Cerca de 20.000 soldados de la República Democrática del Congo asedian la región de Kivu (este del país) controlada por el ex general tutsi Laurent Nkunda.- Entre medias, rebeldes hutus ruandeses y casi 400.000 desplazados en peligro
Un ex general tutsi parapetado en el límite entre Congo y Ruanda ; una frontera permeable a la entrada de milicias hutus ruandesas ; 20.000 soldados congoleños para hacer desistir al militar rebelde ; 400.000 civiles desplazados en un año, y la sombra del vasto laberinto de los Grandes Lagos. Son todos estos componentes de una crisis más en una de las regiones del mundo más castigadas por la violencia que ha subido de tono desde el pasado 1 de diciembre. ONG y agencias de Naciones Unidas con misión en Kivu Norte, provincia del este de la República Democrática del Congo, han hecho saltar las alarmas por el peligro que corren decenas de miles de desplazados en el campo de batalla entre las fuerzas gubernamentales congoleñas y rebeldes.
Cerca de 20.000 soldados de la República Democrática del Congo asedian la región de Kivu (este del país) controlada por el ex general tutsi Laurent Nkunda.- Entre medias, rebeldes hutus ruandeses y casi 400.000 desplazados en peligro

Un ex general tutsi parapetado en el límite entre Congo y Ruanda ; una frontera permeable a la entrada de milicias hutus ruandesas ; 20.000 soldados congoleños para hacer desistir al militar rebelde ; 400.000 civiles desplazados en un año, y la sombra del vasto laberinto de los Grandes Lagos. Son todos estos componentes de una crisis más en una de las regiones del mundo más castigadas por la violencia que ha subido de tono desde el pasado 1 de diciembre. ONG y agencias de Naciones Unidas con misión en Kivu Norte, provincia del este de la República Democrática del Congo, han hecho saltar las alarmas por el peligro que corren decenas de miles de desplazados en el campo de batalla entre las fuerzas gubernamentales congoleñas y rebeldes.

El presidente del Congo, Joseph Kabila, hijo del histórico líder rebelde Laurent Kabila, ha enviado a Kivu Norte un contingente de más de 20.000 soldados para arrebatar el control de la provincia al ex general Laurent Nkunda, atrincherado con unos 8.000 hombres desde 2004, un año después de que finalizara la guerra civil (1998-2003). La excusa de Nkunda : la defensa de la minoría tutsi en esa pequeña región fronteriza.

La provincia que dice defender limita con Ruanda por el sureste y es todavía hoy paso y cobijo de miembros de las milicias de hutus radicales (interahmwe) que precisamente organizaron en 1994 el genocidio de 800.000 ruandeses entre tutsis y hutus moderados. La tensión entre tropas gubernamentales y los hombres de Nkunda, y de estos con rebeldes hutus y milicias Mai mai (grupos de autodefensa que también dicen combatir a Nkunda) han provocado el desplazamiento de unas 400.000 personas en el último año. A esta tensión han contribuido las acusaciones lanzadas desde Kigali (capital de Ruanda) al Congo por apoyar a los rebeldes hutus contra Nkunda, y la réplica desde el Gobierno de Kabila contra Ruanda por respaldar al ex general con tropas en el interior de Kivu Norte.

Pero son los desplazados los que han provocado la alarma de ONG que como Cruz Roja Internacional ya ha manifestado ya su temor por «el destino de los civiles». Según los datos de la misión de Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz en Congo (MONUC, 15.000 efectivos), en dos de los principales frentes que ansía Kabila arrebatar al ex general tutsi, Kirolirwe y Kitchanga, al norte de la capital de Kivu Norte, Goma, más de 30.000 se encuentran allí en situación de desplazados. Tanto Cruz Roja como Naciones Unidas temen que los civiles sean escudo en el campo de batalla perdidos una vez más en el laberinto de los Grandes Lagos.

Hasta el momento, las fuerzas militares de Kabila han atacado Mushake, Kingi y Kibati, ciudades próximas a Kirolirwe. Se desconoce aún el número de personas que han dejado sus hogares desde el 1 de enero debido a esta ofensiva o el acceso de las ONG y agencias internacionales a los desplazados. Sus fotografías, sin embargo, dan testimonio de que su exilio ha comenzado.


Fuente: ÓSCAR GUTIÉRREZ / EL PAIS