Artículo de opinión de Joseba Santesteban, del Grupo de Comunicación de CGT-LKN Nafarroa

El erotismo, como comportamiento cultural que guarda relación directa en las capacidades de atracción entre los seres humanos, viene a ilustrar de manera sustancial lo que la sociedad reclama para el panorama político inmediato. El Juego de seducción basado en la búsqueda de puntos de encuentro que activa la libido y aviva el deseo de la complementariedad; poniendo en valor a la política con mayúsculas, como marco de entendimiento sobre el que una sociedad tan diversa como la que nos ocupa sería beneficiaria.

El erotismo, como comportamiento cultural que guarda relación directa en las capacidades de atracción entre los seres humanos, viene a ilustrar de manera sustancial lo que la sociedad reclama para el panorama político inmediato. El Juego de seducción basado en la búsqueda de puntos de encuentro que activa la libido y aviva el deseo de la complementariedad; poniendo en valor a la política con mayúsculas, como marco de entendimiento sobre el que una sociedad tan diversa como la que nos ocupa sería beneficiaria. En esencia, el erotismo pone en valor el conocimiento y reconocimiento de la alteridad y es en este espacio de complementariedad donde la búsqueda de puntos de encuentro, en la diferencia, da valor a la necesaria confluencia de necesidades comunes y prioritarias.

La amalgama cromática resultante tras la jornada plebiscitaria del pasado 24 de mayo es fruto de una necesidad real que impulsa una nueva y demandada escena política. Desde la implantacion del teatro operativo del sistema de partidos y bajo la cantinela de la gobernabilidad y la estabilidad, lo que se venía gestando en los despachos tras unos comicios era un cambalache de reparto de carteras y sillones, donde los programas, cuando los ha habido, quedaban relegados al “interés general”, de unos pocos. Un orden que en la última década, en especial este final de ciclo, ha puesto en evidencia que no hay más inestabilidad que la estabilidad condicionada al mercantilismo y la dádiva, puesto que en realidad dicha condición no tiene ninguna base política sólida.

Esta fórmula de gobernabilidad, se basa en un erotismo narcisista, onanista, que tiende a eliminar la alteridad despreciándola, en especial por aquellos que consolidan su poder como por aquellos que consiguen sus canonjías asociándose con quien lo ostenta, degradándose a sí mismos a la condición de espejo del poder. La erótica del poder: más encuadrada en el juego de la dominación y la sumisión, propia del reparto de carteras y sillones que garantiza el voto entre afines; leitmotiv, respaldado por la oligarquía y agentes fácticos claramente beneficiarios del sistema. Certifica una forma de política incapaz de reconocer al otro en su alteridad.

En el contrapunto, el eros extrae al sujeto de sí mismo, lo conduce y aproxima hacia el otro. La recreación erótico comunicativa pone en práctica la seducción del diálogo, explorando en la alteridad confluencias, entusiasmos y deleites comunes. Sin duda el momento político actual es producto del despertar social. La ciudadanía se ha hartado de que le ninguneen. De que el ejercicio del poder cargue siempre sobre la parte mas débil; toma iniciativa y viene a erotizar el espacio político proclamando al diálogo persuasivo como conquistador categórico. El debate sin exclusión, la participación en la alianza programática como base de fidelización en la estabilidad por la justicia social.

Resuenan con fuerza estos días las palabras en campaña de la desplazada y cándida candidata del errático y casi proscrito PSN: “Estamos ante una oportunidad histórica, porque nunca antes había existido un deseo de cambio tan mayoritario en la sociedad navarra”. ¡Puff! Ninguna de las fuerzas que apostaron por «el cambio» puede ahora, formando mayoría, descolgarse de semejante objetivo. Es momento de renunciar, por innecesarias, a las cuotas de poder y de confluir en objetivos tangibles y comunes. Hay base para ello. La sociedad lo que ha venido a manifestar mediante este sufragio es que reniega de la política narcisista y reclama la erotización de ésta. La Erótica del Pacto. La aproximación e inmersión en la pluralidad dando valor a la negatividad intrínseca del pacto supeditado a la positividad objetiva. El pacto por el pacto es narcisismo, lo que no resuelve nada y elimina la negatividad, la diferencia, sumiéndose en la porno positividad de la erótica del poder.

El mapa del parlamentarismo resultante realmente no viene a resolver nada, mañana esta sociedad seguirá siendo rehén del capital y de sus deseos. Un gran objetivo a derribar que requiere un compromiso mayor. Pero al menos existe la oportunidad de influir en la organización municipal, autonómica, y la responsabilidad de que este erotismo se consolide y sea una constante en la actividad política social. La Sociedad Civil propugna la Erótica del Pacto como forma de entendimiento entre las distintas formaciones que confluyen en la exigencia empírica de un cambio de formas en la política y unas políticas diferentes. Cercanas. Al mismo tiempo abraza la intervención del ámbito institucional conformándose como copartícipe y guía en los asuntos municipales. Se posiciona en la creación de un vínculo interactivo y participativo. No quiere seguir siendo rehén de nadie. Ni de la violencia y sus víctimas, ni de deudas descontroladas por la ambición sectaria, ni del despotismo “demócrata”; una condición que ha durado demasiado tiempo fruto de la política narcisista, que determinadas formaciones se resisten a abandonar despreciando el claro y erótico dictamen social.

Joseba Santesteban

Grupo de Comunicación de CGT-LKN Nafarroa

 


Fuente: Joseba Santesteban