Artículo publicado en Rojo y Negro nº 397, febrero 2025

El recién nombrado gobierno norteamericano está conformado esencialmente por multimillonarios. No estamos hablando sólo de Donald Trump o de los titulares del nuevo Departamento de Gestión y Eficiencia Gubernamental, los magnates tecnológicos Elon Musk y Vivek Ramaswamy, que van a tener la función de desmantelar el exiguo Estado del Bienestar de los Estados Unidos. Estamos hablando, también, de la mayor parte de sus cargos de alto nivel.

Con Trump la clase dirigente toma directamente en sus manos la gestión del Estado. Ya no se trata de influir sobre los legisladores o gobernantes mediante lobbies o presiones económicas. Ya no hablamos de representantes políticos extraídos de la clase media alta y ligados estrechamente, por su trayectoria académica y vital, a los intereses de quienes tienen el poder real, económico y militar. Con Trump, la clase dirigente gobierna de manera directa e inmediata. Los multimillonarios (billioners, en los términos norteamericanos) dan las órdenes y las ejecutan.
Lo más paradójico del asunto es que esta toma del timón del poder estatal más poderoso del mundo, por parte de un grupo nutrido de potentados, se produce en nombre del soberanismo. El discurso del movimiento MAGA (Make America Great Again) que ha llevado a Trump a la presidencia se basa en una crítica directa a las llamadas “élites globalistas”, que se habrían enriquecido con la apertura económica y el comercio mundial desde los años setenta. Frente a estas élites “desnacionalizadas” y “cosmopolitas”, que impulsaron las deslocalizaciones industriales y la hegemonía del capital financiero frente al productivo, el movimiento MAGA dice representar a los sectores “soberanistas” que reclaman la renacionalización cultural, la reindustrialización de los Estados Unidos, la hegemonía de las actividades productivas sobre la especulación, el fin de la “globalización” y la imposición de la “preferencia nacional” en todos los aspectos sociales.
El movimiento MAGA dice defender la relocalización, en Estados Unidos, de las fábricas que fueron ubicadas en Asia para aprovechar las ventajas comparativas de la globalización de los capitales. Afirma la necesidad de deshacerse de la clase obrera migrante, que estaría “robando” puestos de trabajo a la autóctona. Va a imponer altos aranceles a las importaciones para promover una dinámica de sustitución de importaciones que reactive la industria nacional. Promete una política exterior en la senda de la tradición “aislacionista” del Partido Republicano, basada en la idea de no perder energía en conflictos externos y concentrar la atención en fortalecer la base económica estadounidense y homogeneizar su marco cultural.
Sin embargo, el movimiento MAGA, es decir, “the billioners” que gobernarán con Trump, también habla de fomentar las criptomonedas (la quintaesencia de la globalización especulativa en los mercados financieros) y de multiplicar el gasto en defensa. Sus políticas, en la anterior legislatura de Trump, no impulsaron, de hecho, la relocalización industrial. Nunca llevó a cabo la deportación masiva, ante la necesidad perentoria de mano de obra en los servicios y la agricultura, aunque presionó a los migrantes con draconianas medidas legales, para instaurar un régimen de apartheid laboral que permitió endurecer la gestión de la fuerza de trabajo, fragmentándola. Los fondos globales de inversión, como BlackRock o Elliot Management, vivieron una era dorada que los llevó a expandirse por el globo sin ninguna oposición, ni ningún límite relativo a la “soberanía de las naciones”.
No podía ser de otra manera. El “soberanismo MAGA” es una careta vacía de contenido, como el del resto de organizaciones ultraderechistas de Occidente. Una leyenda para gentes crédulas. “The billioners” que van a gobernar con Trump son ilustres “globalistas” en los asuntos serios, es decir, en sus propios negocios. La principal planta productiva de la mayor empresa de Elon Musk, Tesla Motors, no está en Estados Unidos, sino en Shanghái, y el conocido multimillonario que va a dirigir los recortes en la Administración norteamericana, no está pensando en relocalizarla en Chicago o en Boston. Lo cierto es que Musk se lleva tan bien con los dirigentes chinos (el gran diablo para el movimiento MAGA y para Trump), que los bancos de la República Popular le prestaron, con el beneplácito del Partido Comunista, 1.400 millones de dólares para ampliar la fábrica. El tipo de interés del préstamo se fijó en el 90% del de referencia en el mercado chino a un año, lo que los especialistas consideran un favor financiero que sólo se tiene con los mejores clientes, normalmente chinos.
En la fábrica de Shanghái, Tesla produce millones de coches cada año y ha obtenido unos ingresos de 54.000 millones de dólares en los últimos tres ejercicios, lo que significa el 23 % de sus ingresos globales. Por otra parte, la madre de Musk está haciendo una gran carrera como influencer en China, y ya acumula más de medio millón de seguidores en Xiaohongshu, el Instagram chino.
El negocio de “The billioners” es global. Las cadenas de suministro de las grandes tecnológicas y los gigantes industriales norteamericanos son globales. Los fondos de inversión necesitan un mercado global de capitales. La diferenciación entre una fracción capitalista “productiva y soberanista” y una fracción “globalista y financiera” es cada vez más tenue e ilusoria. Los propietarios de las empresas industriales (que son, muchas veces, grandes fondos financieros) invierten sus beneficios en la especulación. Los grandes vehículos de inversión globales, como SoftBank, invierten en las tecnológicas y las empresas de IA de Estados Unidos. De hecho, Masayosi Son, el consejero delegado de SoftBank, presentó en diciembre, junto a Trump, su proyecto de invertir 95.000 millones de dólares en cuatro años en empresas estadounidenses.
Curiosa leyenda de los multimillonarios soberanistas, que vendrían a “salvar” a la clase trabajadora nacional de los horrores de la globalización, es un cuento cruel para engañar y dividir a las masas.

José Luis Carretero Miramar


Fuente: Rojo y Negro