Artículo de opinión de Antonio Pérez Collado, Secretario de Acción Social de CGT-PV, publicado en Levante-EMV.

Los jefes de los estados miembros de la Unión Europea (incluido el de España, en funciones según para qué asuntos) se han puesto de acuerdo para cerrar las puertas a los refugiados sin papeles –que es como decir a todos– mientras daban cuenta de un apetitoso almuerzo. Con su simulacro de negociación para edulcorar este «pacto de la vergüenza» han vuelto a demostrar lo poco que les importan los derechos humanos y las libertades de los pueblos a los que dicen representar.

Los jefes de los estados miembros de la Unión Europea (incluido el de España, en funciones según para qué asuntos) se han puesto de acuerdo para cerrar las puertas a los refugiados sin papeles –que es como decir a todos– mientras daban cuenta de un apetitoso almuerzo. Con su simulacro de negociación para edulcorar este «pacto de la vergüenza» han vuelto a demostrar lo poco que les importan los derechos humanos y las libertades de los pueblos a los que dicen representar.

Ignorando los compromisos firmados con anterioridad para acoger a unos 800.000 refugiados (de los que apenas habían llegado 300) la UE se salta todos los tratados y declaraciones en pro de los derechos civiles, cediendo a un gobierno tan cuestionado como el turco las misiones de vigilar las fronteras ante el éxodo sirio y retener a las cientos de miles de seres humanos que deambulan por los caminos de media Europa, pero que ya están en territorio comunitario y, por tanto, son acreedores a la asistencia y la acogida como refugiados de guerra.

El caso es que la Europa de los mercados se niega a recibir a las riadas de víctimas que llaman a nuestras conciencias, huyendo del dolor y la miseria que las políticas de los propios estados del Norte causan en los expoliados pueblos del Sur. Los dirigentes del Consejo Europeo (donde cohabitan amigablemente gobiernos de derechas y de izquierdas) prefieren que Turquía haga el trabajo sucio, a cambio de 3.000 millones de euros (ampliables a otros tres mil) y de levantar el pie del freno en el largo proceso de integración turca y de supresión de visados para sus ciudadanos en la UE.

Para tranquilizar –no ya sus conciencias, que no lo necesitan–, sino a la población europea más solidaria respecto a la tragedia que viven quienes huyen de Oriente Medio y África, los estadistas continentales han firmado un papel (mojado, por supuesto) donde se comprometen a que no haya expulsiones colectivas ni en caliente. Una pírrica victoria de la servil diplomacia de los gobiernos más aparentemente sensibles, sin duda.

Desgraciadamente no ha sido necesario esperar a la entrada en vigor del acuerdo, puesto que nada más partir de regreso los lujosos aviones presidenciales ya empezó la deportación en barco de centenares de refugiados desde Lesbos a Turquía, así como el desmantelamiento de campamentos en el país heleno. Cuesta creer que en tan poco se hayan tramitado tantas expulsiones respetando la letra del acuerdo de Bruselas.

Frente a la política xenófoba e insolidaria de los gobiernos europeos, la respuesta ciudadana no puede ser otra que denunciar el citado acuerdo y practicar la solidaridad con todos aquellos hermanos que huyen de una muerte segura o de una vida insoportable. Otros pueblos lo hicieron antes con los españoles. Tampoco cabe tolerancia ni silencio ante bochornosos episodios de racismo como los vistos en Madrid y Roma tras sendos partidos de fútbol. Esta no es la Europa que hemos soñado. Este siglo necesita una Europa de derechos y libertades, de cultura y convivencia, de solidaridad.

Antonio Pérez Collado

CGT


Fuente: Antonio Pérez Collado