Con toda certeza, el hecho de ser una proletaria cuasi-analfabeta me impide entender los grandes misterios de los entresijos políticos y sindicales. Lo explicaré mejor con un ejemplo; El conflicto de los autobuses urbanos de Zaragoza. Resulta que la subcontrata de este servicio público se vendió a un grupo empresarial que, a su vez, ya tenía revendido el asunto a otra corporación mexicana.
La cuestión era pillar la concesión y abaratar costes todo lo posible para después ceder el business al mejor postor. Vamos, especulación pura y dura promovida, para más inri, desde un ayuntamiento gobernado por un tripartito de izquierdas. Una jugada financiera que le ha costado el trabajo a 153 empleados y ha puesto patas arriba la seguridad y eficacia del transporte urbano zaragozano. Y para añadir sal en la herida ahora se sabe que, tanto el ayuntamiento como el comité de empresa, eran conocedores de esta charada una semana antes de que se produjera.
La cuestión era pillar la concesión y abaratar costes todo lo posible para después ceder el business al mejor postor. Vamos, especulación pura y dura promovida, para más inri, desde un ayuntamiento gobernado por un tripartito de izquierdas. Una jugada financiera que le ha costado el trabajo a 153 empleados y ha puesto patas arriba la seguridad y eficacia del transporte urbano zaragozano. Y para añadir sal en la herida ahora se sabe que, tanto el ayuntamiento como el comité de empresa, eran conocedores de esta charada una semana antes de que se produjera. Pero curiosamente, la plantilla desconocía este pequeño detalle.
¿Por qué quiénes iban a sufrir en sus carnes este acto de piratería fueron los últimos en enterarse? ¿Acaso los trabajadores carecen de criterio para enfrentarse a su destino y deben ser tutelados por entes superiores? ¿ O será más bien aquello de «ojos que no ven… estacazo que te casco»?
Ya me perdonarán la burricie, pero es que solo soy una humilde limpiadora de las limpiezas sanitarias de Aragón. Unos servicios públicos subcontratados también, cuyos empleados (esencialmente mujeres) han protagonizado una huelga de 49 días en defensa de su dignidad laboral. Durante esta dura lucha, buscamos el arrope de los grupos políticos de las izquierdas aragonesas y creímos encontrarlo.
Al menos, el discurso que mantuvieron durante nuestro conflicto coincidía plenamente: La privatización de los servicios públicos solo sirve para precarizar las prestaciones y las condiciones laborales de los empleados. Evidentemente, las empresas que pujan en estos concursos no son ONG,S. La «externalización» es un negocio redondo. Solo se pueden obtener beneficios, privados claro, pero las pérdidas y las consecuencias del chanchullo son públicas.
Por eso, desde mi supina ignorancia de proletaria rojilla, me atrevo a recordarles, señores y señoras de la izquierda aragonesa, las vehementes promesas que un día nos hicieron de invertir este proceso demoníaco. Y ya me perdonaran el atrevimiento pero, ¿qué mejor ocasión de demostrarlo que cogiendo el toro de los autobuses por los cuernos? Claro que, para eso, hace falta valor y coherencia. Será que soy muy simple pero tanta bipolaridad, me ataca a las neuronas de las buenas intenciones. ¡Aclárense carajo! ¿Están ustedes a por setas o a por rólex? Porque si de verdad están con la clase trabajadora, como nos arrullan al oído, se tienen que mojar en este barro hasta las trancas. Sino, será otra paletada de tierra sobre su propia tumba. La misma en la que yacerán nuestros proletarios huesos gracias a la ambigüedad y la tibieza de la izquierda.
Ana Cuevas
Fuente: Ana Cuevas