A raíz del artículo "Proletariado y clases sociales, hoy"(1) y de mis comentarios (2), su autor y yo coincidimos en la necesidad de reflexionar sobre el por qué el "proletariado", pese a ser -cuantitativamente- superior a la burguesía (aunque la relación no sea de 99 a 1%, como se dice por ahí), parece estar perdiendo hoy la "guerra de clases". Lo que sigue es pues una tentativa de respuesta y, al mismo tiempo, una reflexión sobre "el significado y validez hoy del llamado de la "Primera Internacional : la emancipación de los trabajadores será la obra de los propios trabajadores".
Sobre la «guerra de clases»…
Sobre la «guerra de clases»…
Para comenzar e independientemente de si es pertinente o no seguir utilizando los términos «proletariado», «clase trabajadora» y «guerra de clases», y de si ésta está siendo ganada o no por la burguesía, considero necesario precisar que lo que debería, lo que debe importarnos -a cuantos continuamos proclamándonos anticapitalistas y revolucionarios- es cómo proseguir hoy la lucha contra el capitalismo y todas las variantes actuales de la dominación y la explotación. No sólo por consecuencia ideológica y ética sino también por razones de supervivencia, puesto que la voracidad depredadora del capitalismo no tiene fin y amenaza con destruir el propio planeta.
¿Cómo negar el desastroso balance de la «crisis» actual para la «clase trabajadora» y el incierto futuro que para ella representan las políticas económicas y sociales a la obra hoy: tanto en los países con Estados conservadores como en los países con Estados «progresistas»? Sí, ¿cómo negarlo? ¿Acaso esas políticas no privilegian el capital al trabajo? Y es así tanto para los Estados que habían basado su desarrollo en la llamada «sociedad del bienestar» como para los «emergentes» (capitalistas o «socialistas») que pretenden avanzar hacia ella. Además, ¿cómo olvidar que todos esos Estados implementan también políticas extractivistas “financiadas” y “controladas” por las transnacionales capitalistas con costos ecológicos devastadores?
Lo grave hoy es que, a pesar de lo evidente, de lo terrible y amenazador de este balance y de este panorama, las masas trabajadoras no parecen ser conscientes de ello; pues, cuando reaccionan, cuando resisten en los países desarrollados es para tratar de salvaguardar algunas de las «conquistas» de la «sociedad del bienestar», y, cuando lo hacen en los países en vías de desarrollo, es para alcanzar tales “conquistas”… O sea que “resistiendo para salvaguardar” o “luchando para alcanzar” esas «conquistas» se está “resistiendo” o “luchando” por lo que permitió al capitalismo domesticar e integrar al sistema de explotación y dominación capitalista a la “clase trabajadora», al «proletariado», sin necesidad de recurrir a la violencia represiva. Violencia utilizada solamente en los casos de real resistencia a la domesticación y a la integración o cuando la burguesía consideraba o considera aún excesivas las demandas de los trabajadores.
¿Cómo no reflexionar pues sobre el por qué, a pesar de tal balance y panorama, el capitalismo es percibido hoy, inclusive por la mayoría de la clase más explotada, como el único sistema económico posible y deseable?
La necesidad y urgencia de una tal reflexión me parece obvia, puesto que, aunque queden por ahí algunas organizaciones sindicales residuales que siguen proclamándose anticapitalistas y revolucionarias, la realidad es que la inmensa mayoría del «proletariado», de la «clase trabajadora», piensa más en consumir e integrarse a la actual sociedad capitalista que en emanciparse socialmente. No sólo porque ha hecho suyos los «valores» capitalistas (acumulación de riquezas y disfrute individual de las mismas), a tal punto que su ideal «emancipador» se reduce hoy al acceso y aumento de su capacidad de consumo, sino también porque su obnubilación por el consumo le impide tomar conciencia de los peligros que éste ha creado y sigue creando.
El hecho es que, por unas u otras razones, el ideal emancipador de la Primera Internacional, de poner fin a la explotación y la dominación del hombre por el hombre, ha quedado reducido a una simple consigna o a un deseo reprimido en el subconsciente de la «clase trabajadora», del «proletariado», y de ahí que sea tan necesario y urgente reflexionar hoy sobre el por qué de tal abdicación y cómo conseguir salir de ella. En otras palabras: ¿cómo reactualizar el llamado de la Primera internacional para que los trabajadores luchen, luchemos de nuevo por nuestra emancipación social y humana.
