Artículo de Rafael Cid
Si lo que ayer presencié en Madrid, con ocasión del V Centenario del 15-M, fuera extrapolable a toda España, y me temo que sí, afirmaría que estamos asistiendo a la destrucción de lo que quedaba de aquel movimiento antisistema. Por supuesto, lo que cuento es meramente subjetivo y no pretendo representar a nadie que no sea a mí mismo. Pero lo vivido el domingo me invita a pensar que se está cerrando un ciclo cuando aún había alguna esperanza de afirmar algo nuevo. Esta crónica tiene tres actos.
Si lo que ayer presencié en Madrid, con ocasión del V Centenario del 15-M, fuera extrapolable a toda España, y me temo que sí, afirmaría que estamos asistiendo a la destrucción de lo que quedaba de aquel movimiento antisistema. Por supuesto, lo que cuento es meramente subjetivo y no pretendo representar a nadie que no sea a mí mismo. Pero lo vivido el domingo me invita a pensar que se está cerrando un ciclo cuando aún había alguna esperanza de afirmar algo nuevo. Esta crónica tiene tres actos.
Primer acto. Asisto en la mañana del domingo a una charla que organiza un grupo de Podemos en la céntrica plaza de Jacinto Benavente. La curiosidad ha podido con más que mí interés real al ver que algunas personas maduras sentadas junto a los jóvenes que llevan la voz cantante portan en sus solapas la clásica escarapela de los indignados: las letras 15M en rojo sobre un fondo de sol amarillo. Mi composición de lugar es que entre los presentes hay gente que se identifica con la cara institucional del movimiento de los indignados.
Pego el oído y escucho a uno de los intervinientes decir que Podemos ha entrado en la arena política para recuperar la democracia, defender la dignidad y luchar por los derechos humanos como colofón de su disertación ante un público entregado. Al terminar pido la palabra y pregunto si eso no supone una flagrante contradicción con el hecho de imponer como cabeza de lista por Almería al ex jefe del JEMAD, que dirigió la operación de castigo aéreo de la OTAN a Libia que tan graves consecuencias ha tenido después, en el terreno de la emigración forzosa y el establecimiento en la zona del integrismo salafista.
Tras un momento de vacilación por parte del interpelado, toma el micrófono el que todas luces es el máximo responsable del evento público: el diputado regional y senador Ramón Espinar. Y lo hace de entrada justificando el fichaje del general por sus cualidades personales y aduciendo que con la pureza (sic) no se va a ninguna parte en política. Para a continuación remachar que, en cualquier caso Julio Rodríguez “era un militar que solo obedecía órdenes del gobierno”. Perplejo exijo replicar y, tras un pequeño rifirrafe porque la mayoría de los presentes consideraban que ya había consumido la ocasión de hablar, logró hacerme escuchar. Respondo que el recurso de la “obediencia debida” es el mismo argumento que empleaban los nazis y que ese gobierno al que alude como responsable es el mismo PSOE con el que ahora Podemos quiere pactar. El primero, insisto, que puso en marcha las políticas austericidas dictadas por la Troika. Bronca mayúscula, insultos y cierre de filas. Dijo adiós muy buenas y salgo del corral.
Segundo acto. Acudo por la tarde a la manifestación convocada para la conmemoración del 15.M que arranca de la Plaza de Cibeles. Apenas unos cientos de personas que según pasa el tiempo alcanzaran unos pocos miles, con mucha generosidad. Nada que ver, ni de lejos, con la multitud que hubo en 2011. Quiero pensar que el buen tiempo y el hecho de que en la capital haya un largo puente ha influido negativamente. La clase obrera se estará movilizando en Benidorm, ironiza alguien a mi lado. Observo, no obstante que entre el público congregado hay pocos jóvenes y que abundan quienes llevan chapas y camisetas de Podemos. Arranca la marcha.
Ese es el momento en que me fijo en las pancartas. Centenares en el tramo último de la manifestación. Todas del mismo diseño y con unos mensajes que no parecen fruto de la improvisación. Se repiten cinco o seis modelos. Todos ellos con la misma filosofía redundante en favor de la marca Unidos Podemos, y uno de los de mayor visibilidad con una alusión claramente injuriosa hacia ideologías que no están por el asalto institucional. En una puede leerse “Indignados: Unidos o PPerdidos”, instando a que todo lo que no se identifique con la coalición liderada por Alberto Garzón y Pablo Iglesias presupone apoyar al Partido Popular. En otra aparecen con sus logos y dispuestos en escalera los emblemas del PSOE, Podemos e IU y enfrente con letras mayúsculas la leyenda “Desunión es Traición”. Tiene la misma inspiración que la anterior, pero yendo más allá en la motivación. Y finalmente está la que parece estimular una especie de chequismo contra los recalcitrantes. Dice así: “¿Otra anarco-abstención…y otro triunfo del PPeor? Sin comentarios.
Cabreado por el serial de agitprop me dirijo hacia la persona que ha confeccionado el arsenal de la cartelería. Un profesional de estas lides desde hace años que todos conocemos. Me quedo de piedra. Al llegar a su lado y antes de abordarle escucho a dos personas que hablan con él. “El 27 tenemos un acto en Rivas y ya nos dirás con cuántos días tenemos que avisarte para mandarte lo que tienes que poner”, comentan. Omito aquí el nombre del dirigente de Podemos citado como referencia de autoridad por quienes estaban realizando el encargo.
Tercer y último acto. La Sexta, cadena de televisión del mismo propietario que A3TV y el diario La Razón, tradicionalmente amistosa con los líderes de Podemos, emite una programa en directo desde la misma Puerta del Sol la noche del 15-M. Para ello, con permiso del ayuntamiento que dirige Manuela Carmena, se ha levantado un plató en uno de los flancos de la plaza. Se trata de un escenario provisto de un perímetro vallado que está vigilado por agentes de seguridad privada para impedir el acceso de la gente. Casi como las empalizadas que levantan los antidisturbios en las proximidades del Congreso.
Una provocación que tiene un efecto bumerán inmediato. Los escasos manifestantes que a esa hora pululan por el kilómetro cero se reactivan ante la insólita irrupción de los medios. Atraídos por la descarada puesta en escena en la vía pública, los activistas se movilizan y en menos de una hora son varios centenares los que se arremolinan ante las cámaras para hacer prevalecer su disidencia. Entonces surgen los gritos solapados durante la concentración de las pancartas horas antes. En el más puro estilo del 15.M: “No nos representan”; “PSOE, PP, la misma mierda es”; “Lo llaman democracia y no lo es”; “Televisión, manipulación”…Con ese telón de fondo, como si se trata de una tragedia griega, en la pequeña pantalla van rotando diferentes tertulianos entrevistados por la presentadora. Íñigo Errejón; la número dos del PSOE por Madrid, la juez Margarita Robles; una comentarista política del periódico El Mundo y una ristra de opinadores y opinadoras con los galones de haber estado en la mítica acampada de Sol de hace cinco años. Todos aceptan el bochorno de someterse a la disciplina de emisora mientras la calle atrona el “no nos representan”.
Tres momentos para la pequeña historia de la infamia. Aunque nunca se puede destruir del todo lo que está en la naturaleza de las cosas.
Rafael Cid
Fuente: Rafael Cid