Artículo publicado en Rojo y Negro nº 393, octubre 2024

La represión del movimiento pro Palestina no es algo nuevo en Alemania. Desde hace décadas las voces solidarias con Palestina han sido sistemáticamente silenciadas, especialmente si las personas críticas con el estado sionista son de origen palestino o judías antisionistas. Alemania históricamente ha sido uno de los principales proveedores de armas al Estado sionista, pero desde el 7 de octubre la situación ha empeorado.
Tras un año desde que se inició la ofensiva, el Estado alemán sigue mandando armamento a Israel y dando cobertura política al genocidio y a la ocupación en Palestina. No podemos olvidar la importancia histórica y simbólica que tiene que Alemania sea el único país que se ha presentado como codefensa en el juicio presentado por Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia de La Haya por genocidio.
Dentro de sus fronteras las manifestaciones, los congresos y los actos pro Palestina son prohibidos y/o brutalmente dispersados por una policía cada vez más violenta; las asociaciones culturales y sociales son cerradas o directamente prohibidas; los y las activistas son señaladas en detallados reportajes de la televisión y prensa escrita tanto pública como privada y se les tacha de peligrosos islamistas mientras la policía criminal hace redadas en sus casas y los vigila como si de potenciales terroristas yihadistas se tratase.
Y es que es esta precisamente la idea que el Estado alemán, a través de su servil prensa aliada, está intentando imponer a su población: que la inmigración no solo es culpable de todos los problemas sociales, sino que además y muy especialmente ha traído de vuelta consigo algo ya superado en Alemania, “el antisemitismo”; que la solidaridad con Palestina es, al menos, antialemana al ir contra su “razón de Estado” y el orden social establecido, si no directamente peligrosa al tener en su seno radicales antisemitas de izquierda junto a islamistas.
Y está propaganda, al más estilo goebleiano (de Goebbels), está surgiendo efecto en parte. Las racistas políticas en materia de inmigración están siendo cuando menos toleradas, si no bienvenidas, por una gran parte de la población. Retóricas que hasta hace poco sólo los partidos de extrema derecha se atrevían a poner en el tablero son ahora repetidas a diario por políticos y políticas de prácticamente todos los partidos.
Las fantasías de reemigración, es decir deportación en masa y el cierre de fronteras, que hace unos meses escandalizaron a la sociedad, son ya una realidad llevada a cabo por los partidos supuestamente moderados que conforman el gobierno actual que, en su afán de ganar votos a Alternative für Deutschland (Alternativa por Alemania) y en su lucha contra el “islamismo”, han hecho pacto con los talibanes y efectuado una primera deportación de migrantes a Afganistán hace apenas unas semanas.
El genocidio en Gaza y el fuerte movimiento de solidaridad con Palestina han sacado a la luz lo que muchos ya sabían, que Alemania nunca ha dejado de ser una potencia autoritaria, colonialista, supremacista blanca que intenta exterminar toda forma de disidencia política y que va a defender los intereses nacionales e internacionales de las clases dominantes caiga quien caiga. Esta vez, quien está pagando con su vida el afán imperialista alemán es el pueblo palestino.
Viva la lucha del pueblo palestino. Viva la solidaridad internacional. Free Palestine (from the river to the sea)!

Roser Garí Pérez
@rosergariperez


Fuente: Rojo y Negro