Artículo publicado en Rojo y Negro nº 391, julio-agosto 2024

En los últimos años, los servicios, entidades, cooperativas y otros proyectos relacionados con el mundo social, como la educación social y los servicios psicológicos, han sido objeto de críticas por su tratamiento de los trabajadores y sus prácticas laborales. Aunque estos proyectos a menudo aspiran a valores de justicia social y equidad, muchos de ellos continúan perpetuando prácticas de explotación laboral, falta de garantías de derechos básicos y chantaje emocional en el lugar de trabajo.

La falta de garantías de derechos laborales básicos es un clásico y una cuestión persistente en muchos de estos entornos laborales. Las personas trabajadoras pueden verse sometidas a contratos precarios, salarios bajos y condiciones laborales inadecuadas, todo mientras son presionadas para cumplir con las demandas de los proyectos. Esto no solo niega la seguridad y la dignidad que merecen, sino que también merma la calidad de la atención que pueden brindar a las personas usuarias de los servicios. De este modo, en muchas cooperativas y proyectos sociales, las trabajadoras se enfrentan a la falta de garantías laborales fundamentales. Esto puede incluir la falta de contratos claros, la inexistencia de prestaciones sociales, como seguros de salud y pensiones, y la ausencia de protocolos de seguridad en el lugar de trabajo, protocolos de igualdad, etc.
El chantaje emocional es otra práctica común en estos entornos laborales. Ejemplos de estos hechos pueden ser la manipulación emocional para lograr que cumplan con las expectativas de la gestión o los objetivos del proyecto, sin tener en cuenta sus propias necesidades y límites. Este chantaje emocional no solo crea un ambiente laboral tóxico, sino que también puede afectar negativamente la salud mental y el bienestar de los trabajadores. Las estrategias que se utilizan como chantaje y manipulación pueden ser diversas: desde la manipulación de la culpa (responsables de las expectativas y resultados de los proyectos), limitación progresiva de recursos y apoyo para poder desarrollar su trabajo e individualizar el malestar generado; reduciendo el personal o falta de asistencia en situaciones complejas y atribuirlo a las competencias de la profesional, subestimación de las emociones y experiencias de los trabajadores (situaciones de alto riesgo psicosocial que se intentan normalizar y quedan desatendidas…).
Todos estos factores aumentan el malestar en el ambiente de trabajo caracterizado por la ansiedad, el estrés y la desconfianza entre los miembros del equipo. Esto puede mermar la colaboración, la organización y la motivación de los trabajadores y afectar directamente y de forma negativa en la calidad de los servicios que se proporcionan.
Es una obviedad decir que la precariedad laboral y la explotación de los trabajadores tienen un impacto directo en la calidad de la atención que reciben los usuarios de los proyectos sociales y las cooperativas. Trabajadores estresados, desmotivados y sobrecargados tienen dificultades para ofrecer un servicio de calidad y dar apoyo adecuado a los usuarios. Esto puede resumirse en la dotación de un mal servicio de uso público donde pueden sentirse ignorados, desatendidos o incluso maltratados en algunos casos.
Además, la rotación constante del personal debido a las condiciones laborales precarias o los despidos improcedentes de aquellas personas que se organizan para plantar cara puede interrumpir las relaciones terapéuticas y de apoyo que se forman entre los trabajadores y los usuarios de los servicios; afectando negativamente en su recuperación.
Este último punto, la calidad de los servicios y el impacto en la calidad de la atención hacia las personas es de vital importancia. A menudo, las personas que más explotadas y oprimidas están son las que reciben constantemente esta doble victimización por parte del sistema. Como clase trabajadora es vital no olvidar este hecho para poder establecer alianzas y un análisis de raíz.
Un ejemplo reciente ha sido la modificación con respecto el empadronamiento en Barcelona. El propio Ayuntamiento de Barcelona está promoviendo el cambio en el funcionamiento del empadronamiento para personas que vivían en situaciones de «irregularidad» y que hasta ahora tenían el derecho de poderlo hacer a través de las entidades y ONG. La intención es darlas de baja del mismo y así quedar desprotegidas de derechos básicos (como, por ejemplo, la tarjeta sanitaria). Aunque todavía quedan por aclarar muchas cosas, desde las compañeras que trabajan en entidades sociales, una deriva de recortes básicos viene otra vez golpeando a nuestras usuarias. Este ejemplo ilustra la necesidad de no obviar la gravedad de estos hechos (y otras vulneraciones) a la hora de ejercer nuestra labor sindical y poner orden a las prioridades que tenemos en nuestras luchas.
Por un lado, es necesario exigir salarios dignos, condiciones laborales justas y un ambiente de trabajo respetuoso y la erradicación de la explotación laboral y la defensa de los derechos de los trabajadores como garantía para asegurar una atención de calidad para todos. Por otro lado, no olvidar la raíz de las problemáticas que atendemos, que se encuentran en las estructuras y las dinámicas del sistema capitalista y en lógicas que debemos conseguir visibilizar, trascender y rechazar: no asumir la miseria como parte sistémica ni victimizarla.
Romper el imaginario de la alteridad (las usuarias, las desfavorecidas, las víctimas) ya que realmente esto proviene de la mirada clasista y despolitizada. ¿Cuántas trabajadoras sociales podríamos estar en la misma situación que las personas que atendemos? ¿Cuántas psicólogas no hemos sufrido violencia familiar o machista? ¿Cuánta gente de nuestro entorno o nosotras mismas no sufrimos las consecuencias del sufrimiento psíquico o las adicciones?
Tenemos como reto la construcción de un discurso mucho más crítico, empoderado y con análisis de clase que nos encaminen a la huida de las lógicas asistencialistas y garantistas del mismo sistema. El apoyo mutuo entre las clases populares es parte crucial en la resistencia ante el abuso del poder y una responsabilidad compartida.
Como alguna persona hace mucho tiempo dijo «que nuestra esperanza sea la brújula, y nuestra lucha, la ruta hacia un mundo nuevo».

Laura Muñoz y Arnau Huguet

 


Fuente: Rojo y Negro