Carla del Ponte, fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), posee un impecable sentido de la oportunidad. Buscadora de criminales de guerra a la vez que jurista, afirma haber dado con el paradero de una de sus bestias negras : el general croata Ante Gotovina. Acusado de matar y perseguir a civiles serbios en 1995 durante las guerras de los Balcanes, el militar, un héroe para muchos de sus conciudadanos, se ocultaría en un monasterio franciscano de su país. Según Del Ponte, tan insólito escondite sólo puede conseguirse con la aquiescencia de la más alta instancia católica, el Vaticano mismo. En una nota difundida ayer, la Santa Sede negó "haber ofrecido cobertura alguna" a Gotovina. Otro tanto hicieron los obispos croatas a través de la agencia de noticias Hina. Pero la fiscal no piensa dejarlo así. Mucho menos ahora que la presidencia de turno de la UE, en manos del Reino Unido, se dispone a revisar la solicitud de acceso de Croacia al seno comunitario.
Carla del Ponte, fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), posee un impecable sentido de la oportunidad. Buscadora de criminales de guerra a la vez que jurista, afirma haber dado con el paradero de una de sus bestias negras : el general croata Ante Gotovina. Acusado de matar y perseguir a civiles serbios en 1995 durante las guerras de los Balcanes, el militar, un héroe para muchos de sus conciudadanos, se ocultaría en un monasterio franciscano de su país. Según Del Ponte, tan insólito escondite sólo puede conseguirse con la aquiescencia de la más alta instancia católica, el Vaticano mismo. En una nota difundida ayer, la Santa Sede negó «haber ofrecido cobertura alguna» a Gotovina. Otro tanto hicieron los obispos croatas a través de la agencia de noticias Hina. Pero la fiscal no piensa dejarlo así. Mucho menos ahora que la presidencia de turno de la UE, en manos del Reino Unido, se dispone a revisar la solicitud de acceso de Croacia al seno comunitario.
Que Del Ponte busca por todas partes a Gotovina es sabido. Lo mismo hace con los otros dos prófugos principales del TPIY, los líderes político y militar serbobosnios Radovan Karadzic y Ratko Mladic, respectivamente. Hace dos años, la fiscal apeló directamente al honor del general croata y le conminó a entregarse «por su patria». En realidad, le estaba diciendo que su rebeldía suponía el principal escollo para que su tierra completara con éxito la larga marcha hacia Bruselas. El silencio del militar, antiguo miembro de la Legión francesa, huido desde que en 2001 fuera acusado de permitir el asesinato de al menos 150 civiles serbios y la deportación de hasta 200.000 más, la llevó a encararse con Zagreb. Fue en febrero pasado y señaló directamente al Gobierno. «Dispongo de informes que afirman que Gotovina está en Croacia. Estoy segura de que las autoridades tratan de convencerle de que se entregue, pero no están listas para arrestarlo», dijo.
Lo del monasterio franciscano es su intento más reciente de sacudir las conciencias de los gobernantes croatas. Y también el más detallado. En unas declaraciones efectuadas al rotativo británico The Daily Telegraph, Del Ponte ha afirmado de Gotovina : «Se encuentra en uno de los 80 monasterios croatas y Roma podría indicarme cuál en cuestión de días». Tras haber apelado en secreto, y en vano, durante meses al Vaticano y haber elevado una frustrada petición directa al papa Benedicto XVI, ella ha decidido contar lo que sabe. Tal y como lo explica, el asunto ha tenido mucho de peregrinaje por el entramado vaticano.
Primero viajó a Roma para «comparar notas» con el arzobispo Giovanni Lajolo, secretario para las Relaciones con los Estados. La respuesta fue tan diplomática como inútil para sus necesidades. «El Vaticano no es un Estado al uso y carece de obligaciones internacionales para buscar criminales de guerra», le dijeron. Luego pidió a la jerarquía católica que utilizara sus servicios de inteligencia, por así llamarlos, para localizar al prófugo. Sin éxito. Cuando el obispo croata Mile Bogovic calificó al TPIY de «corte política» y habló en términos elogiosos de Gotovina, Del Ponte solicitó una repulsa vaticana. «Monseñor Lajolo me dijo que carecía de autoridad directa sobre los obispos», señala en la mencionada entrevista. La nota vaticana, por el contrario, subraya que le fue pedida a la jurista «cierta precisión en sus indicios para poder entrar en contacto con la autoridad eclesiástica competente», sin que Del Ponte haya respondido.
Aunque incómoda, la situación le resulta familiar. Con Karadzic y Mladic le ocurre algo parecido. Su oficina asegura que siguen escondidos cerca de su tierra, y las autoridades serbias hacen votos por encontrarles sin resultado. Una cosa parece segura : si las denuncias no funcionan -hay que decir que Belgrado ha animado a entregarse a varios acusados por el TPIY en los últimos meses y Zagreb no quiere dañar su petición de acceso a la UE-, la fiscal seguirá ejerciendo su poder asesor. De sus informes sobre la colaboración de Serbia y Croacia depende la apertura de negociaciones comunitarias para ambas. Y ésa es una puerta todavía cerrada.
Fuente: ISABEL FERRER / EL PAÍS