Artículo de opinión de Rafael Cid

“El problema con el mundo es que la gente inteligente está llena de dudas,

mientras que los estúpidos están llenos de confianza”.

(Charles Bukowsk)

“El problema con el mundo es que la gente inteligente está llena de dudas,

mientras que los estúpidos están llenos de confianza”.

(Charles Bukowsk)

Morir de éxito es lo que aguarda a quienes, personas o colectivos, se obstinan en soplar y sorber a la vez. Con una diferencia en las consecuencias. Cuando el agraciado es un individuo, él se lo guisa y él se lo come. Pero cuando se trata de una organización, los damnificados son muchos y diversos, generalmente ajenos al promotor. Y de esto último está lleno la política realmente existente. Aunque, como los zombis, algunos afectados no se den cuentan que persisten solo en holograma.

Podemos, es el caso más palpable de este reciclaje. Empezó a morir de éxito el mismo día en que culminó su constitución en la asamblea madrileña de Vistalegre. En olor de multitud, la formación política que se ufanaba heredera del 15-M, menguó en cuanto se dotó de una estructura clonada de los partidos de la denunciada casta. Jerárquica, autoritaria, caudillista, verticalista, burocrática y sedicentemente democrática, entregando todo el poder de decisión a la cúpula, a la que dotaba (casi por aclamación) de privilegios que recuerdan los contratos blindados de los altos ejecutivos empresariales.

Todo un triunfo para la exigua minoría dirigente y una frustración diferida para cuantos, dentro o fuera de sus coordenadas, confiaban en las filas de Pablo Iglesias para materializar la ansiada ruptura democrática con el régimen del 78, el de la crisis inoculada y el bipartidismo dinástico hegemónico. Un año después de esa exultante puesta en escena, tan jaleada por la medioteca, las perspectivas palidecen. Donde los líderes de Podemos ven un dechado de virtudes, planea la decepción. En la prospectiva electoral, Podemos ya no asaltará los cielos del sistema y difícilmente será determinante en la configuración del nuevo parlamento.

Lejos de la euforia inicial, el balance registra desfallecimiento en la Eurocámara (4 de sus 5 diputados la han abandonado tras ser elegidos por la ciudadanía para ese cometido específico) y el panorama de una izquierda que disputará las elecciones del 20-D más atomizada que nunca en estos últimos 37 años. Hay mucha “izquierda matrix” en ebullición. Está la que tiene al ex juez que criminalizó el “entorno” para legitimar la caza de brujas al disidente como cabeza de lista a las generales por la rama llamazarista de IU. O esa otra variante explicitada por Iglesias desde el atril del Palacio de La Moncloa en favor del derecho a decidir pocas semanas después de aplaudir que Tsipras boicoteara el veredicto del referéndum griego. Con esos atrabiliarios esquemas no sorprende que la derecha (PP + Ciudadanos) supere ya en más de 3 puntos lo obtenido en 2011, según los últimos sondeos.

Pero lo que acecha en la agenda de Podemos puede contemplarse como una sutil amenaza para la CUP (Candidatura de Unidad Popular) en su apuesta por la autodeterminación política, económico y social en Catalunya. La CUP y Podemos, la primera de menor rango territorial que el otro, comparten algunas señas de identidad, incluso desde las antípodas. Ambas formaciones políticas responden a un efecto llamada de una ciudadanía hastiada de corrupción, y las dos también se presentan programáticamente como alternativa al sistema, verbalizando un compromiso de disidencia estructural a prueba de consensos de mesa camilla. Se diferencian, eso sí, en que mientras la CUP nace de una larga marcha desde el seno del municipalismo y su democracia de proximidad, Podemos evita la política local por considerarla carente de poderes fácticos.

En ese contexto, a la CUP le ha llegado su momento Vistalegre con ese deshojar la margarita Mas si-Mas no para pilotar la desconexión con el Estado central. Ese es el nudo gordiano que determinará su futuro como proyecto democrático de largo aliento. Jugar la carta de la coherencia, rechazando el pódium en el medallero de los grandes de patria, puede reportar positividad al final del camino. Por el contrario, ceder a las pretensiones continuistas de los tahúres del 3% significaría ofrecerse candidato a morir de éxito. Si Artur Mas no fue promocionado a protagonizar Junts pel Si por su abultado currículum antisocial, sería difícil asimilar que, añadido su torrencial horizonte delicuencial, fuera aupado invictus a la presidencia de la flamante república catalana. Nacería con plomo en las alas. Sería empezar la casa por el tejado, poniendo al lobo a guardar el rebaño y obligando además a cubrir con el armiño del victimismo a quien todos los indicios señalan como un bribón empedernido. De suyo, ese expediente equis fue el argumento que llevó a la CUP a evitar fundirse en la coalición JxS. ¿O acaso el resultado del 27-S hubiera sido el mismo si el desacreditado Mas hubiera liderado la oferta soberanista?

Otra vez, una organización política que se adentra en el imperativo legal institucional con el dilema medios-fines en ascuas. El imaginario de una república catalana espera y no resultara indiferente la opción finalmente utilizada. La del atajo lleva al absolutismo jesuítico que justifica todos los medios para alumbrar una nueva estatalidad con el mismo ADN que sus adversarios de ayer. El camino de una ética de medios que configuran fines es mucho más incierto, duro, lento y exigente, pero tiene el aliciente de la sostenibilidad democrática y el ejemplar legado generacional. Hace pedagogía para que sea el cambio personal evolutivo el que devenga en cambio social transformador, y no en levantar el castillo de naipes de una democracia sin demócratas. El ayer siempre está al alcance de la mano, el mañana requiere más esfuerzo y es mucho más ingrato.

En realidad, la raíz del problema no está en más o menos Más, sino en el estigma del hombre providencial. Esa milagrera idea de que una sola persona (hombre o mujer) posee cualidades que la magnifican (se trate de Cristo, Durruti o Marx) mientras los de abajo agradecen fervorosamente los dones recibidos. El hecho mismo de que se admita la política como una verdad revelada a través de seres presuntamente superdotados implica, por muy altos valores que se prediquen como principios, construir una sociedad subordinada de rebaños y pastores. Entraña, en última instancia, hacer de la autonomía del sujeto aquí una franquicia en el Mas allá, mutando la historia civil en historia sagrada. Una ofuscación a la que la originalidad antipartido de la CUP, como comunidad electoral de carácter anticapitalista, independentista y sin embargo antinacionalista, puede no ser totalmente inmune.

Rafael Cid

 


Fuente: Rafael Cid