Felix García Moriyón
El mundo educativo vuelve a estar muy alterado con la presión del sector más conservador de la sociedad y de la educación ahogando los intentos del gobierno por elaborar la enésima ley de los últimos años. Por otra parte, nuestra educación sigue cosechando malos resultados en todos los estudios que se van publicando. Es posible que más de uno se sienta perplejo antes el deterioro aparente de las aulas, sobre todo en un mundo en el que todo el mundo repite sin cesar que recibir una buena educación es fundamental para elevar el nivel educativo del país y para mejorar igualmente las posibilidades individuales de promoción social. Para añadir algo de leña al fuego, se va aceptando por todos que en las aulas se está produciendo un auténtico espectáculo de violencias más o menos explícitas en las que un porcentaje importante del alumnado y otro algo menor del profesorado padece vejaciones y humillaciones constantes, cuando no pura y simple violencia física. Recientemente volvimos a ver en la prensa imágenes de estudiantes, en este caso en catalanes y universitarios, enfrentándose con los mozos de escuadra, que fueron tan contundentes como sus homólogos de cualquier país o cualquier parte de España.
Felix García Moriyón

El mundo educativo vuelve a estar muy alterado con la presión del sector más conservador de la sociedad y de la educación ahogando los intentos del gobierno por elaborar la enésima ley de los últimos años. Por otra parte, nuestra educación sigue cosechando malos resultados en todos los estudios que se van publicando. Es posible que más de uno se sienta perplejo antes el deterioro aparente de las aulas, sobre todo en un mundo en el que todo el mundo repite sin cesar que recibir una buena educación es fundamental para elevar el nivel educativo del país y para mejorar igualmente las posibilidades individuales de promoción social. Para añadir algo de leña al fuego, se va aceptando por todos que en las aulas se está produciendo un auténtico espectáculo de violencias más o menos explícitas en las que un porcentaje importante del alumnado y otro algo menor del profesorado padece vejaciones y humillaciones constantes, cuando no pura y simple violencia física. Recientemente volvimos a ver en la prensa imágenes de estudiantes, en este caso en catalanes y universitarios, enfrentándose con los mozos de escuadra, que fueron tan contundentes como sus homólogos de cualquier país o cualquier parte de España.

Sin ánimo de agotar el tema, sí creo que es importante aclarar unas cuentas ideas porque no es bueno que se incremente la confusión. Retomo y amplio lo que ya dije hace unas semanas en otro artículo. Y lo primero que quiero decir es que, a pesar de la dureza y radicalidad de la crítica de la derecha, ni el PSOE ni la ley que proponen obedecen a una política de izquierdas. Ciertamente está más a la izquierda que el PP, pero eso no es difícil. En educación, como en todos los sectores de la economía, los socialistas que nos gobiernan no se oponen a pasar al sector privado parte de sus responsabilidades, por lo que no está en contra de los conciertos : es enseñanza más barata. La sociedad avala esa privatización y la patronal educativa también. Hay un incremento en la demanda de centros privados gratuitos. De ahí que se hayan unido para exigir todavía más y evitar cualquier riesgo.

Es decir, el PSOE sigue una política de privatizaciones encubiertas y la derecha se crece y exige todo, la privatización más completa, para garantizar su negocio y su influencia. Si nos fijamos en las protestas de los estudiantes universitarios, algo similar está ocurriendo. El núcleo de la protesta se dirige contra la sospecha de que el segundo y tercer ciclos padezcan una progresiva privatización encubierta, incrementando seriamente el costo de la ecuación para el alumnado.

Por otro lado, el único caballo de batalla en el que el PSOE parece que no quiere negociar es en el tema de la religión. No sé qué me sorprende más, si su empecinamiento en hacer de la firmeza contra la religión su seña de identidad progresista o s incapacidad para tomar la única medida que sería lógica : sacar definitivamente la asignatura de religión confesional del currículo. Lo malo de su posición actual es que no contenta a nadie. A unos porque, con cierta lógica, exigen que, si está en el currículo, sea evaluable. Otros, entre los que me incluyo porque exigimos que sea retirada sin más dilación.

Pero si hay confusión en el tema de la religión no la hay menos en el tema de la coordinación de los estudios en este país. La propuesta inicial tiene toda la pinta de ser una concesión a los nacionalismos : el currículo común no excederá el 55%. Dado el fervor con el que todos los nacionalismos realmente existentes defienden el cultivo de la propia identidad mítica, no sería de extrañar el que en un plazo no muy lejano poco tuviera que ver lo que estudiara un alumno en Cataluña con lo que estudiara otro en Extremadura.

Y ahí tenemos a toda la gran derecha educativa, esos que piden suspensos y repeticiones, mintiendo si fuera menester para conseguir lo que pretenden. Esos que piden mano dura, disciplina y repeticiones de curso para frenar la indolencia violente del alumnado, estaban en la calle exigiendo más calidad tal y come ellos la entiende, aunque no está nada claro cómo la entienden. O quizá está demasiado claro : reforzar la pura tarea selectiva del sistema educativo legitimando que lleguen al final quienes deben llegar, esto es, en especial los vástagos de determinados sectores sociales dotados de las necesarias capacidades intelectuales. Difunden el catastrofismo, recurren al lenguaje apocalíptico y hacen una descripción del mundo educativo poco realista. Todo para forzar que se convierta en una sólida institución social de selección y legitimación, al tiempo que en aparato de uniformización y control social gracias al cual el alumnado es controlado para que llegue a ser un buen y sumiso ciudadano.

Y lo malo de todo esto es que no parece que en el próximo futuro los problemas reales vayan a cambiar. No creo que la educación mejore a corto plazo porque nada de lo que están proponiendo, ni en el gobierno ni en la oposición, va a modificar problemas que son profundos y de largo recorrido. La derecha porque es lo que busca ; el PSOE y sus socios porque es lo que han terminado aceptando como inevitable, pero al final el sistema cumplirá ese objetivo específico que antes mencionaba. El alumnado será adoctrinado y seleccionado, y el fracaso disminuirá porque a determinada edad se derivará a los malos alumnos hacia itinerarios especiales que maquillen dicho fracaso y refuercen el papel de control social de la escuela.

Y mientras tanto, es posible que el alumnado se esté dando cuenta de lo que ocurre. Quizá el absentismo escolar, el rechazo de la escuela que se ve en España, pero también en otros países, procede del hecho de que perciben que el mito de la igualdad de oportunidades y de la movilidad social a través de la educación no funciona. Al final, hay poca movilidad, determinados grupos sociales se reproducen en la ocupación de las posiciones de poder y el resto se ve abocado a la marginación o a una precarización acentuada. Parecen haber percibido que no funciona el mito de la meritocracia, y no funciona por partida doble. Ni es cierto que tener más titulación académica, de las que se obtienen en el sistema público, garantice ascenso social ; ni tampoco es cierto que cada vez haga falta más formación para ocupar un puesto de trabajo. Los empresarios piden otra cosa de la escuela ; sobre todo demandan que haga de los estudiantes personas obedientes y disciplinadas. La escasa preparación para la miríada de empleos precarios que se ofrecen ahora, ya la pueden dar los empresarios en muy poco tiempo. Lo otro hace más falta porque es fundamental para que cuando accedan al mercado de trabajo soporten las duras condiciones laborales que se están imponiendo.


Fuente: Red Libertaria Apoyo Mutuo