Artículo de opinión de Rafael Fenoy Rico

Ya comienzan las entidades bancarias a sacar pecho y airear al mundo mundial sus buenísimos resultados, a pesar del reguero de cadáveres desempleados que van dejando a su paso y que ¡oiga!, esos buenísimos resultados se deben en mucha gran medida por el “ahorro” de personal, la reducción de oficinas y el deterioro evidente de la atención al cliente.

Y es ahí, en el cliente donde se encuentra la clave que cierra este arco de infortunio para las personas trabajadoras de la banca que asisten obnubiladas a la mayor destrucción de empleo de toda la historia bancaria de este país.

Un caso, entre muchos, lo presenta el siguiente titular: “El Santander crece un 8% en banca comercial con 3.533 empleados menos y el cierre de 1.030 oficinas”. Alguien puede preguntarse cómo es eso posible. Ya que con menos oficinas que presten servicio y capten clientes nuevos, así como menos recursos personales la resultante debería ser un cuadro de pérdidas económicas para el banco. Pero he aquí la causa de tanta bonanza sólo para accionistas: “La división digital del banco ha sido la puerta de entrada para 3,7 millones de clientes nuevos”

Y es que en realidad este Banco, como el resto de todo el sector bancario y financiero, ha encontrado el “vellocino de oro”. ¿Para qué tener oficinas y personas empleadas? Desde hace mucho tiempo y en estos últimos años el cliente ha tomado un papel esencial en el negocio bancario. Y es que las gentes estaban confundidas pensando que el banco estaba al servicio del cliente. En esta nueva etapa de la “banca electrónica” al cliente se le ha puesto en su sitio. ¡Nunca mejor dicho! Porque la palabra cliente la inventaron en Roma “Cliens” y se le daba ese nombre a quienes obedecían a familias patricias o potentados romanos, a cambio de “protección”. ¿Suena esto a las “familias mafiosas”? Cualquier film del género sirve para ilustrar esa especial “relación”.

El “cliente del banco” si precisa alguna gestión ¡Que la haga el mismo! Y además trabajando para “su banco”, sin contrato, sin seguridad social, sin salario. Pero no queda aquí la cosa tiene que hacerlo con sus propios medios tecnológicos. Tiene que tener un dispositivo a disposición del banco: Sea ordenador, tablet o móvil, ¡especialmente este último! Porque con sus APPs ya ni tarjeta de coordenadas facilita el Banco. ¡Oiga!, que cada una de ellas tenía un costo y además se enviaban por correo, que también costaba… ¡No se lo pierda! El propio Estado obliga a la ciudadanía a tener cuenta bancaría para poder pagar impuestos, para recibir nóminas, pensiones…

El Banco ahora se ahorra un dineral y no es de extrañar que el Santander haya “ahorrado” despidiendo a 3533 empleados que, con la cuenta de la vieja y con los convenios del sector, suponen no menos de 150 millones de euros anuales, más los ingresos por la venta de las 1030 oficinas, que ¡algo darán!. ¡Y qué me dice Vd.! del inmenso ahorro que le supone al banco tener a su servicio millones de dispositivos electrónicos sin haberlos adquiridos, y de los millones de contratos de telefonía e internet que son imprescindibles para hacer trabajar “gratis” a tanto cliente. ¡Una fortuna! Y añada Vd. el costo de esa mesa, su mesa, de esa electricidad, su electricidad, que se consume para que tanto dispositivo funcione. Y qué decir de los costos de reparaciones y sustituciones de los mismos, por quedar obsoletos, en parte por las constantes “mejoras” en las aplicaciones informáticas que tan “generosamente” los Bancos ponen a disposición de sus clientes. Meta Vd. en la ecuación el tiempo que como cliente tiene que dedicar a formarse en el uso de esas aplicaciones y además para trabajar con ellas para el banco; y los beneficios bancarios aparecerán más exorbitantes aún.

El signo de este tiempo está determinado por la eliminación de la fuerza de trabajo humana, y la transición a la más absoluta robotización se está produciendo ante millones de ojos incrédulos, confiados en que el mañana siempre será mejor, cegados por el brillo tecnológico en el que se deposita la mayor de las esperanzas y confiando cándidamente en que al final “ganará la humanidad”. La evidencia es que quienes mucho tienen quieren tener más, y a costa de lo que sea. Invitando a jugar a sus “clientes” en el casino de la “Innovaciones”. Y por ese añejo y a la vez sencillo envite “la Banca siempre gana”

 




Fuente: Rafael Fenoy Rico