Los barrederos  limpian Madrid desde que no limpian la ciudad. Los jardineros arrancan las malas hierbas desde que no las arrancan.
Evidencian un despotismo que no van a aceptar.
Y lo importante no es que la basura se amontona en las calles, lo verdaderamente relevante es que la inmundicia se hacina en ayuntamientos, parlamentos, etc... y que ellos señalan estas podredumbres.
Todas las ciudades huelen mal.
Dan náusea los espacios democráticos, dan náusea los púlpitos, los estrados, los tribunales.
Hay que desinfectar estos lugares.
Pero la calle, con sus voces limpias, con sus pulcras luchas, con sus conciencias decentes, inmaculadas, son aire fresco, bocanadas de esperanza, de desobediencia.
Ejemplo de pulcritud en medio de tanta mierda.
SILVIA DELGADO


Fuente: Kalvellido