Sobre la emancipación hoy…
Sea exclusivamente gracias a la trampa del consumo o también por el uso de la violencia represiva que el capitalismo haya conseguido domesticar a la «clase trabajadora», al «proletariado», y así extender su dominación mundial y perennizarla, el hecho histórico es que la burguesía consiguió su objetivo y que hoy nos encontramos más sometidos que nunca a sus ambiciones y designios.
«Desarmado» o «derrotado, vencido y masacrado», el «proletariado», la «clase trabajadora» (o por lo menos su parte más consciente y combativa), debería proseguir hoy la lucha emancipadora con más decisión que antes; pues, si no lo hace, no sólo su desarme o derrota serán insuperables sino que, con tal actitud, contribuirá a la barbarie y los desastres que la continuidad del capitalismo anuncia.
Pero, ¿es esto lo que hace? No, no es lo que está haciendo, lo que estamos haciendo. Y, como lo decíamos al principio, aunque haya algunas minorías que lo hagan o lo intenten, esas resistencias no ponen en causa el sistema. Por lo que, aunque triunfen, lo consolidan y contribuyen a integrar más a los trabajadores al capitalismo.
Se impone pues reconocer que, más que la voluntad explotadora y dominadora de la burguesía y la acción de «la mano invisible» (3), ha sido y sigue siendo la abdicación del «proletariado», de la «clase trabajadora», a luchar por su emancipación social la principal responsable del triunfo de la burguesía y del «hecho inmoral y kafkiano de que los mismos que provocaron la crisis con sus malas prácticas resulten recompensados dejando en sus manos las políticas para superarla».
Es pues necesario ser conscientes de que «la devastación producida, el número de vidas truncadas y la miseria provocada» son, que duda cabe, la obra del capitalismo y de esa «mano invisible»; pero también que ello ha sido posible por la renuncia de la «clase trabajadora», del «proletariado» a luchar para poner fin al sistema de explotación y dominación capitalista. Y que, en consecuencia, si los trabajadores, los proletarios, no queremos ser cómplices de la devastación, las vidas truncadas y la miseria futuras, deben, debemos comenzar por cuestionar esos objetivos de lucha que sólo han servido para consolidar y extender la hegemonía del capitalismo.
Por supuesto, tras tantas derrotas, nadie puede pretender poseer la fórmula mágica para liberar a la humanidad de esta terrible plaga que amenaza devastar la Tierra entera, tras reducirnos a la pura condición de mercancías. Pero me parece que ya es hora de plantearnos seriamente el por qué de las derrotas y de intentar encontrar y experimentar un camino que nos permita salir de ellas y evitar caer de nuevo en otras.
En este sentido, me parece que hoy más que nunca es de actualidad y de gran urgencia luchar por la emancipación social de la «clase trabajadora», del «proletariado», conscientes de que ella será la obra de los trabajadores mismos o no lo será, y que una tal lucha debe servir para salir del capitalismo y no para quedarnos en él.
Claro que es fácil decirlo, que lo difícil es ser consecuentes con una tal actitud; pero me parece que, sin dejar de ser solidarios con las víctimas del sistema, vale la pena intentar una tal consecuencia y no renunciar a poner fin a este sistema tan injusto y peligroso. Y que ser consecuentes implica comenzar por no creernos en posesión de la verdad, de la verdadera teoría y estrategia revolucionarias, y, por consiguiente, poner fin a los estériles enfrentamientos ideológicos entre los que aspiran o dicen aspirar al mismo objetivo emancipador. Pues es obvio que un tal sectarismo debilita nuestra lucha y contribuye a disuadir a muchos trabajadores de participar en ella y les incita a quedarse en casa.
Además, si «las teorías revolucionarias prueban su validez (o su fiasco) en el laboratorio histórico», me parece que este laboratorio ha probado ya de manera incontestable lo que vale y lo que ha sido un fiasco.
Octavio Alberola
(2) Se pueden leer abriendo el enlace a alasbarricadas… que antecede
(3) http://www.kaosenlared.net/component/k2/item/69037-la-mano-invisible-de-la-crisis.html
Fuente: Octavio Alberola