Artículo de opinión de Rafael Fenoy Rico

Lo sencillo acaba haciéndose complejo y esto en temas legales es una constante. La complejidad está presente en cualquier contrato, por muy simple que parezca, de cualquier convenio que obliga a las partes. Estos se amparan en la ley y toda ley, “dicen” los politicos que la promulgan, pretende salvaguardar los intereses de quienes actúan de buena fe. ¿Seguro? Si eso fuera así ¿a que viene el estipular condiciones y más condiciones que retuercen los contenidos legales hasta hacerlos ininteligibles para mentes normales? Y claro, ante esta tesitura “complejil” surge la figura del “experto”.

Lo sencillo acaba haciéndose complejo y esto en temas legales es una constante. La complejidad está presente en cualquier contrato, por muy simple que parezca, de cualquier convenio que obliga a las partes. Estos se amparan en la ley y toda ley, “dicen” los politicos que la promulgan, pretende salvaguardar los intereses de quienes actúan de buena fe. ¿Seguro? Si eso fuera así ¿a que viene el estipular condiciones y más condiciones que retuercen los contenidos legales hasta hacerlos ininteligibles para mentes normales? Y claro, ante esta tesitura “complejil” surge la figura del “experto”. Que si bien detentan cierto poder por manejar los conceptos, son igualmente víctimas de las telarañas normativas que constantemente tejen sus señorías en el congreso.

¡Ay!, de quien tenga que necesitar a alguno de ellos. Porque cuando la vida transcurre con “normalidad”, no se suele requerir el concurso de estas personas. Basta un tropiezo, con alguna falta de pago de facturas o salarios, con alguna cláusula de algún contrato o convenio, para que las partes, que suelen ser empresas y particulares, o grandes empresas y pequeñas, acaben recurriendo a tribunales. Tribunal, palabra grave, densa, monolítica. Es en ese momento cuando nada de aquello que una persona sepa sirve para el litigio que se avecina. Ya que el objeto del desencuentro está “iluminado”, más bien ensombrecido, por múltiples perspectivas legales o normativas. En definitiva que si se invoca A, no es eso lo que se enuncia, ya que B tiene mucho que decir sobre C y este C afecta directamente a A, de una u otra forma.

Hay que añadir, para rematar el cuadro, la tardanza propia de los Juzgados que, colapsados por la propia complejidad de las normas procedimentales y los textos legales enrevesados donde los haya, no cuentan con los recursos humanos y técnicos precisos para impartir justicia. Que de eso debería tratarse. –Pero oiga, “largo me lo fiais”. Con lo cual quienes burlan la justicia, no tiene más que invitar a la parte ofendida, a las victimas, a ir al juzgado. Proceso que más de un político sigue para ningunear derechos ciudadanos, instando hasta quienes llevando en mano el Boletín del Estado donde se reflejan sus derechos, a que recurran su prácticas prevaricadoras. Esto sin duda ayuda y mucho al colapso de los juzgados, con lo cual mejor para esos burladores, prevaricadores y delincuentes.

Dicho por Vicente Gimeno Sendra, en su ponencia, titulada Pasado, presente y futuro de la Justicia Civil, ofrecida en las Jornadas sobre la Reforma del Proceso Civil promovidas por el Ministerio de Justicia, en Madrid en 1990: “determinadas máximas populares, tales como la de «pleitos tengas y los ganes», «más vale un mal arreglo que un buen pleito», responde desgraciadamente a nuestra práctica forense, porque no resulta exagerado afirmar que nuestra justicia civil es una justicia lenta, muy cara y, en ocasiones, ineficaz en la práctica” Le faltó decir que Injusta. Y casi todo ello por el timo de lo complejo que acaba dejando en manos de políticos inexpertos la solución de casi todo lo que debe ser regulado legalmente. Una legislación más sencilla daría mayor seguridad jurídica a todas las personas y sobre todo una legislación quieta, inmutable durante un tiempo largo, también. Porque las leyes deben devenir en costumbres, si no es que las costumbres se convierten en leyes. Ya que si el origen de las leyes fuese la costumbre, al derecho consuetudinario, bastaría escribirlas para que de esta forma quedaran fijadas. Y como todas las personas las conocen por costumbre, fácil, muy fácil sería impartir la justicia rápida que falta.

Al instalarse el timo de lo complejo en las ley se acumula poder en quienes “expertos” en ellas, pueden utilizarlas o incluso aplicarlas. Una sociedad democrática que pretende en acceso de toda la ciudadanía al ejercicio real de sus derechos, ve así bastardeado ese noble objetivo al hacer imposible la comprensión de las leyes por quienes deben acatarlas, para beneficiarse de ellas o sufrirlas y de esta forma evitar ir a los juzgados. Y llegado el caso de precisar tribunales, en días debería estar sentenciado el asunto.

Rafael Fenoy Rico

 


Fuente: Rafael Fenoy Rico