023. La contumaz y personalísima sumisión del PSOE se ejercita en beneficio de un régimen del que el último resumen ejecutivo de Amnistía Internacional señalaba: «Se dictaron sentencias condenatorias contra al menos seis personas —entre ellas activistas, periodistas y un abogado— por ejercer pacíficamente su derecho a la libertad de expresión. Asimismo, las autoridades reprimieron esporádicamente la disidencia en el Sáhara Occidental. Se infligieron tortura o malos tratos a algunas personas consideradas críticas con las autoridades. La legislación nacional siguió reforzando la desigualdad de género y penalizando la conducta sexual consentida entre adultos del mismo sexo y el aborto. Prevaleció la impunidad en relación con la muerte de al menos 37 migrantes y la desaparición de 76 más que habían intentado cruzar la frontera entre Marruecos y el enclave español de Melilla el 24 de junio de 2022».
Ninguna estética sin ética, decía el clásico: legitimidad del origen y legitimidad de ejercicio. Pedro Sánchez, en el caso del Sáhara Occidental, por su secretismo, vulneración de las resoluciones de la ONU y falta de refrendo democrático institucional, tiene seriamente comprometida la legitimidad de ejercicio. Imita a Franco y se comporta como un caudillo: solo responde ante Dios y ante la Historia. O como Trump con sus órdenes ejecutivas. Porque el presidente del Gobierno lo ha vuelto hacer al destinar sorpresivamente más de 10.000 millones de euros para llegar al 2% de contribución a la OTAN como exige Estados Unidos. Y nuevamente burlando al Parlamento y sin disponer de Presupuestos desde 2023, teniendo por tanto que detraer ese bazucazo de euros de otras partidas.

Rafael Cid


Fuente: Rojo y Negro