Artículo de opinión de Rafael Cid

Una vez le preguntaron a Pablo Iglesias por qué si Podemos era un partido de izquierda radical antisistema su secretario general trabajaba para Hispan TV, la productora financiada por el régimen feminicida y teocrático de Irán. La respuesta del líder de la formación morada fue campanuda: “la geopolítica es así”. Ni ética ni estética.

Una vez le preguntaron a Pablo Iglesias por qué si Podemos era un partido de izquierda radical antisistema su secretario general trabajaba para Hispan TV, la productora financiada por el régimen feminicida y teocrático de Irán. La respuesta del líder de la formación morada fue campanuda: “la geopolítica es así”. Ni ética ni estética.

Pues bien esa forma de hacer patria, la vieja política de la casta, es la que ha imperado en el proceso de investidura que acaba de concluir en el ámbito local como consecuencia de los resultados electorales del 26-M. Una cosa es lo que votaron los ciudadanos convocados a las urnas, y otras muchas lo que finalmente ha quedado reflejado en la conformación de las corporaciones. Un especie de aquel “todo vale, todo se aprovecha, de un cuerno se hace una percha”.

Lo que ocurre es que tamaño vaivén que deja en bolas el mandato de la ciudadanía, tiene un juicio diferente según el quién y el cómo lo protagonice. Veamos algunos ejemplos de ese tráfico descarado mercantil que llaman la política realmente existente, siempre de curso legal:

-El PSOE perdedor en las elecciones generales, desaloja del poder al PP ganador con ayuda de una coalición arcoíris de partidos minoritarios a través de una moción de censura, lo que el desaparecido dirigente socialista Alfredo Pérez Rubalcaba denominó en su día “gobierno Frankenstein”.

-La investidura del nuevo presidente de la Junta de Andalucía, el popular Juan Manuel Moreno, fruto de un acuerdo entre el PP, Ciudadanos y Vox (pero sin los neofranquistas en el ejecutivo) que arrebató el sillón de San Telmo a Susana Díaz, ganadora de las elecciones, fue contestada con una “alerta antifascista” por parte de la izquierda. Hasta el punto de fletarse autobuses por las cúpulas de los “derrotados” para traer gratuitamente a Sevilla a una muchedumbre de afiliados y simpatizantes a boicotear el acto.

-PP y Ciudadanos logran hacerse con el ayuntamiento de Madrid apoyados por Vox (repitiendo formato bético, sin sillón en el gobierno), donde había ganado la candidatura de Más Madrid encabezada por la anterior alcaldesa Manuela Carmena, a pesar de que la ejecutiva de Ciudadanos había dicho por activa, pasiva y perifrástica que nunca negociarían con el partido de Santiago Abascal.

-En Burgos el PSOE lograr hacerse con el consistorio con algo que recuerda al famoso “tamayazo” madrileño al romper los ultras de Vox el pacto previamente suscrito con PP y Ciudadanos y votarse a sí mismos. En Torremolinos, a su vez, los socialistas se hicieron con el bastón de mando gracias al apoyo de una ex concejala de Vox.

-En Castilla La Mancha, las corporaciones locales Albacete y Ciudad Real se las han repartido salomónicamente PSOE y Ciudadanos, o sea el partido del gobierno de la nación y uno de los miembros del tildado “trifachito”, a razón de dos años de gestión por sigla.

-Y terminando por el principio, en Barcelona Ada Colau ha repetido al frente del ayuntamiento con los tres votos decisivos del grupo de Manuel Vals integrado en Ciudadanos, a pesar de su declarada hostilidad al procés y cuando un miembro de la corporación, el integrante de Junts per Barcelona, Joaquín Forn, tuvo que asistir a la toma de posesión conducido por la fuerza pública desde la prisión donde “cumple condena condicional” hasta que los tribunales dicten si hubo ilícito penal o no durante las jornadas del I-O. El bochorno de esa alianza contra natura, repudiada al por mayor por los numerosos ciudadanos (no fletados) que desde la calle gritaban “Colau, fraude”, tuvo su momento de éxtasis cuando el ex primer ministro socialista de Francia tomo la palabra desafiante para afirmar ante los presentes que en el reino de “España no hay presos político ni exiliados”. En “la Ciudad Condal” la opción vencedora había sido la encabezada por el republicano Ernest Maragall, que logró el mismo número de concejales que Ada Colau pero más votos para ERC. ¿Qué tienen en común la Barcelona en Comú de Colau con el alacrán del 155 y apologista del “a por ellos”?

La geopolítica es así: hace extraños compañeros de cama.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid