Los barrotes de una celda son más familiares para quien sin haber estado nunca al otro lado de ellos, lleva años denunciando y compartiendo el dolor de encarcelamientos ajenos. Que hayáis traspasado el umbral de una prisión, Compañeros, no hace sino introduciros físicamente en el lugar en el que ya tantas veces habitasteis junto a esas criaturas que, por no tener, ni de abogados que les defiendan o de leyes que les amparen disponen. Y como vosotros, ellos también son inocentes. 

Como ellos, vosotros estáis pagando con la falta de
libertad el precio de que a algunos no les guste, no les convenga que
seáis libres. Y como por ellos, por vosotros hoy son muchas e
inquebrantables las voces que pretenden traspasar conciencias
aletargadas, voluntades adormecidas y acaso también ignorancias,
para hacerles entender que no abre la puerta hacia la muerte a
ninguna criatura quien pide incansablemente respeto por su vida. El
que sí lo hace es aquel que las encerró allí de donde sólo
saldrán separadas de su piel.

Como ellos, vosotros estáis pagando con la falta de
libertad el precio de que a algunos no les guste, no les convenga que
seáis libres. Y como por ellos, por vosotros hoy son muchas e
inquebrantables las voces que pretenden traspasar conciencias
aletargadas, voluntades adormecidas y acaso también ignorancias,
para hacerles entender que no abre la puerta hacia la muerte a
ninguna criatura quien pide incansablemente respeto por su vida. El
que sí lo hace es aquel que las encerró allí de donde sólo
saldrán separadas de su piel.

Todos
los animalistas sabemos que esos desolladeros eufemísticamente
denominados granjas peleteras, no son en definitiva más que cárceles
con su correspondiente cadalso, tan siniestras por dentro como
fashion
por fuera, en las que los cuerpos despellejados – algunos todavía
alentando – son apilados sobre la tierra, y los pellejos descarnados
expuestos en los escaparates de establecimientos de lujo. Todos
conocemos esa macabra realidad al igual que la mayoría de los
ciudadanos, pero ninguno de los que luchamos por el respeto a los
animales: ni los que estamos fuera ni aquellos que permanecen
reclusos, romperíamos los candados de las jaulas y de las puertas de
tales infiernos para condenar a esos seres y a otros a una muerte
diferente.

Nuestro
trabajo consiste en abrir, sí, pero la mente y el corazón de los
seres humanos para que entre en ellos la capacidad de reflexionar
ante el sufrimiento terrible que le causamos a los animales y que
después, sean la ética y la ley quienes haga el resto. Y aquellos
que para sí mismos hayan vetado definitivamente el paso a la
compasión, la empatía y la generosidad, que al menos no den pábulo
a la mentira y a la intoxicación, porque rescatar a cinco gallinas o
a dos corderitos del corredor de la muerte y trasladarlos a un
santuario, no es un crimen sino un revulsivo y un acto de justicia.
Entre eso y la acusación de la suelta incontrolada de miles de
individuos de una especie catalogada como invasora, lo único que hay
es la contumaz presión de esos personajes en los que la historia es
tan pródiga: aquellos que edifican sus imperios sobre cimientos de
cadáveres, levantando muros de falacias para que desde fuera, no se
puedan escuchar los agónicos lamentos de unas víctimas cuyo
sufrimiento llena sus bolsillos.

Julio
Ortega Fraile, Delegado LIBERA! Pontevedra

www.findelmaltratoanimal.blogspot.com