Un mes más, y la cosa va a peor. Estamos rozando los tres millones y medio de parados y paradas, pero por lo que se ve, “los que mandan” ni se enteran, o lo que es más probable, les da exactamente igual. Sólo así se explica el creciente desfase entre nuestra economía y su economía ; entre nuestro mundo y su mundo. Y esto seguirá siendo así hasta que los de abajo hagamos algo para cambiar el estado de las cosas. Tod@s junt@s, organizad@s, y con firmeza, pues nos estamos jugando la vida. No es demagogia : cuando atentan contra nuestro trabajo, atentan contra nuestra vida, ya que nuestra fuente de ingresos es lo que nos permite comer todos los días, tener un techo bajo el que cobijarnos, enviar a nuestros hijos al colegio y conservar todo aquello que nos hace posible subsistir.
Un ejemplo de este desfase es una noticia aparecida en el diario Público al cierre de esta edición : “La luz se abarata un 30 % pero el recibo sube un 3,6 %”. Resulta que con la recesión se han abaratado bienes como la gasolina, la vivienda, los transportes o la electricidad. En el mercado mayorista donde compran las eléctricas se ha desplomado el precio del megavatio/hora a causa de diversos factores relacionados en su mayoría con la crisis económica : la brusca caída del precio de los derechos de emisión del CO2, la mayor producción hidráulica, la menor demanda eléctrica y el descenso del precio de materias primas como el petróleo y el gas. Pudiera parecer una buena noticia para los consumidores, pero no lo es, pues este abaratamiento de costes no se verá reflejado en las tarifas a los usuarios. El Secretario de Energía, Manuel Marín, lo justifica en dos razones : los costes que recoge la tarifa eléctrica, que no tienen que ver con la generación, y especialmente el déficit de tarifa, que acumula 12.000 millones de euros desde el año 2000 y que se produce cuando el precio que paga el usuario por la energía no cubre lo que cuesta generarla y distribuirla.
Vaya, que si la crisis tiene algún efecto que pudiera beneficiar a los de abajo, o por lo menos no perjudicarles, aquí están estos señores para evitarlo. En el sector se espera que los ingresos extra generados con el desplome de los precios sirvan para aliviar el déficit, pues el Ministerio del ramo ya anunció un principio de acuerdo con el sector para acabar con él, del que aún no se sabe nada, pero con esto lo podrían “apañar”. Ya lo decíamos desde CGT : esta crisis, que no hemos creado, la vamos a pagar -la estamos pagando- nosotros, la clase trabajadora.
Y mientras tanto, los de arriba siguen igual de bien, o cada vez mejor. Podemos dar ejemplos con nombres y apellidos : Ignacio Galán, presidente de Iberdrola, ha percibido en el 2008 6,37 millones de euros en salarios, más 10,23 millones en gratificaciones, lo que suma un total de 16,60 millones de euros ; César Alierta, presidente de Telefónica, ha percibido 3,125 millones de euros ; Emilio Botín, presidente del Santander, ha percibido 3,9 millones de euros en salarios, más 1,8 millones a su fondo de pensiones, lo que suma un total de 5,7 millones de euros ; Francisco González, presidente del BBVA, ha percibido 5,3 millones de euros, más 3,2 millones de incentivos plurianuales y 11,2 millones aportados a su fondo de pensiones, lo que suma un total de 19,7 millones de euros… Podemos seguir, pues la lista es larga y obscena. “En la otra mano”, como dicen los ingleses, y según datos del INE (2006), más de seis millones de asalariados perciben una media anual de 17.640 euros por asalariado. Otros cuatro millones de asalariados perciben una media anual de 22.050 euros. Como podéis ver, el presidente de Iberdrola gana anualmente lo que 754,5 asalariados “de los de 22.000 euros”. Algo vergonzoso, para quien tenga vergüenza.
Más allá de nombres propios, esto es fruto de un sistema injusto. Aquí no cabe echar la culpa a cuatro (o a cuatrocientos, o a cuatro mil) señores y pretender que desapareciendo de escena éstos se solucione todo. Es el sistema capitalista el que da pie a que unos cuantos “listos” se lo monten tan bien a costa del resto de la población, que amén de gastar buena parte de su tiempo en trabajos insatisfactorios, y cada vez en peores condiciones (salariales, de derechos, de seguridad), ve en riesgo dichos empleos, los pierde y se encuentra progresivamente con más y más dificultades para llevar una vida digna. Urge ya un cambio de sistema. No es sólo que pensemos que otro mundo es posible, más solidario, más justo y más igualitario. Es ya una cuestión de supervivencia. O hacemos algo ya o seremos esclavos del sistema el resto de nuestras vidas.
Esto no quiere decir que no haya que pedir responsabilidades. Que la crisis sea inherente al sistema capitalista y que hubiera ocurrido de todas formas aunque hubieran sido otros los “amos” no les va a servir de excusa a la hora de echar cuentas. Estos señores han utilizado los recursos del capitalismo para enriquecerse explotando a los trabajadores, atentando contra sus vidas, y son por tanto cómplices de un crimen contra la humanidad. Al igual que es cómplice la clase política, supuestamente elegida por el pueblo (aunque algo falle cuando se considera libertad el derecho de elegir a tu amo), que no sólo no ha hecho nada por evitar esta situación, sino que la ha fomentado para sacar réditos políticos y otros réditos. Y al igual que es cómplice el sistema judicial, que no ha proporcionado mecanismos para impedir el injusto parasitismo de unos pocos hacia el resto. Pues bien, a la hora de plantearnos el cambio del orden establecido, habrá que ajustar cuentas, y quien la ha hecho, la tendrá que pagar. Porque quien rompe, paga, y esta gente rompe vidas cada día, despidiendo, precarizando, humillando, poniendo en peligro la salud de sus trabajadores. No deberían irse de rositas…
Pero no queremos que vuelva a ocurrir, y para eso tenemos que buscar entre todos un sistema en el que no exista esa posibilidad. Un sistema en el que contemos todos, en el que seamos dueños de nuestro destino. Un sistema en el que las decisiones se tomen entre todos y entre todas, participativo, asambleario, solidario, en el que se respete a las minorías, en el que nadie valga más que nadie, y cuyos beneficios los disfrutemos todos y todas. Ahora puede ser el momento para conseguirlo, pero nos tenemos que mover ya. Hay que dar una respuesta, con fuerza, para que quede claro que no vamos a seguir permitiendo este estado de cosas. Es hora de luchar, por nosotros y por los que vendrán después, y una buena forma de empezar es una huelga general. ¿A qué esperamos ?