La legitimación de las políticas globalizadoras y alterglobalizadoras, no depende de su capacidad para resolver los problemas de la gente, sino de un veredicto : “no hay alternativa”. A partir de aquí, solo cabe correr en la dirección que marca el poder sin más finalidad que seguir corriendo.

La legitimación de las políticas globalizadoras y alterglobalizadoras, no depende de su capacidad para resolver los problemas de la gente, sino de un veredicto : “no hay alternativa”. A partir de aquí, solo cabe correr en la dirección que marca el poder sin más finalidad que seguir corriendo.


El mundo de la ilustración y el progreso se hunde en un nuevo genero de barbarie… La tierra, enteramente capitalista, resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad [1].

El capitalismo global está produciendo una catástrofe humanitaria, ecológica y ética sin precedentes en la historia. Sin embargo, la política, colonizada por la economía, se asemeja a un laberinto donde cualquier camino conduce al mismo sitio y del que es imposible salir. En el primer mundo, ésta paradoja tiene su origen en la crisis de la izquierda. Dicha crisis consiste en su adopción de la “alterglobalización” como bandera. Con ello, la izquierda reduce su papel al de una segunda marca electoral del capitalismo globalizador.

La legitimación de las políticas globalizadoras y alterglobalizadoras, no depende de su capacidad para resolver los problemas de la gente, sino de un veredicto [2] : “no hay alternativa”. A partir de aquí, solo cabe correr en la dirección que marca el poder sin más finalidad que seguir corriendo. Las acciones quedan desconectadas de sus consecuencias y las consecuencias pierden su capacidad de valoración política y ética de las decisiones que las producen. Frente a los daños de la globalización, solo cabe aplicar, con más fuerza, las leyes de la economía [3]. La persecución de los paraísos artificiales que ofrece el “libre comercio mundial” es el factor de identidad dominante en las sociedades modernas.

LA GENESIS DEL “PRECARIO” IMPERIALISMO EUROPEO

Las poblaciones europeas del este y del oeste tenían, a mediados del siglo XX, una experiencia común : la barbarie política del nazismo como una forma de modernización basada en la dictadura terrorista del capital. Los gobernantes de la Europa “democrática” también defendían la modernización, pero desde la libertad de mercado. Los de la Europa del Este, lo hacían desde la planificación económica. Sin embargo, el contenido de dicha modernización era análogo en todos los casos : fe en el desarrollo tecnológico como base para el crecimiento económico y la abundancia, identificados con el bienestar y el progreso social.

Bajo estos principios, tanto unas poblaciones como otras, carecían de la práctica y la teoría de una constitución política basada en la autodeterminación de las multitudes, más allá del mercado y del estado. En el área capitalista, porque el principio de constitución de las relaciones sociales era el mercado, entonces corregido por el Estado. En la Unión Soviética y su área de influencia, porque la potencia democrática de los primeros años de la revolución se agotó a manos de los bloqueos y agresiones de los países capitalistas. Los sacrificios inmensos de la población y el ascenso de la burocracia explican – tras la desaparición física por la guerra y la represión del estalinismo, de los mejores militantes – la transformación de un proceso revolucionario en un capitalismo de estado sin mercado.

Con la caída de los regímenes de “socialismo real” del Este de Europa, se produjo también la caída del modelo de capitalismo que se le oponía en los regímenes llamados “democracias parlamentarias [4]”. Tras 1989, las poblaciones de los regímenes de economía planificada del Este de Europa apoyaron mayoritariamente las opciones que ofrecían las mayores dosis de mercado. Pocos años después, el caos social producido por dicho mercado parece fortalecer a alternativas nostálgicas de la antigua burocracia, reconvertidas a las demagógicas recetas alterglobalizadoras.

Simétricamente, las poblaciones de los regímenes parlamentarios de mercado sufren -sufrimos- impotentes los mismos programas neoliberales presentados con envoltorio keynesiano, es decir alterglobalizador. Este envoltorio intenta la cuadratura del circulo : salvar el estado de bienestar con políticas que le salvan de sí mismo. El resultado es un discurso irracional y contradictorio con la vida real de la gente : empleo precario (estable y con derechos), garantía de las pensiones públicas (reduciendo sus cuantías y aumentando la dificultad para acceder a ellas) ; progreso económico (con degradación social) ; libertad (pero dentro de las leyes del mercado). Todo ello a mayor gloria de la libertad de movimientos de los capitales.

Este discurso se autolegitima en base a la invisibilidad y (o) neutralización de cualquier expresión política autónoma de los damnificados. Quince años después de “la caída del muro”, las poblaciones de ambos espacios geopolíticos, hoy precariamente unificados en un proyecto imperialista subalterno, la U.E., padecen, en distinto grado, los mismos problemas económicos y sociales. Las políticas que se aplican desde las instituciones de la U. E. no hacen sino incrementar dichos problemas.

En las sociedades europeas los daños de la globalización no tienen expresión política porque la izquierda alterglobalizadora es una derecha sobrevenida que cuenta con una tupida red de control social. La gente no quiere oír hablar de luchas porque la izquierda no está por esa vía y cuando, por razones partidistas, propone un enfrentamiento, todos saben que la mayoría de los políticos y los sindicalistas son mentirosos y oportunistas. Los políticos y sindicalistas hacen apología de la sumisión, invocando la ausencia de dignidad y valor producida por ellos mismos. Ante excepciones como Plataforma Sindical de la EMT, Sintel, Limpiezas del hospital Ramón y Cajal o el Movimiento Contra la Europa del Capital, la Globalización y la Guerra, la izquierda alterglobalizadora se ocupa de que la excepción se ajuste a la regla lo antes posible.

Los gobiernos europeos han creado la política antiterrorista y de seguridad común para reprimir la resistencia de los pueblos agredidos por nuestras multinacionales y nuestros gobiernos.
También para gestionar la guerra molecular que avanza desde los sectores excluidos de nuestras sociedades opulentas. Estas políticas no buscan la seguridad de todos sino la de los privilegiados frente a los perjudicados. Admiten la compasión hacia los pobres buenos pero condenan de antemano a los pobres malos que deciden morir matando, o bien, siguiendo la consigna social de ¡enriqueceos !, toman su parte del festín sin pasar por el mercado. La inseguridad alimentaria, los genocidios por el hambre, las enfermedades, las guerras y las condiciones laborales homicidas, son sólo “daños colaterales” de una economía globalizada que, en los países ricos, sitúan a las amplias clases medias en vías de desarrollo hacia la inseguridad de masas del llamado “tercer mundo”. Las políticas antiterroristas, al separar la violencia reactiva de los de abajo de sus verdaderas causas políticas, económicas y culturales, son una quimioterapia que fortalece la enfermedad y debilita al paciente.

[1] M. Horkheimer y T. W. Adorno. “La Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos Filosóficos”. Pág. 59. Ed. Trota 1996.
[2] Veredicto : Verdad dictada
[3] “La economía es una ciencia siempre que no exista la lucha de clases”… “la ley del valor se impone como una férrea necesidad…”. Karl Marx. “El Capital”. Vol I. Epílogo a la 2ª edición alemana. Ed. Siglo XXI. 1975.
[4] Andrés Bilbao. Léxico de Economía. Pág. 7. Edit. Talasa 1993

Este texto forma parte de «Globalización, alterglobalziación y crisis», publicado en La Haine.
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Par : Agustín Morán